Revista Estudios Avanzados 32(1), junio 2020: 74-93  ·  ISSN 0718-5014  ·  DOI https://doi.org/10.35588/rea.v1i32.4537

 

Cuando la periferia fue ciudad. Imaginarios y modernización urbana en el barrio Matadero (1902-1939)

 

 

Cuando la periferia fue ciudad. Imaginarios y modernización urbana en el barrio Matadero (1902-1939)*

 

When the Periphery was City. Imaginary and Urban Modernization

in Matadero’s Neighborhood

 

 

Pablo González y Macarena Ibarra**

 

 

Resumen

En medio del fenómeno de expansión de la capital chilena en las primeras décadas del siglo XX y del tránsito de la periferia urbana a ciudad, este artículo analiza los imaginarios acerca de las problemáticas sociales y urbanas en sectores populares que conformaron el barrio Matadero y sus alrededores, y su visión sobre los procesos de modernización. En base a una revisión de obras literarias, se propone que los procesos de modernización urbana del periodo, lejos de limitarse a la ciudad consolidada, deben entenderse a desde una mirada crítica respecto a las condiciones de vida de la periferia. Fue en la periferia donde se expresaron profundos cambios demográficos, donde profesionales concentraron críticos diagnósticos y, por ende, donde el Estado se vio interpelado a brindar soluciones de salubridad y de vivienda ante las crecientes demandas sociales. En este sentido, se sostiene que los imaginarios o representaciones que dan cuenta las fuentes literarias recogen no solo componentes fundamentales de la urbanización en este sector de Santiago, sino que también confirma la dimensión tanto material como cultural del proceso.

 

Palabras clave: modernización urbana, periferia urbana, barrio Matadero, historia urbana.

 

 

 

Abstract

In the context of the Chilean capital’s expansion during the first decades of the twentieth century and of the periphery turning into a city, this article analizes the urban and social imaginaries of the popular sectors that inhabitated Matadero neighbourhood and its surroundings, and its views about the processes of modernization. Considering literary sources, it is proposed that these processes, further to limit to the consolidated city, must be understood by examining the critical view about the social conditions of the periphery. It was in the periphery were deep demographic changes were expressed, and where professionals concentrated their critical diagnosis and, therefore, where the State was interpelled to provide solutions to hygienic and housing problems in the context of the increasing social demands. In this sense, it is proposed that the imaginaries or representations that show the literary sources, pick up not only the central components in this sector of Santiago, but also confirm both the material and cultural dimension of the process.

 

Keywords: urban modernization, urban periphery, Matadero neighbourhood, urban history.

 

 

 

La periferia desde la perspectiva de la historia urbana

 

 

La literatura ha tendido a concebir la periferia como un espacio que incorpora piezas “no admitidas” de la ciudad consolidada. En diversos casos latinoamericanos, las piezas situadas fuera del núcleo urbano han incluido cementerios, basurales, mataderos, hospitales, por lo general emplazados en cercanía a asentamientos informales y distantes de las zonas residenciales de la ciudad formal por razones ambientales y de higiene pública (Dávalos, 1997; Folchi, 2007; Ibarra, 2016a). El concepto de periferia urbana se entiende como una zona externa a la ciudad, escasamente urbanizada y en una relación con el centro que mantiene mutua dependencia (Arteaga, 2005; Rosas et al., 2016). Más aún, la noción de periferia urbana surge a partir de los conceptos de “arrabal” y de “suburbio”, cuyas semejanzas consisten en aludir a una zona de expansión de la ciudad (Hiernaux y Lindón, 2004).

Este artículo reflexiona sobre la periferia sur de Santiago de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En particular, aborda el proceso de modernización urbana del barrio Matadero y el análisis de sus imaginarios urbanos, en tanto representación del crecimiento demográfico, la insalubridad y la labor del Estado en el proceso de urbanización (Hiernaux, 2007; García-Canclini, 2010). Mientras las industrias —a menudo emplazadas fuera del centro y próximas a vías férreas— fueron claves para urbanizar zonas rurales y expandir los límites de la ciudad, se entiende que el proceso de urbanización fue resultado de cambios demográficos, territoriales y culturales (Almandoz, 2013). Al respecto, el análisis de los procesos de modernización de estos espacios “externos” a la ciudad formal supone novedosas posibilidades de exploración en lo que respecta a sus características materiales y a los modos de vida urbanos (Ibarra y González, 2018).

Valiosos trabajos enmarcados en la historia cultural urbana (Almandoz, 2002) abordan la modernización de las grandes metrópolis latinoamericanas (Romero, 1976; Quesada, 2011; Almandoz, 2013 y 2015; Gorelik y Arêas, 2016) y las implicancias de la “ciudad burguesa”, definida por la formación de ideologías, valores morales y expresiones socioculturales de impronta urbana (Romero, 1976; Burucúa et al., 2013). Si bien los estudios sobre las condiciones de vida del bajo pueblo urbano en Chile han sido abordados fundamentalmente por la historia social (Espinoza, 1988; Salazar, 2000; Garcés, 2002), destacan relevantes aportes al estudio cultural del bajo pueblo urbano, ámbito aún poco explorado por la historiografía (Urbina, 2002; Vila, 2014, Castillo, 2013). Con el propósito de contribuir al análisis de los sujetos populares que habitaron la periferia urbana de Santiago, este trabajo se nutre de las contribuciones de la historia cultural (Chartier, 1992; Burke, 2012; Martínez, 2007) y, a partir del análisis de fuentes literarias, tales como poemas y novelas, comprender imaginarios sobre sus condiciones de vida en el contexto de la modernización urbana (Codebo, 2015; Albarrán, 2016). Asimismo, se examina la incorporación de la periferia a la ciudad consolidada, es decir, la expansión de la capital chilena, en el corpus literario escogido.

En Chile, la producción literaria de fines del siglo XIX y principios del siglo XX registró las transformaciones urbanas de Santiago y otras ciudades principales (Morand, 1988; Fuentes, 1990; Vitale, 2001; Kottow, 2013). De esta manera, los registros literarios cumplieron una función descriptiva y de denuncia respecto a temas tales como el crecimiento demográfico, los problemas de higiene y el rol de Estado en dichas materias.

En el caso de Santiago, la historiografía urbana se ha concentrado en estudiar la modernización de los centros urbanos más que las transformaciones de la periferia, focalizándose principalmente en dos coyunturas. Primero, en las propuestas de Benjamín Vicuña Mackenna, intendente de Santiago a partir de 1872, que contemplaron tanto a la ciudad consolidada como a la periferia. Luego, en el hermoseamiento urbano fruto de la celebración del Centenario de la República en 1910, episodio que consideró obras implementadas exclusivamente en el centro de la capital (Ibarra, 2005). La modernización urbana adquirió forma gracias a remodelaciones o de cirugías urbanas  —proceso que entonces ocurría en otras capitales latinoamericanas, tales como Buenos Aires y San José de Costa Rica—, significando cambios culturales propulsados por la élite social que transformaron la fisionomía de las ciudades (Gorelik, 1998; Quesada, 2011). No obstante, las medidas de higienización y de hermoseamiento implicaron dividir la ciudad, delimitando el espacio de los habitantes de la “ciudad propia” respecto a los extramuros ocupados por los sectores populares (De Ramón, 1985).

Es preciso dimensionar las proporciones de la periferia urbana que enmarcan el presente artículo (Figura 1). Si para el año 1891 la mancha urbana de la capital se emplazaba en alrededor de 1.836 hectáreas, el año 1895 ya hay claros signos de expansión, al aumentar la cifra a 2.000 hectáreas. Durante los primeros años del siglo XX, la urbanización de la periferia sur de Santiago comenzó a rebasar los límites de la ciudad consolidada, creciendo de forma impetuosa en 1915 hasta alcanzar a las 3.007 hectáreas (De Ramón, 2007).

 

 

Figura 1. Corte en “Novísimo Plano de Santiago” de la periferia sur de Santiago para 1900,  elaborado por Nicanor Boloña

Fuente:  Repositorio Digital de Biblioteca Nacional de Chile.

 

 

Representaciones literarias del bajo pueblo y de la periferia urbana

 

 

La selección del corpus literario analizado surge a partir de un barrido de novelas sociales (Fuentes, 1990), poemas y ensayos, cuyo encuadre temporal se enmarca entre 1880 a 1940. La sistematización inicial consistió en registrar fenómenos socioculturales, referentes urbanos y sectores sociales presentes en las obras. El criterio de selección considera relatos que privilegian la descripción de ciudades chilenas, grafican su proceso de modernización y/o muestran las problemáticas urbanas del periodo. La selección arrojó catorce obras, escritas por autores de distinta posición social. Además de Santiago, fueron representadas ciudades como Iquique (Barrios, 1918) y Viña del Mar (Pezoa, 1927), registrando las desigualdades entre la ciudad consolidada y sus periferias. Ello permite señalar que el proceso de modernización urbana no fue un fenómeno exclusivo de la capital.

Con el fin de comprender los imaginarios asociados a la transformación de la periferia sur de Santiago, este trabajo privilegia aquellas voces de escritores que optaron por describir extensamente las condiciones de vida del bajo pueblo, independiente si contemplan representaciones esgrimidas por escritores burgueses o de aquellos con mayor cercanía al mundo popular. Desde la élite intelectual se conformó una visión incisiva sobre los problemas del mundo popular, enfatizando en la crisis social y moral del bajo pueblo. Tal es el caso de Un idilio nuevo de Luis Orrego Luco (1900), Juana Lucero o los vicios de Chile de Augusto D’Halmar (1902), el poema “Mirando al río”  de Víctor Domingo Silva (1905) y El Roto de Joaquín Edwards Bello (1920).

De acuerdo a una mirada elitista, el bajo pueblo urbano se mantuvo estrechamente asociado a las periferias. En Un idilio nuevo, el político Luis Orrego Luco representó de forma lúgubre la precaria condición de los arrabales de Santiago: “La parte de ultra-Mapocho mostraba la miseria descarnada de los barrios pobres, casas de propietarios modestos y de pocas creces, hervor de mujeres harapientas y de chicos revolviendo basurales con palos” (Orrego, 1900: 171). Por su parte, bajo un lente que buscó enaltecer las virtudes de la esencia chilena y alertar sobre los vicios de los sectores populares, la novela La chica del Crillón de Joaquín Edwards Bello, integrante de la élite chilena, mostró una visión horrorizada sobre los barrios populares: “La capital se está vaciando; desaparece su espuma; las calles se llenan de vagos; toman un aire vulgar, decadente. En mi barrio vaga un olor a guano, a basuras y a vino barato” (Edwards Bello, 1920: 191).

Ese sombrío panorama coincidía con la mirada del poeta Víctor Domingo Silva, quien en el poema “Mirando al río”, publicado en el poemario Hacia allá (1905), representa al Mapocho como un espacio mundanal y proclive al ejercicio de prácticas inmorales. Ello a pesar que, con el fin de ejercer un efecto modernizador, a fines del siglo XIX se buscó domesticar el río mediante su canalización (Castillo, 2013):

 

 

¡El tajamar! Ni eso existe…

por tus ahorcadas riberas

pasean hoi las rameras

su lujuria hambrienta i triste.

I el vulgo, que rumia un chiste

para tus tardas corrientes,

con ojos indiferentes

te contempla, porque olvida

que eres tú toda una vida

que llora bajo los puentes. (Domingo Silva, 1905: 178)

 

 

Se representa así un crudo imaginario de la periferia, cuyo hábitat daba cuenta de las carestías que los sectores populares sobrellevaron, construyendo lazos de sociabilidad e identidad a pesar de las adversidades asociadas a la insalubridad, habitaciones precarias, dificultad para acceder a agua potable, entre otros.

Diferente a la mirada peyorativa proyectada por la élite, surgió la voz de escritores de estratos medios afines a los sectores populares. Las obras de Fernando Santiván (1913 y 1923), Eduardo Barrios (1918), Carlos Pezoa (1927), Manuel Rojas (1929), Alberto Romero (1930 y 1935), Carlos Sepúlveda (1934 y 1935) y Nicomedes Guzmán (1943), impulsaron un imaginario más bien reivindicativo de los sectores populares. Los relatos de Robles, Blume y Cía, escritos por el intelectual ácrata Fernando Santiván, ilustraron las adversas condiciones de vida de los sectores populares al representar sus penurias e inopias:

 

 

Créale a un hombre que ha conocido muchos hogares rotos por la precipitación, muchas miserias íntimas; entonces aparecerá el sedimento ordinario que guarda en el fondo de su ser estas naturalezas del bajo pueblo, cubierta escasamente por un ligero barniz de educación y de roce mundano, y comenzará a manifestarle a usted su desconcierto y su odio. (Santiván, 1923: 139).

 

 

Enfocada en describir la periferia como escenario de sociabilidad popular, la obra Hijuna del normalista Carlos Sepúlveda escenificó la vida cotidiana del Matadero de Santiago: “el interés de toda esa gente arrabalera está prendido en las suertes de los volantines ‘en comisión’. Los del conventillo han llegado hasta el cequión, y ahí amarran apuestas con los hombres vestidos de mezclilla azul” (Sepúlveda, 1934: 21). Tal representación recreaba los aspectos positivos de la sociabilidad popular: “Todo se hace entre bromas y puyas; pero sin ofensas graves, pues el torneo ha sido planeado por el gordo don Pedro, el del buen chancho a la chilena, a condición de la exclusiva competencia y ‘sin picarse’” (Sepúlveda, 1934: 21). Es en esta periferia donde se concentra el siguiente análisis.

 

 

Análisis sobre las representaciones urbanas en barrio Matadero

 

 

Los tópicos centrales que aparecen en las representaciones del barrio Matadero se refieren a su expansión demográfica, a sus condiciones de salubridad y al rol del Estado para abordar tales asuntos.

En relación a los cambios demográficos, son fundamentalmente producto de la migración desde el norte salitrero y el mundo campesino, lo que contribuyó a transformar la capital chilena en una ciudad de masas, caracterizada por intensas transformaciones físico-espaciales y socioculturales sin precedentes (Romero, 1976; De Ramón, 2007). Los cambios sociales y económicos fueron escenificados en La sangre y la esperanza, de Nicomedes Guzmán, quien tuvo gran cercanía al mundo proletario. Situada en el Santiago de la Gran Crisis de 1929, la obra refiere al éxodo de la sociedad pampina hacia la capital, en búsqueda de trabajo y techo ante el declive salitrero: “Aquella tarde, los albergues se vaciaron. Elementos de diversas entidades populares acompañarían en su empresa a los trabajadores en receso. Por Bulnes, salió a la Alameda la caravana de albergados de nuestro barrio” (Guzmán, 1943: 299). Asimismo, la obra escenifica el despliegue de la insurrección popular por la Avenida Alameda con el propósito de exigir al Estado respuestas ante el masivo desempleo de los obreros pampinos: “La arteria principal metropolitana pareció ensancharse para soportar el alud de harapos. Hombres arrastrando el cansancio de sus largos días inactivos” (Guzmán, 1943: 299). En definitiva, esta representación de la novela social se relaciona con la visibilización del movimiento obrero. Tales demandas de trabajadores industriales permiten esbozar la figura del obrero en tanto actor que comenzó a ser protagonista de los nuevos espacios urbanizados al calor del proceso de modernización.

Un segundo aspecto que comparece como asunto de interés responde a las precarias condiciones de salubridad en la periferia de la ciudad. A extramuros de la ciudad consolidada se ubicaban los ranchos y conventillos, lo que configuró la fisionomía de los barrios pobres de Santiago en sectores que aún cumplían funciones eminentemente agrícolas (Rosas et al., 2016). 

Nicomedes Guzmán en La sangre y la esperanza describe el recrudecimiento de grandes epidemias de tifus y viruela ante la falta de higiene. Ello propició la cristalización de la Dirección General de Sanidad en 1918, la que apareció retratada ante el desafío de brindar salubridad:

 

 

El tifus y la viruela, por esos días, recrudecían. Los camiones de la Dirección de Sanidad saltaban por las calles, arrancando de los hogares a los enfermos. Los conventillos se vaciaban de habitantes, en desesperada huida. La inquietud y las lágrimas conquistaban dominios en mitad del pecho humano. (Guzmán, 1943: 290)

El problema de la higiene pública tenía su correlato en la vivienda; por tanto, es posible identificar un tercer tópico en las obras literarias, relacionada a la labor que debía fungir el Estado en materia de modernización de la ciudad para mejorar las condiciones de vida de los pobres urbanos (Subercaseaux, 2004). Por ejemplo, el escritor Alejandro Venegas —bajo el seudónimo Doctor Julio Valdés Canje— emitió un férreo discurso en Sinceridad, Chile íntimo en 1910, ante las exiguas condiciones de vida de los más pobres: “Quisiera contar con el espacio suficiente para llevarlos a la miserable habitación de un hombre del pueblo, i mostraros su vida con su mujer y sus hijos” (Valdés, 1910: 239). La responsabilidad de la clase política ante los problemas de salubridad y la escasa presencia del Estado en la periferia urbana es advertida, instando a asumir este desafío público bajo una institucionalidad ad hoc.

Por ejemplo, en El Roto de Joaquín Edwards Bello se aludió a la especulación del suelo, advirtiendo que este problema le incumbía a la clase dirigente: “La aristocracia calla: para deshacerse de prefecto habría que arrojar también a los jefes de partido, cuya fortuna y fuerza reside en los garitos que regentan” (Edwards, 1920: 50); continúa este pasaje alertando que dicho negocio es promovido por la avaricia de los propietarios de conventillos, a costa del enorme déficit en materia habitacional: “Habría que traer al suelo a los benefactores de relumbrón —propietarios de conventillos— y a todos los que medran a la sombra del desorden, en el régimen de la injusticia social” (Edwards, 1920: 50-51).     

A fines del siglo XIX, los problemas de insalubridad y de habitación que grafican las novelas sociales trataron de ser abordadas por instituciones de beneficencia. En ese contexto, el Estado debió formular sus primeras políticas públicas en directa sintonía con el proceso de modernización urbana. Primeramente, la administración sanitaria tuvo su cristalización institucional mediante la creación del Consejo Superior de Higiene y el Instituto de Higiene en 1892. Décadas después se creó el Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión Social en 1924, cuyas atribuciones remitían a la inspección de hábitos de higiene, previsión social y asistencia para las clases populares. En 1932, esta secretaría de Estado es rebautizada como Ministerio de Salubridad Pública (Illanes, 2006; Ibarra, 2016b). En cuanto a la vivienda social, mediante la Ley de Habitaciones Obreras de 1906, se crearon los Consejos de Habitaciones para Obreros, la que años más tarde fue reemplazada por la Ley de Habitaciones Baratas de 1925, con la cual se creó el Consejo de Bienestar Social (Hidalgo, 2005).

Las representaciones acerca del barrio Matadero obtenidas desde las obras literarias permiten, en definitiva, relevar tópicos centrales sobre el proceso de urbanización de la periferia, tal como las problemáticas relativas a la expansión demográfica y a las exiguas condiciones de habitabilidad de las personas más pobres. Tales temáticas refieren a asuntos centrales no solo del barrio, sino que también de Santiago en su conjunto, puesto que evidencian problemáticas que prefiguraron su condición de “ciudad de masas” debido al súbito crecimiento de Santiago (De Ramón, 2007; Rosas et al., 2016).

 

 

De periferia a ciudad: el bajo pueblo urbano en el barrio Matadero

 

 

Los tres temas centrales registrados en las obras literarias constituyen un proceso de tránsito que permite relacionar la ciudad consolidada con sus periferias. El sector del barrio Matadero, aquel que Vicuña Mackenna denominó como “potrero de la muerte” (Vicuña, 1872), albergó las actividades indeseadas para la élite de Santiago, tales como el Matadero de la ciudad y progresivamente, en sus alrededores, industrias de diversa índole, como la Fábrica Nacional de Vidrios y la Fábrica de Cartuchos (Rojas, 1996; Pizzi, 2009). Así, resulta de interés comprender la periferia sur de Santiago como territorio que, desde mediados del siglo XIX, transitó desde un espacio rural a otro incipientemente urbano.

 

 

              Crecimiento demográfico

 

En 1843, el Regidor Diego Vial vendió la mitad del “Potrero de San José” —otrora chacra del Conventillo— y cedió el terreno restante, cuya propiedad había pertenecido a los frailes franciscanos y posteriormente al Gobernador Bernardo O’Higgins (León, 1975). En este sector se emplazaron ranchos y conventillos (Figura 2), los cuales cargaban con un fuerte estigma de incivilidad (De Ramón, 1985).

 

 

Figura 2. Rancho ubicado en las periferias urbanas de Santiago

Fuente: Revista Zig-Zag, N°1333, 1930.

 

 

La urbanización del sector marca como primer antecedente la instalación del Matadero Municipal en 1847, puesto que, con el objeto de reducir las condiciones de insalubridad para la población urbana de Santiago, se precisaba localizar esta actividad en las cercanías de un curso de agua para eliminar los desechos de las faenas. De tal manera, el Matadero se emplazó próximo al Zanjón de la Aguada (León, 1975; Hidalgo y Vila, 2015):

 

 

Cuando empezó a funcionar el Matadero las aguas de este cauce adquirieron un color rojizo con la sangre de los animales sacrificados, que se escurría hacia él. Tal hecho, causaba gran impresión en los viajeros que debían cruzarlo por el puente que existía en el camino, a continuación de la calle San Diego (León, 1975: 97).

 

 

A partir del emplazamiento del Matadero, la periferia sur experimentó un notorio crecimiento industrial y demográfico en sectores agrícolas (León, 1975; De Ramón, 1985), y obedeció al encadenamiento de actividades asociadas a la industria del animal, tales como la instalación de curtiembres o talleres de producción de zapatos (Urrutia, 2015). Para graficar el crecimiento en la subdelegación de Matadero, se observa que el censo de 1895 estimaba una población de 9.040 habitantes; diez años después, las cifras registraban una población de 13.419 para el mismo territorio, es decir, un aumento de un 48,44% (De Ramón, 1985: 264).

Las características de la periferia rural en su tránsito a territorio urbano fueron ilustradas en Hijuna, al describir la condición arrabalera del barrio Matadero. Incluso, en algunos de sus pasajes es posible encontrar evocaciones bucólicas de la calle San Diego, en su punto de empalme con el otrora llano de Subercaseaux:

 

 

Apretujada la muchedumbre [...], se encamina hacia la parroquia por el extremo sur de la calle de San Diego, dando frente al llano de Subercaseaux que se abre en pampa alrededor de la Parroquia, y continúa, estrechándose, en un valle generoso que se pierde, verdeando, a lo lejos. (Sepúlveda, 1934: 47)

 

 

Así, el crecimiento demográfico de la periferia sur de Santiago fue estimulado por la aparición de nuevas actividades económicas, transitando desde funciones agrícolas hacia otras ligadas a la industria del animal. No obstante, la implementación del Matadero, sumado a la proliferación de conventillos, trajo aparejado una serie de problemas de insalubridad.

 

 

              Higiene pública

 

Los profesionales de la higiene pública, a fines del siglo XIX, alertaron que la expansión de la industria cárnica y el emplazamiento de habitaciones precarias estaba provocando problemas salubridad en la periferia sur de Santiago (Ibarra, 2016a). El Matadero, por tanto, no estuvo exento de diagnósticos críticos. Inclusive, esta área de Santiago fue uno de los principales focos de atención de las políticas impulsadas por la Inspección de Higiene (Urrutia, 2015). Tal fue el caso del médico Francisco Alcaíno, quien en su memoria titulada Estudio de carnes contagiosas del Matadero de Santiago y medidas profilácticas que convendría adoptar, advirtió:

 

 

Hasta hace poco, en nuestro Matadero no existía vigilancia alguna y por consiguiente, salían al mercado público toda clase de carnes insalubres. Solamente el año pasado el primer alcalde municipal, con un celo que lo honra altamente, quiso establecer esa vigilancia; pero tal como ha sido organizada y como hoy existe, es casi nula. (Alcaíno, 1889: 466)

 

 

El problema de higiene urbana que observó la disciplina médica fue representado por las obras literarias en torno al barrio Matadero. En La Viuda del Conventillo de Alberto Romero (1930) se evidenciaban los espacios infectos, graficando la proliferación de: “quiltros con la panza hinchada, hediondos, rígidos”, así como también describía el paisaje de las acequias urbanas, retratando que los “pedazos de trapo, cacerolas desfondadas; chancletas boquiabiertas, risibles, irónicas; corchos, trozos de madera, huesos y tarros vacíos señalaban el camino por donde el Cequión Grande hizo la jornada asolada de todos los inviernos, ese año” (Romero, 1930: 32).

El conocimiento médico impulsado por el paradigma higienista de fines del siglo XIX permitió comprender con mayor profundidad el problema de salubridad, haciendo partícipe al Estado en los barrios donde la presencia institucional era escasa. Por tanto, los debates finalmente derivaron en la cristalización de la higiene pública como asunto que el Estado debió asumir en función al proceso de modernización urbana.

 

 

              Rol del Estado

 

El rol ejercido por el Estado en la transformación de barrio Matadero fue fundamental ante el desafío de ordenar el crecimiento de la periferia sur y abordar sus problemas de salubridad pública. El primer antecedente es la propuesta “Transformación de Santiago” (1872), del entonces intendente Vicuña Mackenna. Tal publicación contemplaba una serie de cambios urbanos; algunos, de inspiración francesa, destinados a ordenar la trama de la ciudad consolidada, delimitar un camino de cintura, canalizar el río Mapocho, remozar el cerro Santa Lucía, entre otros. Asimismo, la propuesta de transformación buscaba cristalizar reformas urbanas en los suburbios de Santiago. Por ejemplo, se había contemplado la creación de un nuevo matadero en la zona norte (en las cercanías del Mercado Central), la reparación radical del Matadero Municipal de la zona sur creado en 1847, la implementación de obras para abovedar el canal de San Miguel (actual calle Diez de Julio) y la destrucción de habitaciones insalubres, con el objeto de proyectar poblaciones higiénicas hacia el sur de Santiago (León, 1975; Hidalgo y Vila, 2015).

En concreto, las obras de transformación desde la política estatal abrieron paso a la urbanización de la periferia sur de Santiago, con la finalidad de regular su crecimiento demográfico e industrial, afrontar los problemas de salubridad y modificar las conductas de los sectores populares. Daban cuenta de las necesidades de transformación de los bordes de la ciudad, a raíz de un diagnóstico que estuvo vigente por varias décadas.

En literatura se identifican algunos problemas asociados a la urbanización de la periferia. Por ejemplo, la obra La mala estrella de Perucho González, de Alberto Romero, quien frecuentaba asiduamente el barrio Matadero, dio cuenta de la industrialización y la falta de higiene: “El Zanjón de la Aguada hedía a cieno en fermentación, pero la gente respiraba feliz ese aire espeso y templado, en el que se balanceaban los muñones de humo de las fábricas, desparramando sus exhalaciones infectas en la atmósfera” (Romero, 1935: 93). En ese tenor, Romero se inclinó por escenificar una visión detallada del mundo popular, a fin de representar sus condiciones de vida, caracterizada por la pobreza generalizada pero también por sus lazos de sociabilidad.

La obra de Carlos Sepúlveda revela una detallada panorámica del paisaje fabril de barrio Matadero, mientras apunta la gradual consolidación de su carácter urbano:

 

 

La Refinería de Azúcar abre en Franklin esquina de San Ignacio la boca enorme de cuatro portalones rojos, antigua entrada de los carritos de sangre que llegaban “a dormir” a la Empresa. Se extiende la Refinería hasta la línea férrea y abarca gran parte del cachureo. Una enorme chimenea se levanta al cielo y no para día y noche de fumar el humo negro que en la altura se confunde con el humo de la Fábrica de Vidrios (Sepúlveda, 1934: 201).

 

 

En este pasaje, las transformaciones del entorno sintonizaron con el surgimiento de nuevos actores sociales y culturas urbanas, evidenciadas en el padecimiento de los jóvenes del barrio que constituían mano de obra industrial: “Estas industrias y curtiembres de los alrededores; el Matadero y la Fábrica de Cartuchos, tragan para siempre en sus fauces a los muchachos de mi generación, a la gleba en que nos amasó el destino” (Sepúlveda, 1934: 201).

Los incipientes problemas ambientales y las continuas reyertas públicas en el barrio Matadero fueron una problemática que sedimentó la imagen pendenciera e informal de la periferia sur de Santiago. En ese sentido, los matarifes fueron comúnmente acusados de cometer acciones delictuales y, debido a las características de la faena animal, se les culpaba de atentar contra la salubridad pública (Salazar, 2000; Castro et al., 2011; Ibarra y Ortega, 2015). Los registros de la policía municipal dan cuenta del clima de violencia entre los habitantes y operarios del Matadero Municipal, quienes se consideraban que eran insensibles al dolor, puesto que en las riñas “cortaban un cuello o abrían un vientre con la misma frialdad con que mataban o trozaban las reses que les correspondía beneficiar” (De Ramón, 1985:229).

El Estado desde comienzos del siglo XX asumió un proceso de cambio en aras de su modernización, estableciendo transformaciones urbanas y sociales en el barrio Matadero. Tales cambios institucionales, sociales y culturales fueron promovidos por la élite chilena, con la finalidad de establecer un paradigma de moralidad para las clases populares (Illanes, 2006; Rojas, 2011).

 

 

Modernización urbana en Matadero:

entre matarife pendenciero y obrero modelo

 

 

Para mejorar y regular las condiciones habitacionales, se erigieron en el barrio Matadero los conjuntos de vivienda Matadero-Santa Rosa en 1907 y, al otro lado de calle San Diego, Huemul I en 1911 (Figura 3). La construcción del primer conjunto fue posible gracias a la acción de la beneficencia católica, agrupada por feligreses bajo principios éticos y espirituales; sus propósitos estuvieron orientados a impulsar mejoras ante las exiguas condiciones de habitabilidad de la población más menesterosa (Hidalgo et al., 2005). El segundo conjunto mencionado, obedece a la cristalización de la política de vivienda estatal discutida en el Congreso Nacional y aprobada como Ley de Habitación Obrera en 1906. El cuerpo jurídico, pionero a nivel continental, definió el rol de un Consejo Superior de Habitación, cuya función fue llevar a la práctica la mencionada ley a fin de dar respuesta al desbordante problema habitacional y de higiene pública en las principales ciudades de Chile (Torres, 1986; Hidalgo, 2005; Millán, 2016).

De acuerdo a lo consignado por el Consejo Superior de Habitaciones Obreras, se debía cumplir con una serie de requisitos de probidad para ser propietario de una vivienda. Por ejemplo, ser padre de familia inscrito en el registro civil; declarar legalmente matrimonio e hijos dentro de la familia; certificación de rubro desempeñado; estar vacunado; no presentar condenas judiciales; servicio militar al día, entre otros requisitos (Consejo Superior de Habitaciones Obreras, 1912). Se trataba de promover principios de acendramiento en el seno de los sectores populares, en sintonía con el proceso de modernización urbana propulsado por la élite chilena. En definitiva, la modernización suponía transformaciones materiales asociadas a las condiciones de habitabilidad en la periferia urbana, pero también implicaba cambios sociales y culturales para sus habitantes.

 

Figura 3. Proceso de construcción de Población Huemul I en proceso

de construcción. Al fondo se observa la chimenea de la refinería de azúcar

Fuente: Revista Zig-Zag N° 284, 30 de junio de 1910.

 

 

El fomento de la vivienda higiénica en la periferia urbana sur de Santiago implicó notables cambios y supuso un corolario moralizador para el resto del sector, lo cual estuvo cristalizado en otro proyecto modelo destinado a la industria cárnica y erigido amén de las reformas sanitarias acaecidas en el espacio urbano. En 1914 se inauguró el Matadero Modelo (Figura 4), cuya nueva disposición espacial satisfizo los requerimientos de higiene y modernización, puesto que “Antaño todo se hacía a fuerza. Hoy en día con el nuevo sistema, más cómodo y más simple se ahorran se ahorran energías y se economizan fuerzas” (Rojas, 1917: 517).

Con todo, el acceso a la vivienda obrera estuvo lejos de cristalizar una política de cobertura masiva para los sectores populares urbanos. Los requisitos morales y económicos eran la “piedra de tope” para acceder a los beneficios que promovía el paradigma moralizador pregonado por las clases dirigentes (Castillo y Letelier, 2017). Ello permite sostener que las transformaciones materiales y sociales de la periferia urbana fueron graduales, puesto que los paisajes y modos de vida propios del barrio Matadero cohabitaron, a principios del siglo XX, con las reformas urbanas impulsadas por las políticas de la vivienda obrera y salubridad pública.

El concepto de modelo, materializado en el nuevo Matadero y en Huemul I, se relacionaba al proceso de modernización que apuntaba a establecer comportamientos de ahorro, higiene e integridad moral en los sectores populares, lo cual se estableció mediante “claves de un lenguaje de época, portador de los signos de los nuevos tiempos y de una voluntad de cambio social” (Illanes, 2006: 43). Los ideales de modernidad impulsados por instituciones modelo de tipo estatal, fueron replicados por organizaciones de beneficencia. Tal es el caso de las Gotas de Leche, iniciativas privadas de beneficencia surgidas al alero del Patronato Nacional de la Infancia, con el objetivo de ayudar a madres de sectores populares en el periodo de lactancia de sus hijos y entregarles asistencia médica bajo los principios científicos de la puericultura (Zárate, 2007). Una de estas Gotas de Leche fue implementada  en pleno barrio Huemul I el año 1918, prestando asistencia social y médica a la población que habitaba en la periferia sur de Santiago (Illanes, 2006; Ibarra, 2016b).  

Figura 4. Matadero de Santiago. Vista parcial al pabellón de vacunos

Fuente: Boletín Municipal, Año IX, N° 2.312, 20 de junio de 1933.

 

 

Aquel tránsito de periferia a ciudad se avizora de manera más nítida para comienzos del siglo XX (Figura 5). El Plano Comercial de Santiago de Renato Barbosa de 1908 plasmó la coexistencia de diversos usos de suelo en el barrio Matadero, evidencia además el nombre de las calles urbanizadas y algunas en proceso de urbanización, concentradas principalmente en el conjunto Huemul I. Además, aparece el área del Matadero, la Estación Ferroviaria San Diego —o Matadero— y otras industrias como la Fábrica de Cartuchos. El área suburbana que mantenía su aspecto rural dice relación con el incipiente loteo de poblaciones al sur del Zanjón de la Aguada y el Llano de Subercaseaux.

 

 

Figura 5. Corte de Plano Comercial de Santiago de Renato Barbosa

con detalle del barrio Matadero, 1908

Fuente: Repositorio Digital de Biblioteca Nacional de Chile.


La representación literaria ayuda a comprender parte de la condición dual del barrio Matadero, a medio camino entre el arrabal y la ciudad con infraestructura moderna e higiénica. Así lo exhibie Sepúlveda en Hijuna, al retratar la diferencia económica y habitacional entre los obreros de la Fábrica de Cartuchos y los matarifes:

 

 

Los obreros de la Fábrica de Cartuchos se distinguen por su corrección disciplinada y hacen una especie de burguesía. Ningún obrero de la Fábrica vive más allá del cequión que corta en dos y, al cortarla, da dos fisionomías distintas a nuestra calle, pomposamente llamada Avenida de la Penitenciaría (Sepúlveda, 1934: 65).

 

 

El mismo pasaje estableció un distingo fundamental, apelando a la menoscabada condición de los sujetos menos favorecidos: “los trabajadores del Matadero viven al final de la calle, pasado el cequión, y están como arrinconados y acorralados en los conventillos míseros, mil veces más abandonados que el nuestro” (Sepúlveda, 1934: 65).

Las novelas sociales también advirtieron los cambios tecnológicos estimulados por el proceso de urbanización de la periferia. La inserción del alumbrado público, en tanto signo de modernidad advino en La viuda del conventillo, describiendo con agudeza la distribución desigual de estos avances en el espacio urbano: “Apoyada contra el marco de la puerta, miró el paisajito callejero. Entre los árboles, la niebla se desgarraba como un trapo sucio. Una claridad tapizada en esmeril sustituía la del alumbrado municipal, deficiente y caprichoso en los barrios pobres” (Romero, 1930: 89).

Otros cambios urbanos en el barrio Matadero fueron advertidos en la descripción pormenorizada de las actividades comerciales consolidadas por la urbanización del sector surponiente de Santiago (Vila, 2014). La obra La mala estrella de Perucho González aludía a las transformaciones urbanas acontecidas en la calle Franklin, adjetivándola como: “la calle de los restoranes estrepitosos, de los caldos de cabeza, y la bohemia disfrazada, sorteando entre los baratillos repletos de abalorio y mercadería pintoresca” (Romero, 1935: 47). La ya mencionada calle San Diego fue otro de los emergentes núcleos comerciales que conectaron el barrio Matadero con el centro de la ciudad de Santiago: “Los almacenes brillaban con una profusión indescriptible. Bares, farmacias, zapaterías; todo el bric a brac con su policromada confusión exornaba la calle populosa y trepidante” (Romero, 1935: 48).

Las representaciones literarias también advirtieron visiones críticas sobre el proceso de urbanización, dando cuenta de cambios que no solo remiten a la escenografía física de la ciudad, sino que también apuntan a transformar las culturas urbanas. Ejemplo de ello es la identidad barrial expresada por los protagonistas de la obra de Carlos Sepúlveda quienes, animados por preservar los aspectos tradicionales de Matadero, reflejaron los notorios cambios urbanos y culturales:

 

 

Y el barrio nuestro sería atropellado por la ciudad. Al conventillo lo emperejilarían de Cité… pavimentos, luz eléctrica; blanco al mundo, incandescente de luz eléctrica… Pero nosotros defenderíamos nuestro mundo… Es una locura correr por el mundo… Me quedaré en mi calle. (Sepúlveda, 1934: 209)

 

Así, las obras literarias articularon imaginarios sobre la modernización urbana del barrio Matadero. En tanto proceso material se retrata la urbanización de la periferia, la higiene pública, la industrialización, las condiciones de habitabilidad, los espacios comerciales, entre otros. Asimismo, se evidencian los cambios socioculturales asociados al surgimiento del obrero moderno como sujeto que distó, por razones de orden cultural y moral, de la tipificación pendenciera de los matarifes. 

 

 

Conclusiones

 

 

La revisión de la representación de ciertos componentes de la modernización urbana del barrio Matadero y sus alrededores sintetiza la relación del centro con los bordes de la ciudad, mientras evidencia que la modernización urbana no ocurrió apenas en la ciudad consolidada sino también en sus periferias. Fue en estos espacios críticos y rezagados donde se cristalizó el semblante más evidente de la modernización: las industrias, las líneas férreas y, posteriormente, la implementación de las primeras políticas públicas en materia urbana.

Las representaciones del barrio Matadero aluden a su condición de periferia habitada por el bajo pueblo citadino, al tiempo que muestran el despliegue de imaginarios urbanos asociados a su proceso de modernización, en tanto sus transformaciones materiales, evidenciadas en poblaciones y en el matadero modelo, fueron iniciativas que también buscaron modificar el comportamiento de los sectores populares. Ello permite confirmar que desde fines del siglo XX el Estado, en tanto agente urbanizador de las periferias urbanas, no solo buscó encarar el problema de la habitación e higiene pública, sino que también desplegó un proceso que sedimentó cambios sociales, culturales y morales.

El análisis de fuentes literarias es un valioso aporte para representar la transformación física de la periferia; permite además aproximaciones a los imaginarios asociados a procesos de modernización urbana y a los modos de vida allí configurados. Escritores tales como Alberto Romero y Carlos Sepúlveda representaron en sus obras aquellos espacios habitados por matarifes, obreros industriales y por el gentío que llegaba atraído por sus calles pletóricas de comercio popular. Asimismo, los autores cercanos al mundo popular sintonizaron con las demandas urbanas debatidas en un contexto de abrumadoras penurias sociales. Por tanto, las carestías de la época fueron representadas por algunos escritores que optaron por denunciar la pobreza urbana sin caer en visiones despectivas.

La modernización urbana del barrio Matadero debe ser comprendida como parte del advenimiento de la ciudad en expansión, caracterizada por el explosivo crecimiento demográfico y físico de Santiago, así como por el ideario de progreso que descansó en los cambios culturales experimentados por su sociedad urbana. La modernización fue representada de manera dual, al condensar imaginarios híbridos entre el arrabal y la ciudad moderna, entreverando su condición semirural junto con su aspecto urbano. Es decir, los cambios físicos y socioculturales de la periferia sur de Santiago, desde comienzos del siglo XX, posibilitaron la coexistencia entre el incipiente loteo de poblaciones en terrenos no urbanizados y zonas que ya contaban con vocación habitacional, industrial y comercial. Progresivamente, el barrio Matadero terminó por ceder su condición de periferia hacia el sur del Zanjón de la Aguada, es decir, el Llano de Subercaseaux y terrenos contiguos conformaron el nuevo límite sur de Santiago.

Así, la periferia devenida en ciudad catalizó una cultura urbana protagonizada por matarifes, obreros y habitantes populares, quienes volcaron sus vidas en lo que otrora fueron los extramuros de la ciudad consolidada. Si bien el proyecto de transformación urbana de Santiago creado por Vicuña Mackenna buscó diferenciar la “ciudad culta” respecto de los “arrabales incivilizados”, es posible señalar que su modernización urbana fue un proceso que, de forma indisoluble, terminó por relacionar al centro con sus periferias. En este sentido, la incorporación de proyectos modelos e instalaciones fabriles y comerciales propició que el barrio Matadero fuera integrado al área consolidada de Santiago, adquiriendo, para fines de la década de 1930, características y problemáticas propias de una ciudad en expansión.

 

 

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Recibido: 27/05/2019

Aceptado: 09/04/2020

Versión final recibida: 20/05/2020



* Artículo desarrollado en el marco del proyecto “La ciudad que no fue. Revisión crítica de planes y proyectos de ciudades en la emergencia del urbanismo en Chile (1872-1929)”, FONDECYT Regular 1161669, duración 2016-2019.

** Pablo González: Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, Chile, ORCID 0000-0002-5108-6620, pbgonzalez1@uc.cl; Macarena Ibarra; Pontificia Universidad Católica, Santiago de Chile, Chile, ORCID 0000-0001-8203-0278, mibarraa@uc.cl