Salud y masculinidades: el efecto de la pandemia y sus inequidades
Revista
Estudios Avanzados 37,
diciembre 2022: 60-71. DOI
ISSN 0718-5014
Salud y masculinidades: el efecto de la pandemia y sus
inequidades
Health and Male: The Effect of the Pandemic and its Inequities
Alexis
Valenzuela Mayorga, Diego Silva Jiménez, Norma Silva-Sá
y Luis Armando Arjona Ramírez[1]
Resumen
La pandemia por Covid-19 ha generado impactos
diferenciales desde la perspectiva de género en la salud. La mayor mortalidad
en los últimos años recae principalmente en hombres, cuyas principales causas
son prevenibles, asociadas a la conducta masculina hegemónica. Tales antecedentes
actuaron consecuentemente en una mayor mortalidad masculina por Covid-19, mientras
la pandemia también ha aumentado el consumo de alcohol, modificando los
patrones de consumo de drogas ilícitas y aumentado el riesgo de las prácticas
sexuales con drogas como el chemsex. A su vez ha sido una oportunidad
para el involucramiento de los padres con sus hijos e hijas, en las labores
escolares del telestudio, en el cuidado y la crianza o en su defecto el cero
involucramiento, manteniendo la amputación afectiva que impone el sistema
patriarcal. Es importante entonces generar políticas de salud pública hacia los
varones, desde una perspectiva relacional de género, que afecte positivamente
en su propia salud pero también en la salud de las
parejas, hijos e hijas.
Palabras clave: masculinidades,
salud, paternidades, drogas, políticas.
Abstratc
The Covid-19 pandemic has generated
differential impacts from a gender perspective on health. The highest mortality
in recent years has been mainly in men, one in every 5 men has already died at
age 49 in the Americas, whose main causes are preventable, associated with
hegemonic male behavior. These antecedents acted consequently in the higher
male mortality from Covid-19, greater occupation of beds, together with
biological factors that predispose men to become more seriously ill. But the
pandemic has also increased alcohol consumption, modified illicit drug use
patterns, increased the risk of sexual practices with drugs such as chemsex. At the same time, it has been an opportunity for
the involvement of parents with their sons and daughters, in the school work of
the television study, in care and upbringing or, failing that, zero
involvement, maintaining the affective amputation imposed by the patriarchal
system. Finally, it is important to generate public health policies towards
men, from a gender relational perspective, which will positively affect their
own health, but also the health of couples, sons, and daughters.
Keywords:
masculinities, health, paternity, drugs, politics.
Introducción
La pandemia del Covid-19 ha traído grandes
cambios en la cotidianidad de mujeres y hombres, largos periodos de
confinamiento, con pérdida de empleos, saturación de la atención hospitalaria y
nuevas medidas de prevención, destacando el uso de mascarilla, lavado de manos
y distanciamiento social, nombrado por algunos retóricamente como
distanciamiento físico. El impacto en la salud de las personas ha sido distinto
en los diversos grupos etarios, pero también entre mujeres y hombres, siendo
estos últimos quienes tienen las tasas de mortalidad más altas por Covid-19 en comparación a las primeras, más días de hospitalización y mayor
gravedad. A su vez el teletrabajo ha sido una oportunidad para desarrollar las
paternidades con los hijos e hijas, así como el riesgo para el aumento de la violencia
contra la mujer y un mayor consumo de alcohol y otras drogas, afectando la
convivencia intrafamiliar y las prácticas sexuales fuera del hogar. Al
respecto, en el presente estudio revisaremos cuatro aspectos fundamentales: el
impacto de la pandemia en la morbimortalidad de los hombres, la oportunidad de
compartir prácticas de cuidado y crianza de los hijos e hijas gracias al
teletrabajo, el consumo de sustancias y chemsex y, por último, el Estado
y las propuestas de políticas de salud pública para las masculinidades.
Como
objetivo, apunto a explorar el impacto de la pandemia Covid-19 en la salud de
los hombres, desde la perspectiva de género relacional, tanto en los factores
de riesgo como en los factores protectores. El presente estudio utiliza la
metodología cualitativa, basada en la revisión sistemática de literatura de
carácter exploratorio descriptivo, utilizando artículos científicos y
sistematizaciones de experiencias respecto de la mortalidad, paternidades,
conductas de riesgo, factores protectores y políticas públicas que han afectado
o podrían afectar la salud de los hombres desde la perspectiva de género
relacional producto de la pandemia de Covid-19.
Morbimortalidad
de los hombres por Covid-19
El informe epidemiológico del 20 de julio 2020 en Chile, en pleno pico de la
primera ola, se reportan 366.595 casos de Covid-19 (326.539 con confirmación de
laboratorio y 40.056 probables, sin confirmación de laboratorio), con una tasa
de 1.884,0 por 100.000 habitantes. A su vez, de los casos notificados
confirmados y probables en EPIVIGILA, la mediana de edad es de 39 años; los
grupos etarios con mayor contagio son los adultos de 30 a 64 años, con un 31% a
personas de 30-44 años y 29.5% personas de 45-64 años, mientras los adultos
mayores de 65 años corresponden solo al 10.6%. Por su parte, los enfermos y
fallecidos de Covid-19 se distribuyen de
la siguiente manera por sexo, del total, el 51.6% son hombres con 178.789
contagiados y una tasa de incidencia 1.862,6 por 100.000 habitantes. Mientras
el 48.4% son mujeres, con 167.697 contagiados y una tasa de incidencia de 1.700,9
por 100.000 habitantes (MINSAL, 2020).
Es interesante que en el grupo de mayores de 80 años y más es mayor el
contagio en las mujeres, ello se puede deber a que la esperanza de vida en
Chile 2019 que, previo a la pandemia, era de 80 años en hombres y 85 años en
las mujeres, por lo cual son pocos los hombres que cruzan el umbral de los 80.
De esta manera podemos observar de los contagiados por Covid-19 el 39% son hombres con 3.718 contagiados y una tasa de incidencia de 1.891,9
por 100.000 habitantes. Mientras las mujeres representan el 61% con 5.837
contagiadas, con una tasa de incidencia de 1.666,2 por 100.000 habitantes
(MINSAL, 2020). La feminización de la vejez influye de esta manera en el
impacto de la pandemia en las diferencias de género en la morbimortalidad (OPS,
2019).
En Latinoamérica y Chile, durante la primera ola hubo una mayor
mortalidad de Covid-19
en
varones, junto a un mayor contagio y mayor cantidad de días de hospitalización
(Globalhealth5050.org, 2020). Según ciertos autores, esto se debe a las
hormonas masculinas y el receptor ACE2, que tendrían mayor capacidad de
adherirse a la molécula del SARCOV 2 (Gemmati et
al., 2020). Pero por otra parte, la teoría de la masculinidad
hegemónica (Connell, 2003) atribuye el mayor riesgo de morbilidad a las
conductas de riesgo de los varones, así como al rol de proveedor descrito en la
caja de la masculinidad (Heilman et al.,
2017),
que lleva a los hombres a trabajar a pesar del riesgo de contagio, exponiéndose
a perder su salud con tal de conservar su fuente laboral (Valenzuela, 2008),
poniendo su corporalidad al servicio de la reproducción de la economía, hasta
que el cuerpo aguante (De Keijzer, 2003).
La segunda ola en Latinoamérica ha traído graves consecuencias en la
salud tanto de hombres como de mujeres, con la mutación del virus y la
aparición de nuevas variantes más contagiosas y letales. Destaca en esta
segunda ola en Chile el aumento del contagio en la población joven,
posiblemente por el efecto de la vacunación en la población adulto mayor y la
contradicción de decretar cuarentenas, permitiendo que funcionen obras de la
construcción y la minería, donde en su mayoría los trabajadores son varones.
Mientras los servicios y el comercio, compuestos principalmente por mujeres,
son cerrados o derivados al teletrabajo (CEPAL y OPS, 2021).
Por su parte, en Latinoamérica encontramos países como Brasil con una
mortalidad abismal de 303.400 personas al 26 de marzo 2021 y un total de
contagiados de 12.3 millones de casos acumulados de Covid-19, en una sola ola
interminable (Statista, 2021).
De esta
manera la pandemia por Covid-19 se encontró una región de las Américas con una
salud masculina, ya comprometida con altas tasas de mortalidad en comparación
con las mujeres; las principales causas son la cardiopatía isquémica con una
tasa de 116.8 por cada cien mil, accidente cerebrovascular con una tasa de 40.4
por cada cien mil, EPOC
con una tasa de 36.4 por cada cien mil, violencia interpersonal con una tasa de
33 por cada cien mil, en esta última con una importante diferencia en la razón
hombre/mujer con el fallecimiento de 7,3 hombres por cada mujer. A ello debemos
agregar la alta sobremortalidad masculina en comparación de la femenina, con un
88% de muertes de hombres por homicidio, 77% por suicidio y 76% por accidentes
viales, todas ellas evitables (OPS, 2019).
Consumo de alcohol, drogas y chemsex en contexto de
pandemia
Ante el actual escenario pandémico en donde los niveles
de cuarentena y las restricciones de movilidad han trastocado
significativamente las rutinas, es necesario comprender los diversos cambios en
el comportamiento social e individual, sobre todo en el consumo de alcohol y de
drogas, que ya venía significando un problema de salud pública en las Américas
(CICAD Y OEA, 2019). En este estudio se presentará información respecto a
variaciones en el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias y, en algunos
casos podremos ver las variaciones de consumo por género desde una perspectiva
binaria.
Antes de la pandemia, son los hombres quienes tienen mayor probabilidad de
muerte por consumo de alcohol y de drogas —86% y 67% más que las mujeres
respectivamente— (OPS, 2019); estos porcentajes por supuesto varían dependiendo
del contexto cultural, social, educativo, identitario, etcétera; sin embargo,
hay una generalidad visible en cuanto a género, en donde los hombres consumen
más alcohol, tabaco y otras sustancias en las Américas. Tales datos están en sintonía
con el Informe Mundial sobre Drogas de las Naciones Unidas (UNODC, 2019), en
donde expresa que es la población masculina y los jóvenes varones —especialmente
en condiciones de vidas precarizadas— los que tienen mayor probabilidad de
consumo de alcohol o drogas de manera problemática.
En lo que respecta a territorios de América del Sur en contexto
prepandémico y de acuerdo con el Informe sobre consumo de drogas en las
Américas 2019 (CICAD y OEA, 2019), Chile es el mayor consumidor de tabaco
de la región, en donde los hombres presentan una prevalencia de consumo del
36%, mientras las mujeres de un 31%. Esta información es relevante ya que
sabemos que el tabaquismo se ha asociado a un mayor riesgo con contraer la
infección por SARCOV 2, así como un determinante negativo en el pronóstico del Covid-19. De hecho, la Red de
Investigadoras y el Observatorio de Género y Salud en Chile realizaron un
análisis de las muertes por Covid-19 por género y
comorbilidades, parte de los resultados indican que “los hombres muestran
peores resultados que las mujeres ante el Covid-19, tanto en el
desarrollo de la infección como en los fallecimientos. Los hombres tienen
mayores probabilidades de ser hospitalizados con Covid-19 grave, y más probabilidades de morir a causa de este” (Red
de investigadoras, 2020: 1). En cuanto a las comorbilidades preexistentes, las
que más se presentan en hombres están relacionadas con la hipertensión, la
diabetes y las patologías respiratorias como el EPOC, derivadas en su mayoría
por el consumo de alcohol y tabaco.
En cuanto al consumo de marihuana, antes de la pandemia y de acuerdo con el
informe mencionado con anterioridad, Chile ocupa el primer lugar de la región,
con una prevalencia de consumo en la población general de hombres de un 18%,
mientras que las mujeres de un 12%. Los rangos de edad en los cuales se consume
más marihuana de la población general son de 18 a los 34 años. Lo mismo sucede —en
cuanto a la posición en la región— con la pasta case de cocaína (PBC), en donde
los hombres tienen una mayor prevalencia de consumo sobre todo en condiciones
de precariedad. Lo referente a Nuevas Sustancias Psicoactivas (NSP) como el
LSD, cannabinoides sintéticos, ketamina, opioides, etcétera, se tiene un
comportamiento al alza, en donde nuevamente son los hombres quienes tienen
mayor consumo (CICAD y OEA, 2019).
Es importante mencionar que, en dicho informe, en Chile el consumo de anfetaminas
y el uso de tranquilizantes sin control médico es mayor en las mujeres que en
los hombres, en donde tenemos una prevalencia de consumo del 2% para las mujeres
mientras que para los hombres es del 1.5%. Esta información concuerda con la
investigación de Droguett et al. en donde menciona que “se encontró un
aumento de la probabilidad de consumir psicofármacos sin receta, la evidencia
señala que las mujeres presentan mayores índices que los hombres (Odds ratio: 3.44; intervalo de confianza 95%: 1.37 a 8.66)
(Droguett et al., 2019: 1). Dicha conducta ha sido asociada posiblemente
a que las mujeres presentan mayor sintomatología que los hombres, debido a sus
características fisiológicas, su rol social y a una mayor sensibilidad a estos.
Las variaciones de consumo de marihuana en contexto pandémico se ha
mantenido en Chile; entre los motivos principales para ello se encuentra la
preocupación por la salud, la incertidumbre económica y el menor acceso a las
sustancias producto de las cuarentenas y el cierre de fronteras; sin embargo,
para las personas que han consumido más, los motivos varían entre estrés y/o depresión
producto de las restricciones derivadas de la pandemia, el aburrimiento y mayor
tiempo para hacerlo, según informa la Encuesta online: efectos del Covid-19
en el uso del alcohol y otras drogas en Chile, de SENDA (2020). En el mismo
estudio se reporta un alza en el consumo de medicamentos controlados sin
prescripción médica (tranquilizantes, relajantes musculares, inductores de
sueño, opioides), donde el 45% de las personas consultadas en el informe ha
aumentado su consumo, mientras que el 28.8% lo ha mantenido.
Lo que se puede observar es que el consumo de alcohol, tabaco y otras
drogas se ha mantenido en los consumidores, en donde se mantiene la tendencia
de consumo de alcohol, tabaco, pasta base, cocaína, etcétera en la población
masculina, mientras que las mujeres continúan e incluso tienen un alza en el
consumo de tranquilizantes. Esto puede responder no solo a los roles que
culturalmente desempeñan en la producción y reproducción de la vida, sino
también a los desafíos que esta pandemia ha presentado, en donde las
variaciones en el consumo también responden a la construcción de los géneros,
tanto en los espacios públicos (ámbito laboral) como en los espacios privados
(tareas de las unidades domésticas) y, por supuesto, tiene implicancias en la
recuperación de la salud ante diagnóstico por Covid-19, en donde los hombres alcanzan
mayores vulnerabilidades por comportamientos en el consumo (Mesa Social COVID, 2020).
Regularmente en los informes de consumo de sustancias se parte del
paradigma binario de los géneros, sin necesariamente considerar las realidades
de colectivos específicos, por lo que resulta significativo considerar
informaciones respecto al chemsex y las consecuencias que ha arrastrado
la pandemia por Covid-19 en la población de hombres que tienen sexo con hombres.
El chemsex, también conocido
como party and play,
consiste en un tipo práctica sexual detectada en Inglaterra desde el 2012 y
que se define como el sexo intencional, principalmente entre hombres que tienen
sexo con otros hombres (HSH), bajo la influencia de drogas psicoactivas
(Ministerio de Sanidad, 2020). En un principio, esta práctica se definía por el
consumo de drogas particulares como la mefedrona, GHB
y cristal metanfetaminas y, en menor medida, cocaína, ketamina, speed, éxtasis o MDMA. En esta lista no puede faltar el popper y la marihuana. Sin embargo; la mefredona,
GHB y el cristal metanfetaminas tiene efectos de desinhibición, aumento del
placer, que, mezcladas con sexo, permite tener sesiones —regularmente grupales—
de horas e incluso días (Zaro et al., 2016).
En el estudio Aproximación al chemsex en España realizado por el
colectivo Imagina Más y Apoyo Positivo, cerca del 40% de las personas
encuestadas (N=486) no recordaba si usó preservativo con las personas con las
que mantuvieron relaciones sexuales estando el consumo de sustancias presente
(Ministerio de Sanidad, 2020).
Por otro lado, se detallan porcentajes de consumo de sustancias
sexualizadas en HSH aparte del alcohol y del tabaco, tendiendo los siguientes
resultados con un N=10.364: poppers 34.9%; cannabis 25.8%; sedantes/tranquilizantes
20.4%; substancias que ayudan a mantener la erección 20.4%; cocaína 15.5%; MDMA
(en forma de cristalitos o polvo) 11.9%; éxtasis 10.5%; GHB/GBL 8.7%; speed 8.1%; mefedrona 5.7%; ketamina
5.6% y metanfetamina 5.4%. Cuando
se habla de chemsex no se refiere únicamente al consumo de una de estas
sustancias, sino que eventualmente existen policonsumos,
aumentando así los riesgos de infección de ITS y VIH (Ministerio de Sanidad, 2020).
En el año 2018, y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 36.9
millones de personas en todo el mundo están infectadas con el VIH, entre las
cuales los HSH poseen 27 veces más probabilidades de infectarse con el virus
(Carvalho et al., 2020). La práctica de chemsex es un problema de
salud pública, debido a que existe un incremento en el número de personas
involucradas en este comportamiento y un mayor riesgo sexual asociado a la
práctica relacionada con el policonsumo (Hibbert et al., 2019).
Es importante mencionar que no todo uso de drogas vinculadas al sexo es chemsex,
como menciona Soriano:
Existen, obviamente, otros tipos de consumo de drogas en contextos
sexuales, como por ejemplo, el que se da en el ámbito de la prostitución
femenina y sus clientes, o el de los clubs de swingers, entre otros.
Pero se trata de entornos diferentes, donde las sustancias de elección, la
forma de acceder a ellas, la duración del encuentro sexual, el número de
participantes, la situación epidemiológica del VIH y otras ITS en estos grupos
de población, entre otros factores, son claramente distintas, por lo que el
significado de las prácticas y sus implicaciones no tienen la misma naturaleza.
(Soriano, 2017)
En Chile, si bien es cierto que no hay estudios
puntuales del chemsex como en Inglaterra y España, en donde se reconoce
como un problema de salud pública, se sabe que el consumo de sustancias en
espacios de ocio y esparcimiento por parte de las diversidades sexo-genéricas
va en aumento. De acuerdo al estudio realizado por el Servicio Nacional para la
prevención y rehabilitación de consumo de alcohol y drogas (SENDA) y la
organización ACCIONGAY sobre el consumo de alcohol y drogas (ACCIONGAY, 2017), se
reveló que existe un alto consumo de alcohol y otras drogas en personas de la
diversidad sexogenérica, además de conductas de
riesgo asociadas al uso de estas sustancias.
De acuerdo con el mismo estudio, las personas encuestadas hicieron
referencia de que en el último mes, en el contexto de realización de la
encuesta, 9 de cada 10 personas consumieron alcohol; 1 de cada 2 consumió
marihuana; 1 de cada 3 consumió cocaína; 1 de cada 10 popper.
Las personas encuestadas refieren que las motivaciones para el uso de estas
sustancias van desde divertirse
más (4 de cada 5); relajarse (70 de cada 100), y aumentar las percepciones (1
de cada 2).
Las
relaciones sexuales no paran en pandemia. Es una aseveración de perogrullo, pero que al sumar la práctica de chemsex
implica cambios en la práctica y su consumo derivado de las restricciones de
movilidad, etapas de cuarentena, cierre de espacios de encuentro sexual de HSH
y mayores dificultades para conseguir sustancias, combinación que desbocado diversos
niveles de ansiedad y estrés en la población que realiza esta práctica (Mesa
Social COVID, 2020).
La venta de
sustancias en aplicaciones de geolocalización sigue estando presente y los
encuentros sexuales ocasionales, si bien han disminuido, no se detuvieron; los
encuentros casuales y la venta de sustancias siguen estando presentes en las
plataformas de contacto entre hombres homo y bisexuales. Y podemos encontrar en
dichas plataformas mensajes de venta de ketamina, GHB, éxtasis, 2CB, cocaína,
marihuana, popper, etcétera. Por su parte, los
anuncios de play and party
han disminuido significativamente (Bonavitta et
al., 2020).
En contrarespuesta se han emanado recomendaciones desde
diversas organizaciones de la sociedad civil. Por ejemplo, Chemsafe
Org comparte recomendaciones que van desde el no
salir de casa, evitar el chemsex, ya que la resaca puede aumentar la
angustia y el estrés, lavar los juguetes sexuales si alguien más los toca, no
usar la saliva para lubricar, recordar que en las heces fecales también se
aloja el virus que produce el Covid-19, limpiar bien los instrumentos para el
consumo de drogas y no compartir frascos de inhalantes.
Si bien hay
poca información de este fenómeno emergente, es importante considerar que es
una problemática que afecta sobre todo a la población HSH y que es necesario
realizar mayores investigaciones para prevenir efectos del chemsex
cuando podamos como comunidad salir de esta pandemia.
Hombres y paternidades en contexto de pandemia
En todo el mundo hay indicios de que los hombres están
cada vez más dispuestos a participar en la educación y en el cuidado de sus
hijas e hijos,[2] como apunta el
estudio State of the World’s Fathers
(van der Gaag et al., 2019), que presenta que
85% de los padres dicen que estarían dispuestos a hacer cualquier cosa para
estar más involucrados en las primeras semanas y meses de cuidado de su hijo
recién nacido o adoptado.
Más allá del interés y del deseo de vincularse afectivamente con sus
hijas e hijos, las investigaciones describen que contar con hombres
comprometidos con la paternidad mejora su salud física y mental, es más,
tienden a asumir menos conductas de riesgo. Además, favorece la igualdad de
género, es bueno para la salud de las mujeres y de sus hijas e hijos, incluso
con evidencias de que mejora las relaciones de pareja y contribuye a la
reducción de los casos de violencia contra las mujeres (van Der Gaag et al., 2019).
Otro estudio, la encuesta IMAGES: The
International Men and Gender
Equality Survey (Barker
y Aguayo, 2012) indica que los hombres están interesados en involucrarse en los
cuidados de los niños cuando transitan a la paternidad, aunque vean su
participación en juegos, paseos y apoyo a tareas escolares, o sea, no como
cuidadores principales. En tal contexto, la crisis sociosanitaria entrega una
urgencia para la participación de los hombres en las tareas domésticas y de
cuidados.
Vivir en tiempos de pandemia visibilizó el tema de los cuidados y la
percepción de los trabajos esenciales que sostienen la vida, incorporando desde
el sistema público de salud hasta las y los trabajadoras/es de farmacias y
supermercados, pasando por la ausencia de la red de cuidadoras de niñas y
niños, como las guarderías, nanas, tías y abuelas y el trabajo no remunerado,
hecho atendido casi exclusivamente por mujeres (Silva y Pérez, 2021)
La crisis también es una oportunidad de cambios personales, estar aislados
en casa con sus hijos/as pequeños/as puede generar prácticas de paternidad que
lo involucren como cuidador. Un número considerable de hombres estarán en casa
en la cuarentena por Covid-19, sea por no tener
empleo, por adoptar teletrabajo o por cierre temporario de su puesto de
trabajo, siendo una oportunidad para encontrarse con la rutina de la casa y
presencia de niños y niñas (Alon et al., 2020).
Si a esto se le suma un escenario en que las mujeres mantienen su trabajo fuera
de la casa, esos hombres se convertirán en cuidadores principales. Habrá una
necesaria readecuación de los roles de género confrontando los modelos rígidos
de género y en la división de trabajos dentro del hogar.
La entrada y permanencia de los hombres en la rutina doméstica y de
cuidado es urgente en el contexto de aislamiento social y otras restricciones
impuestas por la pandemia de Covid-19. La vivencia en
la pandemia agravó el agotamiento de las mujeres frente a suma de teletrabajo y
de cuidados con la casa, niñas, niños, adultos mayores, agudizada por los
protocolos sanitarios, mientras los hombres poco se movilizan. En Chile la
encuesta “Radiografía al Hombre Cero”, realizada por el Centro UC de Encuestas
y Estudios Longitudinales en conjunto con ONU Mujeres y el Ministerio de la
Mujer y la Equidad de Género, informa que 38% de los hombres dedicó cero horas
semanales al trabajo doméstico, 71% dedicó cero horas al acompañamiento de sus
hijos e hijas en tareas escolares y un 57% de ellos dedicó cero horas al
cuidado de niñas y niños (Buechat, 2021), o sea, hay
una rigidez en la división sexual del trabajo que no acompaña la entrada de la
mujer chilena en el mercado de trabajo remunerado y que compromete
negativamente la desigualdad de género y la responsabilidad con los cuidados.
Quedarse en casa durante la crisis sanitaria podría impulsar cambios y
provocar a los hombres a involucrarse en la educación de sus hijos e hijas y a
acceder a la división de las tareas domésticas y, en paralelo, mejorar las
condiciones de cuidado de los propios hombres, una vez que la paternidad
responsable e involucrada beneficia la condición de bien estar de los hombres, tal
como afirma el informe Estado de la Paternidad: América Latina y el Caribe
(IPPF/WHR y Promundo, 2017), publicado por un conjunto
de organizaciones expertas en temas de salud y las masculinidades, donde se
apunta a que los padres involucrados cuidan más de su propia salud, presentan
mejores condiciones de salud mental, viven más tiempo, amplían su productividad
en el trabajo, presentan menos problemas con la ley y disminuyen el consumo de
drogas.
Políticas públicas, masculinidades y pandemia
Las políticas públicas son “un conjunto de instrumentos a
través de los cuales el Estado, luego de identificar una necesidad (económica,
política, ambiental, social, cultural, etcétera), implementa un conjunto de
medidas reparadoras, construidas con la participación de los grupos afectados
por los diversos problemas” (Lobelle Fernández, 2017:
82).
A pesar de que las políticas públicas pueden ser vistas como la aplicación
general desde un gobierno hacia el aparato estatal, suele ocurrir que estas
mismas se ven gobernadas más allá de sus propios límites territoriales, por
agencias globales, tales como la CEPAL, el Fondo Monetario Internacional o la
Organización de Naciones Unidas, entre otras (Parker, 2014). En este sentido,
las políticas públicas son una solución inteligente para un problema
identificado de manera social o político, cobrando una real importancia al
momento de “discutir la implementación de políticas públicas en salud con base
en la evidencia, en especial en países de América Latina, donde serios
problemas afectan al colectivo” (Barboza-Palomino et al., 2017: 2).
Entonces se podría afirmar que las políticas públicas son de vital
importancia, dado que trazan los caminos por donde los gobiernos guían al
Estado, teniendo en consecuencia un mayor énfasis o desarrollo en ciertas áreas
o no (Silva, 2014); así, “las políticas públicas conforman la intervención del
Estado en respuesta a una situación problemática presente en la sociedad” (Lobelle Fernández, 2017: 82).
Las políticas públicas orientan el desarrollo del país no solo en términos
de legalidad o acción, sino legitimando mandatos culturales, como la
manutención a través del tiempo del patriarcado, permitiendo a los varones
detentar el poder mediante la subordinación de las mujeres y lo femenino. Esta
dinámica histórica de la masculinidad ha logrado que los procesos de cambios y
adaptación en las estructuras de poder sean escasas, permitiendo hacer
modificaciones sin ceder el poder y el control que estos han tomado de la
sociedad (Valenzuela y Silva, 2020). En base a ello “la cultura patriarcal ha
establecido una construcción social en la que se expresan profundas diferencias
entre lo que significa y representa ser hombre y ser mujer; pautando normas en
torno a lo considerado masculino y femenino” (Hernández, 2014: 210), tomando en
cuenta las decisiones públicas, llevando a tomar un énfasis de desarrollo de
más de cien años la protección materno-infantil en el continente americano.
Al revisar políticas públicas en salud dedicadas a los varones es difícil
encontrar programas dedicados a ellos en exclusiva, destacando a tres países,
donde hay un programa enfocado en su salud desde la perspectiva de género. Sobresale
el caso de Brasil, donde se trabaja desde la perspectiva de las masculinidades
logrando impulsar las distintas estrategias de gestión en la Política Nacional
de Atención Integral a la Salud del Hombre (PNAISH) (Cesaro
et al., 2019).
A pesar de esto, la mejor manera para poder abordar las masculinidades en
toda su amplitud es desarrollarla desde su lógica interseccional, considerando
una mirada sociocultural que abarque aspectos como el racismo, la pobreza y la
desigualdad social, en tanto explican las altas cifras de mortalidad y
morbilidad de los hombres, jóvenes negros y pobres debido a la violencia urbana
(Cesaro et al., 2019).
Los estudios de masculinidades llevan más de veinte años como tal en
América Latina. Han ido incorporando temáticas tan básicas como el desarrollo
de los Derechos Humanos en los varones, abordados por muchos años en la
temática de la violencia hacia la mujer, para transitar de manera lenta hacia
tratar y trabajar a los hombres que ejercían dicha violencia, siempre teniendo en
consideración los costos sociales y económicos que esto significaba. Sin
embargo, este tipo de estudios de las masculinidades fue creciendo mientras se
iba desarrollando como disciplina propia, transitando por un puente desde la
violencia a la instalación del debate de la desigualdad de género en temas tan
diversos como la salud sexual, y dentro de la sexualidad con aristas como el
embarazo adolescente, sexo entre hombres e infecciones de transmisión sexual.
En otras de estas líneas emergentes en el estudio de los hombres aparecen las
paternidades, las tareas domésticas y la crianza de las hijas e hijos, para
finalmente abrir otra línea de investigación, como lo son las disidencias
sexuales (Aguayo y Nascimiento, 2016)
Es en esta condición que Gomes et al. (2020) plantean que los
hombres siempre han estado en la agenda de salud, ya sea como objetivo de
acción (reducción de la violencia) o como tema. En ese mismo sentido, Heilman et al. (2017) apuntan a que los varones se
encuentran dentro de una caja llena de mandatos que deben cumplir para poder
ser “hombres”, en tanto quienes no cumplan con estos roles serán sospechosos de
no ser hombres. Los pilares que sostienen esta caja de las masculinidades son:
la autosuficiencia, ser fuerte, con atractivo físico; roles masculinos rígidos,
heterosexualidad y homofobia, hipersexualización y por último agresión y
control. Si se analizan con detención los puntos claves de esta “caja” llevan a
los hombres a la violencia, a perpetuar prácticas poco saludables y aislantes,
que los romperán, donde la agresión es normal, es bien vista y se convierte en
el escape “deseado” para los hombres.
Así, los estudios de masculinidades, para lograr ser un aporte a la
sociedad, deben seguir ciertos caminos:
Se necesita una mayor politización de la agenda de los
hombres por la igualdad de género, tanto desde los colectivos, las ONGs como desde la academia y de los propios hombres.
Resulta necesario sumar hombres en agendas relevantes para la igualdad de
género como poner fin a la violencia contra mujeres y niñas, compartir la carga
de trabajo de cuidado y doméstico, disminuir brechas de género, igualar
salarios, compartir los espacios de poder y decisión, etcétera; y en otras que
les atañen muy directamente, como la paternidad, la salud de los hombres, o
para denunciar graves problemas de derechos humanos que también les afectan. (Aguayo
y Nascimiento, 2016: 212)
Según la Organización Mundial de la Salud, las pandemias
producen efectos diferenciales en las mujeres y en los hombres. Desde el riesgo
de exposición y la sensibilidad biológica a la infección hasta las
consecuencias sociales y económicas, variando por sus características
biológicas y de género y su interacción con otros determinantes sociales (OMS,
2020). Sin embargo, durante la actual pandemia Covid-19, no se evidencia un
suficiente abordaje de género y aún está en deuda un enfoque interseccional que
incluya las masculinidades (Madrigal y Tejeda, 2020).
Las primeras estadísticas sobre el Covid-19 muestran que tanto
muertes como contagios afectan en mayor medida a los hombres de ciudad y
jóvenes, dando cuenta de la sobremortalidad masculina (Medrado et al.,
2021; Madrigal y Tejeda, 2020). El Covid-19 llega a poner al mundo en pausa, colocando los roles de
género en juego, donde el hombre proveedor no podía salir a trabajar, por lo
que debió adaptarse al ambiente doméstico, teniendo la oportunidad de pasar a
cuidar, pudiendo tomar roles protagónicos de prevención, educación y contención
frente al virus (Madrigal y Tejeda, 2020). En cambio, otros tuvieron que
exponerse al contagio debiendo salir de sus hogares para buscar el sustento
económico personal y familiar.
A pesar de ello, los varones afrontan la pandemia y el encierro a través de
tres ejes de la heteronormatividad: (1) abyección a las prácticas de cuidado de
uno mismo y de los demás; (2) el rechazo a las prácticas de salud preventiva,
ante una matriz distorsionada de percepción del riesgo (y cierto sentimiento de
“invulnerabilidad”), y (3) la dinámica doméstica marcada por puestos de mando,
orden y honor (Medrado et al., 2021). Estos ejes se reflejan en que la
mortalidad masculina debido a la pandemia es superior a la de las mujeres en la
mayoría de los países. La lógica detrás de estas cifras es la cultura masculina
de la invulnerabilidad, con una sobrevaloración de la virilidad y
despreocupación hacia el propio cuidado y el de los demás, ubicando a los
hombres no solo como víctimas de sí mismos, sino como potenciales vectores de
contagio, dificultando las practicas preventivas hacia el Covid-19 (OPS, 2019;
Medrado et al., 2021).
Otra línea de análisis se desprende del aumento del desempleo y el
confinamiento prolongado, que supone un riesgo para la salud mental de las
personas, pero más aún para la salud física de mujeres, niños, adolescentes,
ancianos y la comunidad LGBTQI+ debido al aumento de la violencia doméstica
ejercida por los hombres (Medrado et al., 2021; OPS, 2019).
Conclusiones
La masculinidad hegemónica hace estragos en la salud de
los hombres con altas tasas de morbimortalidad, con muertes que poseen causas
evitables, asociadas principalmente a la conducta de riesgo. Esto ha llevado a
que el 20% de los hombres en la región de las Américas haya fallecido a los 49
años (OPS, 2019), trayendo entre múltiples consecuencias la feminización de la
vejez y de la pobreza.
El consumo de alcohol y otras drogas también se ha intensificado, en virtud
de la disponibilidad de tiempo, por las largas cuarentenas y la manutención de
redes de abastecimiento de sustancias en la modalidad online y redes
territoriales. A su vez, se estima que el chemsex se ha visto disminuido
por las dificultades de movilidad, pero ha aumentado el riesgo de contagio de
VIH SIDA y otras ITS, así como el mismo Covid-19, por el necesario
acercamiento de las personas para tener encuentros sexuales y las dificultades
de usar barreras de protección, en virtud del efecto inhibidor de las drogas.
El teletrabajo y el confinamiento también ha sido una oportunidad para las
paternidades, con la posibilidad de encontrarse los varones con sus hijos e
hijas e involucrarse en las tareas, cuidados y crianza. Este ha sido un factor
protector de la salud de los hombres, demostrado en sendos estudios
transversales y longitudinales.
De tal manera, se debe enfatizar en las medidas que los Estados han
adoptado, no solo para hacer frente a la pandemia o en asuntos sanitarios, sino
en las distintas políticas para afrontar desde del ámbito social y económico.
Es necesario considerar con especial énfasis las distintas vulnerabilidades
(Castellanos-Torres et al., 2020) de las mujeres, hombres, diversidad y
divergencias sexuales, a través del enfoque de género relacional, las
masculinidades y la interseccionalidad.
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Gobierno de España.
* * *
Recibido: 02/05/2021
Aceptado: 23/11/2022
Publicado: 17/01/2023
[1] Alexis Valenzuela Mayorga: Universidad Central de Chile, La Serena, Chile, ORCID 0000-0002-0451-5146, javalenzuelam@ucentral.cl; Diego Silva Jiménez: Universidad Central de Chile, Santiago, Chile, ORCID 0000-0003-2818-211X, diego.silva@ucentral.cl; Norma Silva-Sá: Universidad Alberto Hurtado y Universidad Central de Chile, Santiago, Chile, ORCID 0000-0002-8348-608X, norma.psi@gmail.com
; Luis Armando Arjona
Ramírez: Bloque Disidente Migrante y Coordinadora Nacional de Inmigrantes
en Chile, Santiago, Chile, ORCID
0000-0002-6842-7663, armando.arjon@gmail.com
[2] No adoptaremos la convención de
referirse a personas solamente en el género masculino, nos referimos a hijas e
hijos o niñas y niños o la bebé y el bebé, aunque pueda hacer ruido en la
fluidez de la lectura, para visibilizar el género femenino que es fundamental
desde una perspectiva feminista.