Revista
Estudios Avanzados 32(1),
junio 2020: 94-98 · ISSN
0718-5014
Reseña
Mansilla, Miguel y Orellana, Luis. (2018).
Evangélicos y política en Chile 1960-1990. Política, apoliticismo y antipolítica.
Santiago de Chile, Universidad Arturo Prat y RIL Editores.
Nadie puede negar que los autores Miguel Mansilla y Luis Orellana son, hoy en día, dos de los investigadores más prominentes del pentecostalismo chileno. El libro que presentamos a continuación no solo es un paso más en su productiva trayectoria académica, sino que resulta una poderosa declaración que rompe con varios mitos sobre los evangélicos en América Latina, tomando como foco el contexto chileno. El título de la obra, Evangélicos y política en Chile 1960-1990. Política, apoliticismo y antipolítica, ya denota una fascinante discusión sobre lo religioso y lo político, en torno a dos elementos que se han colocado en el centro de las discusiones académicas cada vez con mayor intensidad.
Los procesos de desecularización y de incidencia de lo religioso dentro del espacio público, ejemplificados en casos como el de Bolsonaro en Brasil o la discusión sobre el aborto y el matrimonio igualitario, obligan a las ciencias sociales a agudizar sus reflexiones en torno a los vínculos entre ambos campos. Para muchos, este escenario es una evidente amenaza al carácter laico de los Estados; para otros, una oportunidad de integrar valores religiosos dentro de las políticas públicas. A partir de este panorama, el libro de Mansilla y Orellana vuelve a colocar sobre la mesa el grado de politización que se vive dentro del campo religioso y el grado de sacralización que experimenta la esfera política. Aunque los autores se centran en la segunda mitad del siglo XX, el libro adquiere una frescura teórica con el análisis histórico-crítico que permite voltear a ver nuestra contemporaneidad y los procesos político-religiosos que estamos viviendo en la región.
La estructura del libro cuenta con una introducción, cinco capítulos de análisis y las reflexiones finales, centrándose en la temporalidad de la dictadura militar entre 1973 y 1989. Durante ese lapso se cometerían sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos. En cifras de los autores, suman al menos 28.259 víctimas de prisión política y tortura, 2.298 ejecutados y 1.209 detenidos desaparecidos. Esta lamentable etapa de la historia chilena permitió una polarización entre los evangélicos, recrudecida debido al apoyo o rechazo al gobierno militar. En este sentido, antes del golpe de Estado del año 73 existía, en las ciencias sociales y en la opinión pública, un imaginario generalizado de considerar a los evangélicos como un sector vinculado con la izquierda y como una religión de los pobres. Sin embargo, con la llegada de Pinochet al poder, se trasladaría dicho imaginario hacia el conservadurismo, el anti-izquierdismo y la incondicionalidad a la dictadura.
De esta forma, los autores trazan su objetivo formal: “hacer una reflexión analítica de las distintas posturas de los evangélicos en Dictadura, especialmente centrada en los dos extremos: la prodictadura y la antidictadura” (Mansilla y Orellana, 2018: 17). No obstante, se logra identificar un objetivo implícito, a mi parecer, que responde al compromiso ético-moral de los autores como intelectuales pertenecientes al pentecostalismo; romper con la idea preconcebida de que todos los evangélicos apoyaron a la dictadura militar. Para ello, utilizan como fuentes académicas las obras de Lalive d’Epinay (1968) y de Evguenia Fediakova (2013). Pero el centro del análisis se condensa en dos cartas escritas por grupos de líderes evangélicos. La primera es la Declaración de las Iglesias Evangélicas chilenas en apoyo al Gobierno militar, entregada por el Consejo de Pastores (CP) y bautizada como la “Carta Maldita”; y la otra, Carta abierta al General Augusto Pinochet, presidente de la República de Chile, aka “Carta Bendita”, entregada por la Confraternidad Cristiana de Iglesias (CCI).
El análisis se divide en los capítulos siguientes: (1) “Organizaciones evangélicas en el periodo de dictadura (1973-1989)”; (2) “La política del apoliticismo”; (3) “La Carta Maldita: los factores que influyeron en la Declaración de las Iglesias Evangélicas Chilenas en apoyo al Gobierno militar (1974)”; (4) “Cuando el opio se rebela: influencias y vínculos internacionales de la Confraternidad Cristiana de Iglesias (Evangélicas) en su crítica a la Dictadura Militar y su proyecto de sociedad (1981-1989)”, y (5) “La Carta Bendita: Carta Abierta al General Augusto Pinochet, presidente de la República de Chile (1986)”. En el primer capítulo se describen las distintas formas de organización de los evangélicos y se aportan tres razones del por qué un grupo importante de líderes decidió apoyar al régimen: por miedo a ser acusados de comunistas, socialistas o izquierdistas; por coerción ante la posibilidad de perder la personalidad jurídica, y por oportunismo político, pues ante una Iglesia Católica crítica de la dictadura los evangélicos vislumbraron la posibilidad de ser considerados como religión oficial.
El segundo
capítulo profundiza en los conceptos de política, apoliticismo y antipolítica.
Para los autores, el ser apolítico es una condición difusa que solo se afirma
en palabras, pero que en los hechos deviene en una postura política. Es así
como el evangélico se consideró apolítico más por miedo que por neutralidad, y
esa indiferencia legitimó al gobierno en turno. Sin embargo, tal idea de
apoliticismo no es exclusiva del mundo evangélico chileno, sino que es
considerada una característica generalizada de los evangélicos en toda América
Latina, principalmente por ser herencia de los misioneros protestantes que
llegó a traducirse en anticomunismo, antizquierdismo y en “desconfianza en la
democracia y legitimación social y política, [y] por tanto, afines a un
discurso político conservador” (Mansilla y Orellana, 2018: 69).
Por su parte, el capítulo tres analiza la “Carta Maldita” y los factores que influyeron para que un grupo de pastores evangélicos apoyara al gobierno militar. La entrega de esta carta permitió una alianza explícita con la dictadura y, al mismo tiempo, la ruptura de una tradición autodeclarada como apolítica. El año de 1974 marcaría un antes y después en la historia de la relación entre evangélicos y política, porque no solo se verían beneficiados como minoría religiosa, sino que por primera vez un presidente asistiría a un culto evangélico, siendo un preámbulo del Tedeum Evangélico. Es así como el gobierno buscó el apoyo de los evangélicos para legitimarse ante la sociedad debido a la crítica que recibió de parte de la Iglesia Católica y desde el extranjero por las violaciones a los Derechos Humanos. El acercamiento a los pentecostales que se encontraban entre las poblaciones más pobres permitió ejercer una fuerte presencia en un sector donde predominaban ideas socialistas; de ahí que los autores determinen que el miedo fue el factor de legitimación del régimen.
En el capítulo cuatro se describen los vínculos internacionales de la CCI en su crítica a la dictadura militar, como organización antagónica al CP. Esta recibió una fuerte influencia del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), las Iglesias Reformadas de Holanda, el Seminario Bíblico Latinoamericano, la Misión de Basilea de Suiza, entre otras organizaciones vinculadas con la Teología de la Liberación. Ante esto, era evidente que las líneas argumentativas de sus críticas al régimen giraron en torno al capitalismo neoliberal, al mercado, el desamparo de los pobres y a la denigración del trabajo. La CCI emitiría diez cartas abiertas entre 1983 y 1988.
La carta,
presentada el 29 de agosto de 1986, se convierte entonces en el centro de
reflexión del capítulo cinco. En él, los autores llevan a cabo un análisis del
contenido de dicha misiva, determinando cuatro características distintivas: fue
una crítica directa a la dictadura; producto de una necesidad sentida,
experimentada y formulada por la comunidad religiosa; es una carta que resulta,
por ende, resistente y liberadora, argumentada desde la Biblia; y busca
beneficio para toda la sociedad chilena. De esta manera, en palabras de los
autores, la carta “es un documento histórico significativo para la memoria, los
derechos humanos, la conmemoración del retorno a la democracia, las
investigaciones políticas de la religión y para el conocimiento y
reconocimiento de algunos grupos evangélicos de América Latina como minorías
activas o movimientos de resistencia activa” (Mansilla y Orellana, 2018: 149).
Los autores desmitifican la idea generalizada que se tiene en las ciencias sociales de vincular a los evangélicos con la derecha y la dictadura militar. Una narrativa que persiste en la sociedad actual, pero anexando nuevos matices y elementos, como la “ideología de género”, complejizando aún más la ya embrollada relación entre religión y política. En este sentido, el libro mantiene una postura teórica que evoca la desprivatización de la religión. Sin embargo, los autores son sumamente críticos del “cinismo político-religioso en tanto los evangélicos se autodeclaran apolíticos” (Mansilla y Orellana, 2018: 28), aunque estableciendo siempre una subordinación al régimen de Pinochet.
El libro es una importante fuente de análisis e información sobre la historia chilena, que procura desmitificar viejas ideas estigmatizantes sobre los evangélicos. Es además una poderosa crítica de la intelectualidad pentecostal sobre los sectores más conservadores de la población evangélica, que intentan capitalizar la representatividad de todos los evangélicos en Chile. Tal fenómeno se ha reflejado recientemente en varias organizaciones de líderes religiosos que se han autoproclamado representantes de la Iglesia Evangélica, comunicando a la sociedad una falsa idea de homogeneidad y consenso dentro de dicho subcampo religioso.
René A. Tec-López
Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de
Santiago de Chile
Santiago de Chile, Chile
ORCID 0000-0003-0958-6629
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Recibido: 09/04/2020
Aceptado: 22/04/2020
Versión final recibida:
26/06/2020