La memoria es la insistencia de recordar: actos de transmisión, producción de presencia y mediación temporal en Cien Tierras de Hellen Ascoli
Revista
Estudios Avanzados 37,
diciembre 2022: 107-120. DOI
ISSN 0718-5014
La memoria es la insistencia
de recordar: actos de transmisión, producción de presencia y mediación temporal en Cien Tierras de Hellen Ascoli
Memory is the Insistence on Remembering:
Acts of Transfer, Production of Presence and Temporal Mediation in Hellen
Ascoli’s Cien Tierras
Bárbara
Pequeño Roessler[1]
Resumen
Discutiremos en torno a tres piezas puntuales de la obra de la tejedora
guatemalteca Hellen Ascoli pertenecientes a la exposición Cien Tierras (2020), las cuales serán exhibidas y analizadas a lo
largo del texto con especial atención a su relación con los conceptos de performance,
presencia y tiempo, y cómo estos aparecen vinculados a la práctica de la
artista. Nuestra hipótesis a desarrollar es que las tres piezas/instalaciones
textiles de Hellen Ascoli que aquí se presentan tensionan y replantean las
nociones de presencia y temporalidad mediante una matriz performativa de
entender la producción y recepción del textil.
Palabras clave: textil,
performance, producción de presencia, temporalidad.
Abstract
In this
article we discuss three specific pieces from the work of the Guatemalan weaver
Hellen Ascoli, belonging to the exhibition Cien
Tierras (2020). It will be exhibited and analyzed throughout the text with
special attention to the relationship with concepts as performance, presence
and time, and how these appear linked to the artist’s practice. Our hypothesis
to develop is that these three textile pieces/installations made by Hellen
Ascoli tension and rethink the notions of presence and temporality through a
performative matrix of understanding the production and reception of textiles.
Keywords: textile, performance, presence
production, temporality.
Introducción
El arte textil posee una multiplicidad de aristas de estudio
debido a la versatilidad de capas de significado que convoca desde su lugar
material, su rol social y de memoria. En este caso, nos centraremos en los tres
niveles mencionados para discutir un modo ampliado de comprensión del textil en
tanto ciclo de producción y recepción y cómo este ciclo afecta los cuerpos que
en él se implican, la espacialidad y la temporalidad. En lo sucesivo,
plantearemos cómo la exposición Cien
Tierras (2020) de la tejedora guatemalteca Hellen Acoli y, más puntualmente,
tres piezas/instalaciones textiles en ella contenidas: “¿Cómo está tu corazón? – Achike’ rub’anön ak’u’x – How Is Your Heart?”,
“Cien tierras” y “La memoria es la insistencia de recordar”, permiten
tensionar y replantear las nociones de presencia y temporalidad a través de una
matriz performativa para entender la producción y recepción del textil. Dicha
matriz nos permitirá entender el acto repetitivo o “conducta restaurada” que se
da en el tejer como gesto comunicante y dotado de significado tanto estético
como social y cultural que urde una
red más amplia de sentidos a partir del hacer con materiales.
Hellen
Ascoli y la performatividad en el textil: actos de transmisión
La obra de la tejedora Hellen Ascoli es definida por ella
misma como una investigación del cuerpo, los objetos y el territorio, desde los
afectos y las redes que se tejen en
el hacer de la tejeduría. Mediante instalaciones textiles, kinéticas y
performáticas que realiza, la artista busca romper y cuestionar los paradigmas
que separan el cuerpo de la mente y el hacer del pensamiento. En sus propias
palabras, sacadas de la declaración de artista de su sitio web, su trabajo se
describe como
una
investigación efectiva y sintética sobre el cuerpo-objeto-lugar. El ímpetu de
mi práctica artística puede entenderse a través del sistema propioceptivo que
es el sentido de ubicación interno del cuerpo. Este surge a través de estímulos
internos o externos referentes a la presión, balance y movimiento y junto a
nuestros otros sentidos nos permite estar conscientes de nuestra ubicación.
¿Cómo
se siente el cuerpo cuando se encuentra con otra persona? ¿Cómo aprende el
cuerpo los límites materiales y de los objetos? ¿Cómo se ubica a sí mismo en un
paisaje? ¿Cómo percibe sus límites sin un contexto dado? ¿Cómo organiza la
información para articularse y/o mantenerse? (Ascoli, s.f.)
Es central en su obra el uso del telar de cintura,[2]
técnica precolombina tradicional de Centro América, que funciona, a su manera,
como un acto de territorialización en tanto vínculo con un espacio físico y
geográfico, así como también una unión de la práctica —el hacer— con la propia
corporalidad y su performatividad. En dicha técnica la tejedora está atada al
telar y es la propia fuerza de su cuerpo la que le da tensión a la urdimbre.
Asimismo, es imposible ignorar cómo son los gestos del cuerpo —la resonancia,
acaso, de un gesto transmitido y memorizado por generaciones— los que mantienen
y dan vida a estas prácticas y, finalmente, a estos objetos textiles, que
operan también como sujetos sociales en muchos ritos y momentos de nuestras
vidas. Aparecen así, junto a este corpus, las interrogantes metodológicas de
cómo pensar y categorizar el objeto de estudio, puesto que sus límites no se
encuentran enmarcados como sería el caso de una pintura o una escultura.[3]
Más bien los objetos textiles que propone Ascoli —los cuales han sido también
definidos como instalaciones textiles— exponen y traen a la discusión los
procesos culturales del ciclo textil en su extensión, incluyendo la relación
con el cuerpo de quienes recepcionan la pieza de arte.[4]
Por lo mismo, la decisión metodológica que más nos ha hecho sentido a lo largo
de esta investigación ha sido guiarnos por el concepto de performance a
partir de las definiciones que hace Diana Taylor de este concepto, pero, sin
embargo, ampliándolo de alguna manera hacia una conversación con la performance
como expresión artística y no solo un comportamiento social. Taylor (2017)
esquematiza los registros en los términos “archivo” y “repertorio” como una manera
alternativa de entender aquello que se registra en las culturas en que hay una
tensión constante por la hegemonía entre lo escrito —entendiendo dentro de esta
categoría lo que entra dentro de una categoría de lo prestigioso aun sin ser
estrictamente algo escrito— y lo corporalizado.
La
tensión entre lo que llamo el archivo y el repertorio ha sido construida, a
menudo, como existente entre el lenguaje escrito y el oral. El archivo incluye,
pero no se limita a textos escritos. El repertorio contiene performances
verbales —canciones, rezos, discursos— así como prácticas no verbales. La
división escrito/oral capta, en cierto nivel, la diferencia entre el archivo y
el repertorio [...], en tanto los medios de transmisión difieren
así como lo hacen los requerimientos de conservación y diseminación. (Taylor,
2017: 61)
En este sentido, y volviendo a lo planteado anteriormente, al
hablar de escritura y cultura letrada estamos hablando también de una hegemonía
en términos de memoria, que ha de imponerse de manera más fácil por cómo los
dispositivos históricos, hechos por las mismas instituciones modernas que los
validan, están construidos. En gran medida, eso se debe a la supuesta
dificultad de registrar aquellos conocimientos que no entran en la esfera de la
cultura letrada y, por otro lado, la exclusión cultural que existe a la hora de
validarlos como objetos de archivo. Decimos supuesta dificultad, debido a que
el concepto de registro que en dicha noción se pone en juego es un concepto
aplicado al registro de ciertos tipos de prácticas de conocimiento, y, por lo
tanto, tiene muchos puntos ciegos a la hora de evaluar la noción de “permanencia” y “duración”. Al
respecto, quisiéramos acotar que el problema y discusión respecto a la cultura
letrada no es menor en nuestro análisis, dado que los textiles con que
estaremos trabajando problematizan en gran medida esta dimensión del saber y,
en última instancia, a la institución de la cultura letrada como bastión de una
determinada episteme que articula dispositivos de memoria determinados y niega
otras formas de hacer memoria al escribir alfabéticamente en y con los tejidos
fragmentos de texto a modo de comunicación multimodal. Por lo mismo, será importante
también repensar el paradigma de memoria e historicidad que asumimos a la hora
de analizar los textiles de Ascoli. La imposibilidad de registrar/reproducir la
realización artística, que se vincula directamente con el problema de la
presencia, retención y registro de la realización artística, ha sido comentado
extensamente por Peggy Phelan (1993), quien sostiene que la performance
más que sobre lo que aparece o se hace presente, trata de la desaparición, de
lo efímero. Por su parte, Taylor, en el estudio ya citado, toma una postura
similar, indicando que
La
pregunta sobre la desaparición relacionada con el archivo y el repertorio
difiere tanto en modo como en grado. La performance en vivo nunca puede ser
captada ni transmitida a través del archivo [...]. La memoria corporalizada,
por el hecho de suceder en vivo, excede la habilidad, que tiene el archivo, de
captarla. Pero eso no quiere decir que la performance —como comportamiento
ritualizado, formalizado o reiterativo— desaparezca. (Taylor, 2017: 57)
En el caso puntual de nuestro objeto de estudio, estamos
hablando de una performance diferida
que no cuenta con una copresencia de realizadores y espectadores, pero que, sin
embargo, en la huella —las piezas textiles, los gestos, los afectos— que deja,
sigue resonando, haciendo un juego de presencias y ausencias, y planteando
igualmente la pregunta sobre la desaparición, la memoria y la transmisión. A
este respecto, cabe preguntarse el rol que el textil juega en este esquema: ¿es
tan solo un documento archivable o tiende a ser un dispositivo de memoria
corporalizada? Apoyándonos nuevamente en Taylor como marco, podríamos afirmar
que la performance no carece de instancias de memoria y transmisión, sino que
esta posee sus propios sistemas específicos de representación, distintos a los
que le son propios a los elementos susceptibles al sistema del archivo.
Generalmente, la performance centra sus esfuerzos en una presentización
de la acción, dado que los actos corporalizados, para mantenerse, deben estar
constantemente actualizándose.
Del
mismo modo, y en diálogo con Richard Schechner (2000), podemos entender la performance
como “conductas restauradas” o “practicadas dos veces”, es decir,
actividades
que no se realizan por primera vez sino por segunda vez y ad infinitum. Ese proceso de repetición, de construcción (ausencia
de “originalidad” o “espontaneidad”) es la marca distintiva de la performance,
sea en las artes, en la vida cotidiana, la ceremonia, el ritual o el juego.
(Schechner, 2000: 13)
La idea de la tejeduría como una performance estaría basada
en la conducta restaurada que es su gestualidad repetida e imitada en el
tiempo, la cual, pese a sus variantes, adquiere un significado, resultados y
noción de colectividad o comunidad.
Es necesario
hacer el alcance respecto a que archivo y repertorio no son una oposición, sino
sistemas diferentes de transmisión que trabajan generalmente juntos:
Los
diferentes sistemas de transmisión posibilitan maneras diferentes de conocer y
ser en el mundo; el repertorio brinda apoyo a la “cognición corporalizada”, al
pensamiento colectivo y al saber localizado, mientras que la cultura de archivo
favorece el pensamiento racional, lineal, el así llamado pensamiento objetivo y
universal, y el individualismo. (Taylor, 2017: 18)
Particularmente, nos centraremos en la noción de repertorio
puesto que es aquella que se condice con el modo en que estamos estudiando el
textil en su complejidad de formas, estructuras y significados sociales. Nos
interesa particularmente hacer dialogar el concepto de cognición corporalizada
con el de embodied mind aludido por
la teórica Erika Fischer-Lichte (2011) para plantear el fenómeno de la
presencia y las relaciones que se conforman en la realización artística,
especialmente en el teatro, donde el actor aparece como una mente corporalizada
—embodied mind— al generar presencia (Fischer-Lichte, 2011: 203). Dicho
planteamiento permite discutir y, de algún modo, superar las dicotomías del
pensamiento cartesiano que dividen cuerpo/mente o cuerpo/conciencia, para dar
lugar a una operación continua de ambas, o como señalará Taylor en las citas ya
expuestas, una operación conjunta de distintos registros que dependen de un
soporte corporal y de uno mental.
Fischer-Lichte señala, respecto a la representación escénica, cómo la
producción está inseparablemente vinculada al cuerpo y “el ‘artista’ productor
no se puede separar de su material” (Fischer-Lichte, 2011: 157). En el tejido
del telar de cintura, valdría decir que la producción también está íntegramente
ligada al cuerpo y no pareciera ser posible separar al artista del material
producido en la medida que la fuerza que hila esa pieza depende de la
corporalidad y presencia de un sujeto, así como numerosas tradiciones respaldan
la idea que cada pieza posee la subjetividad y la marca personal del o la
tejedora como cuando se da a luz a un hijo (Arnold y Espejo, 2013).[5]
Así como afirmamos que es en la presentización donde la performance basa
su transmisión, es en el cuerpo y sus gestos donde el textil vive y se
transmite, más allá del objeto mismo, con un rol social.[6]
Volviendo a nuestra pregunta anterior, nos inclinamos más por la opción de
entender el textil como una metáfora de los cuerpos, pieles y tejidos que se
ponen en juego en la obra de Ascoli, es decir, es un dispositivo vivo que tiene
lugar como sujeto actante dentro del flujo de fuerzas y trayectos dentro del
ciclo textil y posibilita/facilita la presentificación de los cuerpos.
La
producción de presencia/presente a través de la tela
Ciñéndonos a las definiciones dadas por Fischer-Lichte, la
presencia se delinea como un modo particularmente intenso de actualidad (Fischer-Lichte,
2011). En dicha actualidad se ven involucradas dimensiones auráticas de la
experiencia y, sobre todo, estas se experiencian desde nuestro cuerpo
fenoménico, nuestro ser-en-el-mundo. Pero ¿cómo se produce presencia? ¿qué
mecanismos se activan para transmitir esta fuerza? Fischer-Lichte, señala al
respecto que
en
el ámbito de la estética, la presencia se considera una cualidad estética
específica no solo atribuible —mucho menos primordialmente— al cuerpo humano, sino sobre todo, cuando no exclusivamente, a los objetos de
nuestro entorno y, en parte también, en el sentido de efectos-presencia (Präsenz-Effekten), a los productos de
los medios técnicos y electrónicos. (Fischer-Lichte, 2011: 192)
Esta desarticulación del pensamiento del cuerpo humano como
centro de la experiencia estética será sumamente importante para la formación
de una experiencia ampliada más allá de los sujetos, en función del ciclo mismo
que en el textil se experimenta, poniendo la producción, el hacer y el gesto en
el centro de este acto de transmisión. Nos interesa comentar en la misma línea
el modo en que la autora define la relación con la dicotomía cuerpo/mente, la
cual se borraría en las relaciones auténticas de presencia: “La presencia es un
tipo de fenómeno del que ningún modo puede darse cuenta recurriendo a las
categorías de la dicotomía cuerpo/mente o cuerpo/conciencia: hace, antes bien,
que esta se desmorone, la suprime” (Fischer-Lichte, 2011: 203). Es precisamente
ahí donde eliminamos o, más bien, optamos por complejizar el binarismo
cuerpo/mente, que la fuerza transformadora de la presencia se presenta como lo
que ella denominará “concepto radical
de presencia”; un momento en que
en
presencia del actor el espectador experimenta, siente al actor y, al mismo
tiempo, a sí mismo como embodied mind,
como seres en permanente devenir: la energía circulante es percibida por él
como fuerza transformadora y, por lo mismo, como fuerza vital. (Fischer-Lichte,
2011: 204)
La visión de la presencia como fuerza vital transformadora se
vincula con lo que señala Schechner respecto a cómo las performances son
capaces de efectuar cambios de una realidad a otra (Schechner, 2000: 35). El
textil visto desde el prisma de la performance opera transformando
estética, social y realmente a los sujetos al estar imbricado en relaciones no
solo “admirativas” sino también
de intercambio, comercio y, en definidas cuentas, comunitarias, al estructurar
un tejido social del que sus participantes forman parte.
La
manera de pensar el cuerpo en el concepto radical de presencia que propone
Fischer-Lichte, es decir más allá de la dicotomía cuerpo/mente, junto con la
mirada de la performance como un acto transformador de elementos
simbólicos y reales serán muy importantes para la comprensión de la obra de
Ascoli, así como para el marco teórico que proponemos. Podemos experimentar el
concepto radical de presencia actuando al aparecer la relación simbiótica y fluida entre tejedor y
tejido, cuyos cuerpos se necesitan mutuamente para conformarse como tales y
aparecer en dichos roles sociales. Como mencionamos en el apartado anterior,
para esta performance, la mediación del tejido como objeto es necesaria,
pero no solo en tanto objeto, sino que medio por el cual se canaliza el gesto
que conecta a las personas a través de las redes sociales que el ciclo textil
conforma. En la misma línea, como objeto, un tejido o una pieza tejida tiene
agencia propia al convocar la presencia —interroga sobre la ausencia— y la memoria,
al contener dentro de sí la memoria de una transmisión corporalizada, la
cognición corporalizada y el concepto de embodied
mind. Los significados a los que apelan las obras de Ascoli no recaen
solamente en su sentido estrictamente actual
e instantáneo —el enfrentarse cuerpo a cuerpo con los colores, la posición, el
movimiento de la obra— sino que apelan también a una memoria histórica y a una
temporalidad relacionada con lo que ya no está, con la ausencia y la
desaparición. Tal memoria es convocada en parte por su condición de conducta
restaurada. En cada gesto se actualiza un cuerpo que estuvo, se renueva el
pasado, quizá entendiendo, como discutiremos un poco más adelante, que no es
tan simple como compartimentar el tiempo. Dicha comprensión común de la
articulación de sentido de mundo será trascendental también, puesto que la
misma red social que se articula en torno al ciclo textil es la que permite que
comprendamos al textil no solo como un objeto sino también como un cuerpo que
agencia. Es importante entender que en esta articulación espacio temporal de
objetos textiles hay una recepción múltiple y comunitaria. Si nos ceñimos, por
el caso que estamos analizando, al lenguaje de las galerías, a la audiencia que
experimenta un visionado de la obra y cuyo cuerpo se hace presente, se
evidencia en la observación y experiencia de las piezas textiles de la obra de
Ascoli al aparecer como sujeto-eslabón del ciclo textil. Nos parece inevitable
pensar en Merleau-Ponty, cuando en Lo
visible y lo invisible (2010) plantea la reversibilidad de los sentidos —específicamente,
de la vista y del tacto— ya que, así como vemos, podemos ser vistos; así como
tocamos, estamos siendo tocados, al mismo tiempo. El tacto se presenta en esta
relación como una potencialidad que forma el cuerpo en sí, en su accionar: el
cuerpo como tacto, más que como cuerpo tocante.
Ello se da y se explica por el autor a partir de la noción de “carne”, “medio formador de sujeto y
objeto” (Merleau-Ponty, 2010: 133), que, sin embargo, no debe ser entendido
como una unión ni compuesto de dos substancias, sino “pensable por sí misma” (Merleau-Ponty, 2010: 127). La carne
juega para Merleau-Ponty el sentido del espacio intercorpóreo en el que nos
desenvolvemos como cuerpos estesiológicos, a la vez que esa carne conforma
parte del cuerpo mismo que somos y del mundo y sus cosas. Sería a través de
esta carne del mundo que conformaría también la textilidad de los objetos que
Ascoli fabrica, que los
cuerpos/sujetos pueden conectarse, en ese espacio intercorpóreo, que nos
constituimos como cuerpos tocantes que afectan y son afectados en un movimiento
continuo. ¿No sería, entonces, esta tela que nos presenta Ascoli un modo de pensar
la carne del mundo? Visto de esta manera, la dimensión receptiva de la
performance textil que estamos comentando toma especial relevancia sobre el
proceso textil, ya que el público que ve, toca y experiencia los textiles en la
galería en cuestión estaría también siendo parte, presenciando desde sus propios cuerpos parte del ciclo textil.
Del mismo modo, se les está exponiendo su condición de cuerpos sintientes de
manera reversible, en la forma también de una resonancia y huella de lo que
otros cuerpos han accionado anteriormente, o bien con la agencia que el textil
posee para convocar una presencia. Un concepto radical de presencia, en tanto
se funden las categorías sujeto/objeto, cuerpo/mente, para pasar a un
pensamiento de deriva, campos de fuerza y trayectos.[7]
Entramos
en pugna acá con algunas de las ideas planteadas por Fischer-Lichte puesto que,
bajo su mirada, los medios técnicos solo producirían un efecto-de-presencia,
una apariencia, dada por los objetos producidos mediante la descorporalización
humana y no ya por la fuerza transformadora de la experiencia del concepto
radical de presencia. Si bien podría tener un buen argumento pensando en
matrices productivas del capitalismo y, más puntualmente, los medios técnicos
productores de imagen, creemos que no toda producción técnica puede ni debe
pensarse desde esa mirada, puesto existen procesos productivos que trabajan en
lógicas aparte o que pueden pensarse de maneras alternativas. Para aterrizar la
discusión, queremos mencionar cómo la obra de Ascoli toma la decisión política
de tocar la producción y hacerla aparecer como un asunto políticamente
relevante al cuestionar las dinámicas —individualistas— de la mirada y la
recepción del arte como lo pensamos, poniendo en relieve un pensamiento
comunitario de la obra. En dicho esquema, es fundamental el medio técnico del
telar para producir y dialogar entre cuerpos dentro del ciclo textil que
anexiona eslabones distintos de acción y produce objetos que agencian la
presencia, es decir, el textil. Proponemos en este caso nuestra mirada del
textil como ciclo social y performativo, oponiéndose a una razón productiva, en
el entendimiento que su finalidad última no es solo crear un objeto que habite
el mundo, sino que el ciclo mismo de fabricación y la existencia posterior de
este acompaña a las personas en sus vidas, así como su existencia forma redes
sociales que permiten también un pensamiento productivo desde lo comunitario.[8]
Insistimos así en el rol que tiene el textil en la generación del concepto
radical de presencia (Fischer Lichte, 2011) que permite al espectador sentir
también su condición de embodied mind,
cuerpo tocante, partícipe de una deriva de acciones, afectos y sentidos que se
urden en el ciclo textil. Aquello que aparece, aún en su fugacidad, como el
gesto de quien urde y teje el punto. Los conocimientos corporalizados que dan
vida a un lenguaje que solo vive en el instante en que es encarnado frente a nosotros, pero se
mantiene resonando, mantiene su rastro y llega a nuestros cuerpos tocantes
mediante la pieza textil. De este modo, el textil media en la producción de
presencia: es en sí una gestualidad productora de presencia.[9]
Por lo
mismo, concordamos con la perspectiva de Jean-Luc Nancy al pensar la presencia
como un acto mediante el cual las cosas son puestas delante de nosotros mediante la pro-duccción misma de la cosa. En
dicho esquema, el arte es la técnica productiva de presencia por excelencia y
que, además, no cuenta como una cualidad propia de un objeto —en este caso, el
objeto textil— sino del acto mismo de ser puesto delante (forward) (Nancy, 1997).
El
presente de la presencia no está en el
tiempo, estaría sustraído de la temporalidad y la representación del tiempo:
The present of presence is not in time, it is ahead of
time, in front of time. Or it is within it, not in its course, but in its most
intimate heart or hollow. It is pure time subtracted from temporality: the
space in which pure time opens out and inexposes itself. Space does not
represent time, distends time, distending the very moment to expose this
present that does not pass, and that is time itself, negativity imposed for
itself. (Nancy,
1997)
Asimismo, como se mencionó anteriormente, creemos que la
presencia no se expresa solamente en aquello que aparece evidentemente, sino que también en lo que ya no aparece, lo que
resuena y se mantiene, puesto que la memoria es también un acto de presentificación.
En este sentido, la tejeduría puede entenderse como un modo no de representar o
marcar el paso del tiempo, sino que de distender, sostener, el tiempo en un mientras, una
duración determinada, como procederemos a revisar a continuación.
Ahora, y
en resonancia con Nancy y la discusión previa con Fischer-Lichte, cabe
preguntarse si es posible una producción de presencia completamente natural,
sin ningún medio técnico. Ya que la técnica en sí es también el origen del arte
y su realización, sería difícil pensar en una obra que genere una experiencia
radical de presencia sin ningún tipo de mediación técnica. En razón de la
naturaleza de este artículo, el argumento central y el espacio que aquí
poseemos, esta pregunta quedará abierta para futuras reflexiones.
El
tiempo y el textil
Hablamos ya de la presencia, de cómo un cuerpo y una obra
tensionan el concepto mismo de la presencia y deriva esto en la puesta en
suspenso del presente. ¿Cómo relacionamos un objeto producido con el tiempo?
¿cómo relacionamos un cuerpo con el tiempo? ¿cómo se relacionan estos dos en
el tiempo?
Naturalmente,
todo proceso productivo está ligado a una temporalidad. La experiencia, como
podemos pensar a partir de Heidegger, está sustentada en un tiempo y no hay
experiencia sin temporalidad. El tiempo se da para el suceder,
puesto
que el Dasein existe esencialmente como arrojado y cadente, en su ocupación
interpreta el tiempo en la forma de un cómputo del tiempo. En él se temporiza el verdadero hacerse
público del tiempo; y de esta manera se debe decir que la condición de arrojado del Dasein es la razón de que “haya” un tiempo
público [...]. El “tiempo público” se revela como el tiempo “en el que”
comparecen dentro del mundo los entes a la mano y los entes que están-ahí. Y,
por consiguiente, estos entes que no tienen el modo de ser del Dasein deberá
llamárselos intratemporáneos.
(Heidegger, 1997: 428-429)
En este “hacerse público del tiempo” es que descansa la
experiencia “intratemporal”,
nuestro común habitar del tiempo, que se expresa como el tiempo del Dasein
caído en la experiencia del mundo y que, por lo tanto, su tiempo es también un
tiempo que se da. Sin embargo, este
tiempo que se da, como podemos suponer, no vive como una abstracción, sino que
en una estructura relacional del “ahora”, “entonces”, “luego”, lo que Heidegger
denomina “databilidad” (Heidegger, 1997: 424).
En la
misma línea, como actividad técnica, productiva y material, el tejido no puede
pensarse fuera de la experiencia de la cotidianeidad y del estar arrojado al
mundo y su tiempo. Esta temporalidad será “datada”, relacional, puesto que es la de un tiempo que se da, se
ocupa. Sin embargo, me parece interesante evidenciar cómo el gesto de la
tejeduría extiende y mantiene un ahora en su recursividad, que hace, de alguna
manera, descentrar la sucesión del ahora-entonces-luego. Si graficáramos el
tiempo del textil este sería más que una línea recta, un espiral o un círculo
que vuelve en sí, intensificando un ahora que, un mientras, que se estira en el
tiempo y sale de las derivaciones de la cotidianeidad, pero que sin embargo
proyecta un crecimiento sobre sí. Un fenómeno que resuena y concomita con la
idea de ocupación expuesta por
Heidegger, vinculada directamente con la concepción del mientras:
La
ocupación, en su estar a la espera, puede articular, una vez más, el propio
“mientras” mediante nuevas indicaciones de un luego [...]. Esta duración es,
una vez más, el tiempo tal como se manifiesta en el interpretarse de la temporeidad, tiempo que en la
ocupación queda, de esta manera, atemáticamente comprendido en cada caso, como
“lapso de tiempo” [Spanne]. La presentación
que está a la espera y retiene no “ex”-plicita un “mientras” tenso [gespanntes] sino en la medida en que está abierta para sí misma como extensión extática de la temporeidad histórica, aunque no se
conozca propiamente como tal. (Heidegger, 1997: 426)
Esta ex-tensión en un mientras “tenso” en la medida en
que se abre como extensión de la temporalidad histórica es, precisamente, lo
que el tejido representa como suspensión del “ahora que”, el tiempo del mundo y su databilidad, la
cotidianeidad, que, incluso en la recursividad y constante repetición que
caracterizan su matriz, en el mismo tiempo y trayectoria, es un movimiento que
sostiene y contradice, de alguna manera, el tiempo público y su sucesión
irreversible de momentos.
Creemos
importante pensar cómo esta idea del mientras
heideggeriano dialoga con el concepto clave de Henri Bergson: la duración. En Memoria y vida (1977), podemos ver
cómo se articula un discurso en torno a la duración que, consecuentemente con
su planteamiento, no es continuo, pero aún así se mantiene en el tiempo y el
pensamiento del filósofo. Se plantea entonces la duración como un estado
constante de cambio, una experiencia continua de cambio, y que se percibe a
través de nuestra conciencia, en la relación con los objetos y con nosotros
mismos (Bergson, 1977). Podríamos decir, de algún modo, que el movimiento
continuo es la duración, puesto que
sin ello no existe movilidad, aún en la materia. Si bien para Bergson la
materia se presenta como una fijeza que solemos habitar de manera divisible, en
metáforas espaciales como modo de “amarrar el pensamiento y la existencia” ante
el “espectáculo de movilidad del universo” (Bergson, 1977: 21), esta manera
sería la ordenación que le daríamos. Notamos así dos tipos de duración:
Por
tanto, y para concluir, distinguimos dos formas de la multiplicidad, dos
apreciaciones muy diferentes de la duración, dos aspectos de la vida
consciente. Por debajo de la duración homogénea, símbolo extensivo de la
auténtica duración, una psicología atenta distingue una duración cuyos momentos
heterogéneos se penetran; por debajo de la multiplicidad numérica de los
estados conscientes, una multiplicidad cualitativa; por debajo del yo en los
estados bien definidos, un yo en el que sucesión implica fusión y organización.
(Bergson, 1977: 11)
La duración en su expresión heterogénea se pone en diálogo
esta suspensión del tiempo del mundo de la que habla Heidegger en su
pensamiento del “mientras”,
dado que abre la posibilidad de un giro temporal hacia un pensamiento cualitativo, si se quiere, o no
lógico/numérico de nuestra experiencia del tiempo. Por lo mismo, el acto de
tejer y la temporalidad que contienen y portan en sí las piezas textiles tiene
un vínculo estrecho con el concepto de duración homogénea, en tanto producen
una experiencia de tiempo como flujo incesante, no pauteado por el ritmo exacto
de la cifra. Paradójicamente, el tejer es, aún así, llevar una pauta, llevar un
ritmo, aunque no quizá el ritmo del reloj. El textil, en este sentido,
constituye un detenerse, un darse el tiempo, experienciar desde el cuerpo el
paso —recursivo— del tiempo y salir de un modo determinado de vivir la
temporalidad marcada por la linealidad, división y homogeneización del paso del
tiempo.
Las Cien
Tierras de
Hellen Ascoli
A continuación, procederemos a analizar tres piezas de la
exposición Cien Tierras (2020) de
Gellen Ascoli y relacionarlas más directamente con los conceptos bibliográficos
que hemos esbozado a lo largo de este artículo. Como comentamos anteriormente,
estas piezas fueron pensadas como instalaciones textiles, saliéndose de la
lógica del encuadre que podría tener, por ejemplo, un tapiz, y propendiendo al
movimiento y relación kinética con el espectador, argumento que seguiremos
desarrollando en lo sucesivo. Proponemos que este mecanismo de pensamiento del
objeto textil está íntimamente vinculado a una exposición del textil no solo
como objeto, sino como ciclo relacional productivo, que interactúa de manera
particular con el tiempo y genera presencia, poniendo en diálogo los cuerpos de
quienes hacen y quienes observan, así como también con el cuerpo textil que
media como agencia de una presencia continua. Mencionamos también que estas
obras ponen en cuestión el lugar de los cuerpos utilizando la tela como medio
de conexión para la producción radical de presencia (Fischer-Lichte, 2011). Del
mismo modo, este contacto entre cuerpos a través de la materialidad pone en
cuestión el lugar que la mirada y el hacer tienen en esta relación, por lo
demás, reversible, haciendo especialmente relevante el tocar y la
reversibilidad de los sentidos (Merleau-Ponty, 2010). Las tres instalaciones de
la muestra comparten la inscripción de mensajes escritos en su estructura, dado
que la técnica de telar de cintura permite tejer dentro de la trama las letras,
mensajes u oraciones, que forman parte de una poética en que la muestra se
desenvuelve. Los mensajes en los textiles serán fundamentales como actos
también de presencia y resonancia de la voz de la artista, que será parte
importante de nuestro análisis en cuanto a la producción de presencia.
La
primera de las piezas que analizaremos, “¿Cómo
está tu corazón? – Achike’ rub’anön ak’u’x – How Is Your Heart?”, es una
pieza a gran escala que consiste en varios bastidores sosteniendo paños tejidos
mediante la técnica de telar de cintura con distintas derivaciones de la
pregunta “¿cómo está tu corazón?” en
distintas lenguas —kaqchikel, castellano e inglés— lo que genera también un
efecto de resonancia de voces, un juego de ausencias y presencias, dado en este
caso por una escritura que no se genera de modo convencional por papel y lápiz,
sino que dentro de la
estructura tejida se inscriben las letras como parte conformante de la
superficie misma (Figura 1).
Figura 1. “¿Cómo está tu corazón? – Achike’ rub’anön ak’u’x – How
Is Your Heart?”. Algodón, lana, madera y abrazaderas, 503 x 503 cm
Figure 1. “¿Cómo está tu corazón? – Achike’ rub’anön
ak’u’x – How Is Your Heart?”. Cotton, wood, and clamps, 503 x 503 cm
Fuente/source:
Proyectos Ultravioleta, 2020b.
Sin embargo, lo que se trae a presencia no es solamente la
palabra o la oración y sus derivaciones, ni mucho menos una técnica de telar y
nada más, sino que hablamos aquí también de cuerpos haciéndose presentes a
través de un soporte material de memoria que corporeiza los gestos en una
proyección de estos. En palabras simples, los cuerpos que se traen a presencia,
frente a nosotros, como pensaríamos a partir de la propuesta de Nancy (1997),
son los cuerpos y su gestualidad técnica que urde y trama y mediante los cuales
se ha transmitido el tejido como tradición, y de los cuales la tela sería una
proyección. Resulta también importante el cómo en esto se apela a y se resalta la condición corporal de
los espectadores a quienes se hace pensar sobre su propio lugar como cuerpos
sintientes y pensantes mediante la pregunta por el bienestar. La lectura y
recepción del mensaje entregado por estos textiles es también el mensaje que se
entrega de cuerpo a cuerpo, mediado por el espacio intercorpóreo y reversible
que se metaforiza a través de la tela. La densidad de las letras, su
legibilidad de cerca o lejos e, incluso, nuestra probable incapacidad para
entender alguna de las lenguas: la intraductibilidad del mensaje da cuenta de
un reposo no en el logos y la mirada, sino en un cuerpo estésico, que
interpreta el mundo mediante su experiencia, su cercanía y lejanía, su tocar y
ser tocado, mediante la carne del mundo. La imposibilidad de la traducción
cumple la función de ejercicio propioceptivo: más que la búsqueda de un
resultado, es un proceso de desarme, desestabilización y creación en torno al
lenguaje y los lugares desde los que enunciamos. La pregunta “¿cómo está tu
corazón?” alude al centro de la vida humana, el órgano vital, que también ha
sido extensamente tratado como metonimia de la emocionalidad. Al mezclar las
lenguas funde también maneras de entrar al corazón, al cuerpo, a la experiencia
táctil del lenguaje, en su límite. En este movimiento, se hace imposible dejar pasar
el detalle de que estos paños emulan en cierta medida la bandera de Estados
Unidos, lugar de residencia actual de la artista, pero recreada con medios
técnicos distintos a los medios habituales de representación de dicha cultura.
En este movimiento se busca, quizá, deconstruir, o repensar los modos de
vincularse desde lo particular con un símbolo normalizador, desde la
particularidad e ilegibilidad de los cuerpos que es un Estado nación,
dispositivo que por excelencia busca legibilizar, estabilizar y normalizar los
cuerpos.
Precisamente,
la pieza “Cien tierras”, que
revisaremos a continuación (Figura 2) juega con la capacidad de significar de
la palabra tierra, anexándola también a la noción del cielo —lugar simbólico de
la muerte— y el destierro: los sin tierra. Resulta importante aquí llamar la
atención sobre la manera en que el textil se monta sobre el bastidor, ya que
permite entregarle una existencia fuera de la pared, más allá de la categoría
de tapiz exhibitivo, al igual que en el caso anterior. Nuevamente nos
enfrentamos a una interrogación respecto al espacio y la propiocepción, puesto
que el textil mismo como medio artístico apela siempre al cuerpo y el tacto,
así como al lugar del propio cuerpo en el esquema de articulación de un ciclo
de relaciones productivas en torno al tejido. Sin embargo, esta pieza puntual
repite como un estribillo, las variaciones posibles entre el cielo y la tierra
sobre la superficie del paño tejido.
La reflexión presentada mediante palabras es también una
pregunta por los cuerpos y su lugar, acaso, en la tierra. La territorialización
de los sujetos se hace presente a partir de esta relación establecida mediante
el textil: la experiencia radical de presencia que va fundiendo la distancia
entre los cuerpos y los objetos, o, quizá, vale decir, los entes y los lugares,
los seres y sus “ahís”, el
espacio intercorpóreo donde sujeto/objeto, cuerpo/mente trabajan como una
deriva y permiten pensar esquemas múltiples y comunitarios de habitar y
recepcionar el mundo. En ese sentido, el habitar común del tiempo del mundo,
mediado por la pieza textil, da paso a una territorialización “más allá” de la tierra. Dicha reflexión se convierte en un modo sumamente
político de enfrentar el ser, la presencia y la territorialización, sobre todo
en un momento como el que vivimos —y que la propia artista, en tanto migrante,
vive— en que los cuerpos que migran no tienen asegurados un piso mínimo de
existencia. En la experiencia del textil que aquí vemos se hacen presentes
aquellos que se invisibilizan en los relatos legibles: los sin tierra vuelven a
tener experiencia de mundo; su trayecto como cuerpo es una experiencia de mundo
propia como todas, puesto que el aparecer, la presencia, el tiempo, no se
encuentran tampoco, así como los cuerpos, determinados por la línea a una
tierra un Estado nación que solicite una legibilidad, ni una temporalidad
homogénea. Sino más bien el lenguaje textil, con su capacidad de memoria, de
recordar el gesto y producir embodied
minds enfatiza en el territorio que el cuerpo representa como espacio
político para enfrentarse como ser-en-el-mundo.
Figura 2. “Cien tierras”. Algodón y lana, 157 x 203 cm
Figure 2. “Cien tierras”. Cotton and wood, 157 x 203
cm
Fuente/source:
Proyectos Ultravioleta, 2020a.
La tercera y última pieza que analizaremos, titulada “La memoria es la insistencia de recordar”
(Figura 3) conversa —al igual
que las obras anteriores— de manera directa con el movimiento y la kinesis de
quien observa, al proponer la dinámica des-enmarcada de las piezas textiles que
ya hemos analizado. Pero, además, esta pieza tiene la particularidad de que —tal
como uno de los cuadrantes de “¿Cómo está tu corazón?...”—,
dependiendo del posicionamiento del cuerpo observante se podrá ver, o no, lo
inscrito sobre la superficie: “La
memoria es / es la insistencia / de recordar”. Tal ejercicio de cercanía
y distancia marca, nuevamente, la presencia del cuerpo del espectador en un
ejercicio de propiocepción posibilitado por el objeto textil, haciendo aparecer
de manera radical el cuerpo al mostrarlo como una embodied mind, materia pensante enfrentada a otra materialidad
comunicante de los gestos, conductas restauradas, que conforman la performance
textil.
Figura 3. “La memoria es la insistencia de recordar”. Algodón
tejido en telar de cintura, cosido a máquina, 125 x 140 cm
Figure
3. “La memoria es la insistencia de recordar”. Cotton woven on a
backstrap loom, machine sewn, 125 x 140 cm
Fuente/source:
Proyectos Ultravioleta, 2020a.
Por otra parte, el ejercicio kinético que comentamos lleva un
correlato temporal y que reflexiona sobre el presente y su flujo. Al modo en
que Nancy (1997) nos comenta la apertura del espacio en el presente, en la
presencia del ahora, esta instalación textil nos hace pensar en la apertura de
un flujo temporal que insiste sobre sí mismo, se repliega, y aunque avanza
mantiene siempre la resonancia, la huella, la insistencia de otro tiempo. La
insistencia de la que el textil habla no puede ser leída a menos que tengamos
una cierta proximidad física, así como quienes tejen y recuerdan a su modo la
técnica y el gesto recursivo de tejer. En sí, la pieza textil está exponiéndose
como objeto de memoria al ser una insistencia
entre dos cuerpos: la relación que se urde cuando nos exponemos a
cualquier pieza textil. Insistencia que es puesta delante de nosotros mediante
su pro-ducción, una pro-yección, como quien sabe que vendrá la fugacidad del
movimiento para borrar el ahora, que habrá que recordar.
Conclusiones
A lo largo del presente artículo hemos explorado cómo la
artista Hellen Ascoli configura un pensamiento sobre el arte textil que exhibe
un modo de generar presencia y temporalidad específicos a través de la
construcción de instalaciones textiles. Son modos ligados a la concepción de performance,
en el sentido de las dinámicas de la fugacidad, lo efímero y la concentración y
producción de presencia a través del cuerpo. En este esquema, los cuerpos de
productor y receptor se unirían en una concepción ampliada de la producción
textil, pensada como ciclo, hacia la multiplicidad de sujetos integrantes, y
dentro de la cual el textil sería parte trascendental. El textil agencia como
medio de producción radical de presencia, que media entre cuerpos y agencia las
veces de sujeto dentro de dicho ciclo en que se urden verdaderas redes
sociales. Este ciclo y sobre todo la práctica misma del tejido que en su
producción pone en frente la presencia permite pensar una salida del tiempo del
mundo en la suspensión en un mientras tenso, un ahora qué que se descentra del
tiempo del mundo y permite también pensar una duración heterogénea dentro de la
cotidianeidad y repetitividad del ejercicio manual que representa el tejido y
que podría pensarse a priori como una duración sumamente fijada a lo
cuantitativo, a una cifra. Como comentamos en un principio, es una decisión
poco común analizar una serie de instalaciones textiles desde el concepto de performance, pero creemos y justificamos
a partir de Taylor (2017) que es una decisión metodológica necesaria y ajustada
al corpus en cuestión, dadas las particularidades des-encuadradas que presenta
y el abordaje que buscamos darle, sobre todo pensando más en la dinamización
del ciclo productivo y no solo el objeto en cuestión. Tal perspectiva permite
abrir el pensamiento sobre la producción y entender sus lógicas enfocándose en
la multiplicidad, la comunidad y con una mirada política sobre lo que el hacer significa como acto de
presentificación e interacción entre sujetos y objetos en la creación de nuevas
maneras de experimentar la temporalidad.
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* * *
Recibido: 10/11/2022
Aceptado: 31/12/2022
Publicado: 17/01/2023
[1] Universidad de Chile, Santiago,
Chile, ORCID 0000-0001-7104-1254, emiliapequenor@gmail.com
[2] “[El telar de
cintura] está formado principalmente por dos grupos de hilos: la urdimbre, que
son los hilos verticales que definen el largo y ancho del tejido, y la trama,
las hebras que se entrecruzan horizontalmente con la urdimbre. Para armar un
telar se deben atar los extremos de la urdimbre a dos maderas o palos llamados
enjulios que soportarán el tejido y definirán la anchura. El extremo superior
del telar se debe afianzar a un punto fijo —puede ser un árbol o un poste—, mientras que el inferior se
sostiene con un mecapal, un tipo de faja que la tejedora sujeta con su cintura
para tensar el telar” (Sánchez Santa Ana, 2021).
[3] El des-enmarque de la pieza
textil es en sí un tema a explorar y de la que podría escribirse un texto autónomo. Sin embargo, de ello me
interesa destacar cómo se opone a las lógicas de la mirada y del mirar
pictórico, como una perspectiva y dominancia, en cierta educación de la mirada
artística, enfrentándose así también a un paradigma de lo que puede ser y lo
que no puede ser una obra de arte. Si bien estos textiles pueden entenderse
como imágenes, entran en
conflicto al des-encuadrarse y aparecer también a modo de instalaciones o
esculturas que actúan tridimensionalmente sobre el espacio, como los cuerpos a
los que buscan afectar y no solo en dos dimensiones, apelando a una limpieza de la mirada.
[4] Si bien en este artículo nos
centraremos en tres piezas puntuales, la obra de Ascoli tiene como constante
estos elementos. Puede verse una muestra de ello en la galería de su página de
artista (http://www.hellenascoli.com/), y me parece especialmente interesante y
atingente al tema el registro de artista en la página de Museo Tamayo, en la
cual podemos apreciar el proceso creativo de Ascoli en función de un espacio,
un tiempo y una práctica, en https://www.museotamayo.org/thebackroom/hellen-ascoli.
A partir de ambos documentos podemos entender también el pensamiento que se
desemboca a partir de una práctica, que va más allá de la producción de un
tejido; el pensamiento a partir del cuerpo, el hacer y el gesto.
[5] Queda como una
pregunta sostenida el pensar cómo el entrar en las dinámicas del ciclo textil
es también investirse de un rol social, así como entrar a representar/jugar con
un personaje. Pensamos irremediablemente en el concepto de role play del habla inglesa.
[6] En este sentido,
el entendimiento del textil que estamos proponiendo se condice con una
complejidad mayor a la que las culturas industriales suelen atribuir a las
disciplinas artísticas, las cuales homogenizan y separan sus funciones y
expresiones en función de su definición. Aquí estaríamos combinando funciones y
expresiones en acontecimientos extensos y complejos como el del ciclo textil,
que abarca distintos niveles de afectación de la realidad y lo simbólico, integrando
también una multiplicidad de sujetos en su red.
[7] Pensamos aquí en los conceptos de
deriva, campo de fuerza y trayecto, en resonancia con Tim Ingold y su propuesta
de superación del modelo hielomórfico en miras de la creación artística (Ingold,
2009).
[8] Esta mirada, reforzada a lo largo
del presente artículo, fue estructurada a partir del estudio y pensamiento en
torno al textil y de los planteamientos teóricos de Arnold y Espejo (2013) y
Worley y Palacios (2019).
[9] El gesto es la comunicación de una
comunicabilidad, señalará Giorgio Agamben (2919). Eso nos permite abrir una
reflexión en torno a cómo la gestualidad del textil es un medio que comunica lo
que no cabe en las palabras, o aquello que no necesita, de por sí, entrar en el
lenguaje hablado, si no en el lenguaje del tocar, sin un fin próximo de sentido
lógico más que la acción en que nos transformamos tocando y siendo tocados. Si
bien esta reflexión excede lo que, por espacio, podemos tratar acá, nos parece
pertinente hacer el alcance de cómo el gesto es en sí un medio sin una
finalidad necesaria.