Un camino hacia la desazón: la geopolítica según el Tte. Gral. Benjamín Rattenbach entre 1955 y 1975
Revista
Estudios Avanzados 38,
junio 2023: 69-82. DOI
ISSN 0718-5014
Un camino
hacia la desazón: la geopolítica según el Tte. Gral. Benjamín Rattenbach entre 1955 y 1975
A Road to Unease: Geopolitics According
to Lt. Gen. Benjamin Rattenbach between 1955 and 1975
Francisco Ezequiel Mosiewicki[1]
Resumen
Revisaremos el
pensamiento del teniente general Benjamín Rattenbach
en relación a la disciplina de la geopolítica entre 1955 y 1975 en Argentina. A
lo largo de su trayectoria profesional, Rattenbach
cultivó no solo su conocimiento empírico del universo castrense, sino que
además se convirtió en un teórico de su oficio. Su producción, publicada en
revistas especializadas, periódicos de tirada nacional y libros de editoriales
tanto militares como civiles sirvieron como espacios de formación y difusión
acerca de las bases sociológicas del Ejército. Sus libros editados en 1958,
1965 y 1972 pueden leerse como una trilogía que sintetiza sus conocimientos y
opiniones sobre la disciplina y se complementan dando muestra de cómo su
pensamiento en relación a las FFAA y al país va cambiando con el paso del
tiempo. Sin embargo, en 1955 y 1975 dedicaría apartados específicos de sus
textos a explayar su punto de vista en materia de geopolítica. Su forma de
concebir la realidad militar y nacional adquiriría con el paso del tiempo una
tónica cada vez más pesimista, acompañado de una profunda desazón por el estado
del Ejército y de la situación sociopolítica de la Argentina.
Palabras clave: Fuerzas Armadas Argentinas, Años Setenta,
Intelectual Orgánico, Geopolítica, Desazón.
Abstract
The purpose of this article is to review the thought of Lt. Gen. Benjamin Rattenbach to the discipline of geopolitics between 1955 and 1975 in Argentina. Throughout his professional career, Rattenbach cultivated not only his empirical knowledge of the military universe but also became a theorist in his trade. His production, published in specialized magazines, national newspapers, and books by both military and civilian publishers, served as spaces for training and dissemination of the sociological foundations of the Army. His books published in 1958, 1965, and 1972 can be read as a trilogy that synthesizes his knowledge and opinions on the discipline and complement each other, showing how his thinking to the Armed Forces and the country changes over time. However, in 1955 and 1975 he would dedicate specific sections of his texts to explain his point of view on geopolitics. His way of conceiving the military and national reality would acquire over time an increasingly pessimistic tone, accompanied by a deep uneasiness about the state of the Army and the socio-political situation of Argentina.
Keywords: Argentinian Armed Forces, Seventies, Organic Intelectual, Geopolitics, Unease.
Introducción
Revisaremos el pensamiento del Tte. Gral. Benjamín Rattenbach en relación a la disciplina de la geopolítica entre 1955 y 1975 en Argentina. A lo largo de su trayectoria profesional, Rattenbach cultivó no solo su conocimiento empírico del universo castrense, sino que además se convirtió en un teórico de su oficio. Si bien había comenzado a incursionar en la escritura y divulgación de sus ideas a partir de 1951, momento de su primer pase a retiro, luego de 1957 profundiza sus estudios, llegando a ser uno de los principales especialistas en sociología militar de nuestro país. Aquellos momentos en que el teniente general se encontraba alejado de la esfera pública dan cuenta de hasta qué punto se desempeñó como un “intelectual orgánico” (Gramsci, 1975) del Ejército. Su producción, publicada en revistas especializadas del ámbito castrense, periódicos de tirada nacional y libros de editoriales tanto militares como civiles, sirvieron como espacios de formación[2] y difusión acerca de las bases sociológicas sobre las que se regía el Ejército. Sus libros editados en 1958, 1965 y 1972 pueden leerse como una trilogía que sintetiza sus conocimientos y opiniones sobre la disciplina y se complementan dando muestra de cómo su pensamiento en relación a las FFAA y al país va cambiando con el paso del tiempo. Sin embargo, en dos oportunidades dedica apartados específicos de sus textos a explayar su punto de vista en materia de geopolítica. El primero de ellos figura en Estudios y reflexiones, publicado en 1955 a meses de producirse el golpe de Estado que derrocaría a Juan Domingo Perón. Veinte años después interrumpiría la saga de la sociología militar al producirse un viraje en su manera de escribir y, entre otros elementos que dan cuenta de ello, dedicar el primer capítulo de su libro Sobre el país y las Fuerzas Armadas, de 1975, a la disciplina que es objeto de este artículo.
Correspondería entonces realizar una breve descripción teórica del campo. Alfredo Portillo afirmaba en 2004 que la geopolítica contemporánea ha funcionado como un pensamiento globalizador propio de la idiosincrasia del hemisferio norte y que orienta la política exterior de esos países. Tal visión no es exclusiva del siglo XXI sino que fue una postura decimonónica que se mantuvo a lo largo del siglo pasado y que trascendió fronteras, desde Friedrich Ratzel a Saul Cohen, de Alemania a Estados Unidos. Cada pensador estableció así su teoría en función de su propia concepción del poder a escala global. Del dominio del mar pasaron al dominio terrestre en tiempos de la paz armada, y al aéreo luego de las guerras mundiales para llegar a fin del siglo XX a la noción de “equilibrio geopolítico”. De esta manera, el autor concluye que “los países del norte tienen acumulada no solo una reflexión, sino una práctica política relacionada con el mundo como un todo” (Portillo, 2004: 294). Asimismo, en 2014 publicó un nuevo artículo donde plantea a la geopolítica como una conjunción entre, realidad, disciplina, visión y estrategia. Según esta categorización, los cuatro elementos están mediados por el conocimiento sobre las rivalidades en torno al poder y las influencias sobre un determinado territorio que dan forma a una determinada “realidad geopolítica”. La segunda variable refiere a aquellos pensadores y analistas que se especializan en este tipo de pensamiento. El tercer elemento enfatiza en la organización de la dimensión espacial o regional y el último en la planificación de aquellas acciones que se pondrán en juego para “intervenir en la realidad geopolítica existente en un territorio” (Portillo, 2014: 118).
Heriberto Cairo Carou y María Lois comienzan su texto publicado en 2014 afirmando que entre los años setenta y ochenta del siglo pasado se popularizó una imagen de violenta y precipitada de los países de América Latina en torno a la resolución de conflictos fronterizos. En relación a la Argentina, la “situación prebélica” con Chile a fines de 1978 y la guerra con Inglaterra en 1982 contribuyeron a formar esa representación. Siguiendo a John Child, año 1985, los autores afirman que esta actitud se corresponde con un “discurso geopolítico” importado de Alemania y que habría entrado en desuso luego de la Segunda Guerra Mundial. Los elencos dominantes de las dictaduras del Cono Sur, empero, habrían mantenido esta lógica “organicista de lucha entre Estados por la supervivencia” (Cairo Carou y Lois, 2014: 46). Asimismo, aclaran que estos conflictos no son parte de una escalada o un proceso a gran escala sino fenómenos propios de la formación de un nuevo “orden geopolítico y la aceleración de los procesos de globalización” (Cairo Carou y Lois, 2014: 47). Complejizando un poco la propuesta de Portillo, en este texto destaca la visión evolucionista y funcionalista de la postura de Ratzel. Las primeras teorías de la disciplina hablaban de una expansión natural de los estados, viendo como progreso a aquellas naciones que logran extender sus territorios y aceptando que otras “mueran” en el proceso. Las guerras mundiales servirían para cambiar la forma de ver los conflictos y abrirían el campo a explicaciones basadas en variables económicas y sociales (Cairo Carou y Lois, 2014: 48). Al empirismo “neopositivista” de mediados de siglo le seguirían propuestas que pusieran cada vez más énfasis en la idea de globalización. Entre los años setenta y ochenta surgirían teorías como las de Starr y Most que hablarían de “fronteras coloniales” y del lugar que ocupa la distancia en la proclividad de las metrópolis de encarar conflictos bélicos, como aseguraría Mandel (Cairo Carou y Lois, 2014: 50). Sobre finales del siglo XX surgirían nuevos trabajos que pondrían el eje en la cuestión ideológica buscando una nueva manera de leer los conflictos geopolíticos en función de la nueva coyuntura internacional.
Bruno Fornillo se dedicó en 2015 a analizar los estudios geopolíticos que tenían por objeto el espacio sudamericano. Al igual que el devenir europeo de la disciplina, a comienzos del siglo XX fue el pensamiento de Ratzel el que guió las interpretaciones sobre el aprovechamiento del territorio en América Latina.
A partir de la lenta pero tenaz presencia de las Fuerzas Armadas en la política subcontinental que se perfila desde 1930, la geopolítica logró resonancia pública y fue dejando atrás sus larvadas formulaciones, comenzando a permear el pensamiento de las elites políticas y económicas. (Fornillo, 2015: 119)
En términos estrictamente teóricos la geopolítica se manifiesta en publicaciones del contexto de la Segunda Guerra Mundial. Comenzando por Chile, de la mano del general Ramón Cañas Montalva, luego se extendió a Colombia, Brasil y Argentina, que ya había contado en 1954 con una traducción del manual alemán de R. Hennig y L. Körholz que para 1938 ya había alcanzado su quinta edición (Fornillo, 2015: 124).
Es en este contexto descrito por Fornillo que el por entonces general Benjamín Rattenbach, en situación de retiro activo voluntario, compila una serie de artículos presentados en revistas castrenses y publica en 1955 Estudios y reflexiones. Con este libro inauguraría su larga trayectoria como intelectual crítico del universo militar argentino que alcanzaría su punto cúlmine con su rol de presidente de la Comisión de Análisis y Evaluación del Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS). Su visión particular de las FFAA adquiriría con el paso del tiempo un tono cada vez más pesimista, acompañado de una profunda desazón por el estado del Ejército y de la situación sociopolítica de la Argentina.
Quién fue Benjamín Rattenbach
La carrera militar de
Benjamín Rattenbach puede estudiarse de la mano del
proceso de profesionalización que atravesaron las FFAA durante las primeras
décadas del siglo XX impulsado por el general Agustín Justo y el ministro
Manuel Rodríguez. Nació en Santiago del Estero en 1898 e ingresó al Colegio
Militar de la Nación en 1913, en pleno proceso de modernización castrense según
los parámetros prusianos. En 1916, habiendo sido abanderado de su promoción
durante dos años seguidos, egresó portando el diploma de honor, con el rango de
subteniente. Su paso por la Escuela Superior de Guerra, entre 1918 y 1927, lo
llevó a ascender a capitán en 1928. En 1933 realizó cursos de perfeccionamiento
en Alemania y en 1936, tras regresar a la Argentina, fue designado profesor en
la Escuela Superior de Guerra. Para 1940 ya era teniente coronel, momento en
que se ocupó de la cátedra de Operaciones Combinadas de la Escuela de Guerra
Naval. Tres años después fue ascendido al rango de coronel y destinado al
Comando en Jefe del Ejército como oficial del Estado Mayor, desempeñándose como
Jefe de la División de Operaciones. Promediando el año 1946 calificó como
general de brigada y fue nombrado comandante de artillería de la 5ta División
del Ejército. Sobre el final de la década sería nombrado director del Centro de
Altos Estudios y en 1950 accedería al rango de general de división.[3]
Nunca fue partidario de Juan Domingo Perón. Su enemistad, empero, surgió antes
de la existencia del peronismo como movimiento político. Las prácticas
políticas desarrolladas por el entonces coronel Perón durante la gestión de
Farrell se distanciaban de las ideas defendidas por Rattenbach.
En 1951, el nombramiento del general Alfredo Ávalos como comandante en jefe lo
llevaría abandonar la actividad. La posición de un general de menor orden en un
puesto superior invertía el sentido de la jerarquía, por lo que Rattenbach no tardó en solicitar su pase a retiro (Potash, 1970).
A fines de 1955, producido el recambio de autoridades dentro del gobierno de la autoproclamada “Revolución Libertadora”, Rattenbach fue reincorporado al servicio activo a cargo del Estado Mayor de Coordinación. Sus fojas de servicio corroboran como ocho días más tarde fue ascendido al rango de teniente general.[4] En diciembre de 1957 nuevamente es declarado en situación de “retiro efectivo voluntario”, aunque esta vez en carácter “definitivo”. Dicha “renuncia”, como él mismo afirmó en una entrevista para la revista Siete Días, se debió al rumbo que estaban tomando las políticas implementadas por el gobierno (Perrone, 1983). Para ciertos elencos dentro de las FFAA era considerado un “abanderado de una concepción exigente del deber militar” (Rouquié, 1986: 207) por su defensa del principio de sujeción al control civil de las Fuerzas Armadas y de la modernización profesional alejada de toda conjura (Rattenbach, 1958: 127).
Mi tesis es que toda revolución militar es una suma de deslealtades, porque cuando un oficial entra en ella, de hecho, falta a la lealtad que debe a sus superiores y, por ende, al Presidente, que es su superior máximo. Es cierto que frente a superiores al estilo de Peron [sic.], etc., tal lealtad queda subordinada a la que se debe a la Nación, pero esto no quita que, desde el punto de vista moral, se entre en la categoría del desleal. (Rattenbach, 1972b: 152)
Por esos motivos, en septiembre de 1962, luego de la victoria de los “azules” sería “sugerido” por Onganía al presidente José María Guido como secretario de guerra. Sin embargo, las discrepancias internas de su facción sumadas a ciertos comunicados de tinte golpista del ministro del interior, general Rauch, terminaron por generar su distanciamiento del gobierno (Mazzei, 2012: 97-98).
El abandono de su posición en el Poder Ejecutivo en mayo de 1963 no significó la pérdida de su interés por los asuntos que relacionaban al Estado con el ejército. Años después, instaurado el gobierno de facto que inauguró la autodenominada “Revolución Argentina” Rattenbach volvería a acercarse a Onganía, ya no como funcionario sino como consejero. En sus memorias pondera que el nuevo encuentro entre ambos fue más ameno y menos permeado por los ripios impuestos por las diferencias jerárquicas. Rattenbach afirma haber hecho todo lo que estaba en su poder para evitar que Onganía tomase las decisiones incorrectas que ulteriormente garantizarían su destitución, pero la falta de comprensión política que caracterizaba al otrora comandante en jefe le impidieron esquivar el final de su carrera pública. Sobre él, el Tte. Gral. opinaba que “se tenía demasiada fe y, según algunos, hasta se creía una especie de predestinado. Yo nunca vi en él tal pretensión, pero reconozco que, al igual que muchos otros profesionales militares, no tenía visión política” (Rattenbach, 1972b: 168).
El final del Onganiato distanciaría nuevamente al Tte. Gral. de la casa de gobierno. Sus memorias fueron escritas en el año 1972, por lo que es difícil precisar sus siguientes acciones en relación a la política. De todas formas, diversas notas periodísticas le otorgan cierta relevancia mediática al menos hacia el final de la presidencia de María Estela Martínez de Perón. Su último trabajo estuvo comisionado por un decreto del presidente de facto Reynaldo Bignone. El siete de diciembre de 1982, se le ordenó presidir la elaboración de un informe sobre las responsabilidades civiles y militares en la Guerra de las Malvinas. Como tantas otras veces su prestigio y el hecho de que fuera el teniente general vivo de mayor orden lo llevaban a oficiar en los fueros castrenses. Su rol como responsable de la Comisión de Análisis y Evaluación del Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS) no pasó desapercibido. La labor de la comisión se extendió hasta el 30 de septiembre del año siguiente y su trabajo estuvo marcado por serias discrepancias internas. La firma en disidencia de Rattenbach, presentada en foja aparte como corolario del Informe es otra manifestación del choque de dignidades que se experimentó al finalizar el conflicto. No es solo la interpretación de las “transgresiones” o la cantidad de efectivos involucrados sino las atribuciones que la misma Comisión debía arrogarse lo que estaba en discusión. Para el Tte. Gral. las consecuencias pedagógicas o a largo plazo que pudiesen deducirse del informe estaban más allá del trabajo que debían realizar entre diciembre de 1982 y julio de 1983. El resto de los oficiales empeñados en la investigación buscaron dejar un documento que tuviese un sentido histórico y una utilidad que trascendiera los fines de la Junta Militar (Ottino, 1997: 18). Aunque finalmente triunfó la postura de la mayoría, Rattenbach no desaprovecharía sus últimas vacaciones pues cuatro meses antes de su fallecimiento pondría a resguardo del Gral. (R) José María Díaz un documento de cinco páginas con sus críticas detalladas sobre el “Informe Final” (Ottino, 1997: 30-31). Para ese año, el teniente general estaba inmerso en una profunda desazón que venía arrastrando, por lo menos, desde una década antes.
Cultivando una labor crítica
Como se dijo con anterioridad, en 1951, ante la posibilidad de tener que recibir órdenes de un compañero de armas de menor jerarquía, Benjamín Rattenbach solicita el pase a retiro y comienza a explorar su faceta como escritor.
Su acercamiento a la ideología antiperonista lo hizo comenzar a frecuentar un centro cultural donde se editaba la revista Dinámica Social. Así, entre 1952 y 1954 desarrolló sus ideas contrarias al gobierno en una serie de artículos que firmaba como “Erasmus” o “Históricus” (Rattenbach, 1972b: 80). El distanciamiento de Rattenbach del periódico ocurrió cuando un escritor extranjero publicó allí un artículo vinculando al Ejército directamente con la figura de Perón. Ese bautismo de fuego en el campo intelectual sería tan influyente sobre su identidad que a su regreso a la actividad luego del golpe de Estado de septiembre de 1955 ya no podría divorciar ambos roles. Su ingreso al mundo intelectual, empero, va de la mano con un cambio en sus responsabilidades. No tiene ya una ocupación que lo comprometa a la gestión institucional, como había sido en el tiempo de su dirección del Centro de Altos Estudios o cuando debía comandar una división del Ejército.
Las figuras más destacadas en el campo de la disciplina provienen en su gran parte de intelectuales abocados a pensar la vida estatal, particularmente dentro del establishment militar: independiente, celoso de su autonomía, podía allí desplegarse sin freno ni adversarios. (Fornillo, 2015: 121)
Como revelaría en 1975, el Tte. Gral. se sentía en deuda con la institución que lo había formado. Es por eso que en abril de 1955 la Biblioteca del Oficial, organismo editorial el Círculo Militar, toma la labor de publicar su Estudios y reflexiones, libro en el que expone “una serie de observaciones recogidas [...] sobre el funcionamiento del Ejército argentino a través de una actuación de cuarenta años” (Rattenbach, 1975: 7). Dicho texto desarrolla en su capítulo cinco el pensamiento de Rattenbach en materia de geopolítica.[5] El apartado comienza planteando el debate existente sobre la condición de ciencia de la disciplina: “Mientras que algunos escritores, en su mayoría franceses, ingleses y norteamericanos, le niegan ese carácter, otros, principalmente los alemanes, sostienen lo contrario y opinan que merece ser considerada como tal” (Rattenbach, 1955: 51). Asimismo, explica que no todos los estudiosos tudescos la analizan de la misma forma su naturaleza. Los seguidores de Rudolf Kjellén,[6] dentro de los cuales se encontraban Hennig y Körholz (autores del manual mencionado más arriba), consideran a la geopolítica como una parte de un saber más amplio entendido como “ciencia del Estado”. Por otro lado, el general Haushofer y quienes lo siguieron la consideraban “propiamente la ciencia del Estado; un verdadero compendio de otras ciencias, aun cuando su centro de gravedad se halle en la geografía”. Otra definición de este mismo autor la reconocería como un arte, encargado de orientar la práctica política (Rattenbach, 1955: 51-52). Las críticas realizadas a la geopolítica estarían centradas en la denuncia de que a través de ella no pueden enunciarse leyes de validez general. Por el contrario, sus análisis dependen de cada caso particular y que la realidad de cada Estado es diferente. También se le critica su función predictiva dado que en ella “inciden tantos factores variables e imponderables, como por ejemplo, el espíritu de los individuos (conductores) y colectividades” (Rattenbach, 1955: 52).
Si se sigue la segunda definición de Haushofer, opina Rattenbach es posible considerar a la disciplina como un “método de análisis”, es decir una serie de pautas que indican cómo realizar adecuadamente un estudio. De esta manera parecería ser más un arte que una ciencia y no importarían las leyes que la orienten (aunque en algún momento su concepción y estima dentro de la comunidad científica pueda cambiar). La denuncia del general aparece en el párrafo siguiente, donde afirma que en aquellos países donde la geopolítica es más vituperada se la emplea con más frecuencia, aunque con otros nombres. Así, según el caso analizado se puede hablar de “factor geográfico de la política” o “geografía política”, de modo que la crítica pierde sentido sobre todo si se considera a la geopolítica “como una geografía política con vistas al futuro” (Rattenbach, 1955: 53-54).
Sobre la finalidad de este saber, vuelve a citar a Kjellén aclarando que para el pensador sueco su utilidad radica en “estudiar la influencia de los factores geográficos en el desarrollo políticos de los pueblos y Estados” (Rattenbach, 1955: 54). Sin embargo, para Haushofer la geopolítica proporcionaría las herramientas para “el gobierno integral del Estado”. De allí que el general alemán la entendiera como reglas para la praxis política. Volviendo al marco teórico de este trabajo, Bruno Fornillo cita a Haushofer remarcando la “belleza demoníaca de la geopolítica” en su capacidad de desnudar las políticas tendientes al engrandecimiento del Estado, allí donde “el perfil cientificista de las relaciones internacionales, o los protocolos de cancillería suele esforzarse por mediatizar u ocultar” (Fornillo, 2015: 120).
Si se acepta que la geopolítica sirve para estudiar la potencialidad de un país (llamémosle de paz), indudablemente ha de servir para estudiar su potencialidad de guerra, ya que esta no es más que la de paz, incrementada con las posibilidades para la guerra. (Rattenbach, 1955: 54)
El análisis de Rattenbach continúa buscando demostrar cómo la geopolítica es índice total en los estudios militares estratégicos. De acuerdo con esta última cita la disciplina no solo afecta la planificación civil de la acción política sino también al universo castrense. Es por ello que el general incluye el detalle del contenido de varios capítulos del Manual de planificación estratégica, de la Escuela de Comando y Estado Mayor (Rattenbach, 1955: 55-56). El segmento se cierra indicando los fines políticos y militares de la geopolítica:
1° Determinación del objetivo político del propio país y de la orientación política a seguir para conseguirlo o mantenerlo. 2° Deducción de los objetivos políticos de otros países y de la probable política que han de seguir. 3° Estudios bases de estrategia militar de diversa índole. (Rattenbach, 1955: 56)
El apartado finaliza remarcando la importancia de renovar los planes de estudio de aquellas facultades donde aún se mantiene la asignatura “geografía política”. “La única forma de preparar a un pueblo para un gran destino es enseñarle a ver las cosas con una amplia visión del futuro” (Rattenbach, 1955: 57). Para Rattenbach, un mundo cada vez más marcado por las características de la “guerra total” no puede estar desprovisto de las posibilidades que la geopolítica otorga a aquellos que la estudian, dado que no solo prepara para el combate sino también para los tiempos de paz, tomando ambos períodos como caras de una misma moneda.
De la geopolítica a la sociología militar
A pesar que la discusión teórica de la disciplina se agota en el capítulo cinco, todo el libro de 1955 está marcado por la reflexión sobre la estrategia militar y cómo esta afecta al panorama argentino. El primer capítulo trata sobre planes operacionales militares en Sudamérica. Luego se dedica a analizar cómo la táctica conocida como “maniobra por línea interior” fue empleada durante la Segunda Guerra Mundial. El sexto apartado explica la finalidad de las operaciones anfibias en el Cono Sur; a continuación, desarrolla las características de la conducción superior y su marco de libertad de acción en la guerra moderna. En el capítulo doce estudia los aspectos esenciales de los conflictos bélicos en tiempos contemporáneos. Finalmente, trata el punto de vista de Arnold Toynbee sobre la relación entre guerra y civilización.
Luego de su renuncia al Estado Mayor de Coordinación en noviembre de 1956,[7] sus intereses viraron hacia otra disciplina. En sus memorias afirma que la sociología militar siempre había sido de su interés.
Esta disciplina, surge a mediados del siglo XX a nivel mundial, en una coyuntura de modernización para las Fuerzas Armadas que no pudo dejar de ser analizada tanto por sus propios teóricos como por cientistas que se vieron cooptados por las inquietudes que este proceso acarreó (Malamud, 2013). Desde una mirada teórica internacional, los objetivos de ambos grupos estuvieron centrados en el análisis de los rasgos del sujeto militar como profesional, como de la institución militar a nivel social.[8] En la Argentina, el mayor Virgilio Beltrán (Beltrán y Ochoa, 1968) concentró su trabajo en las características adquiridas por la institución militar, tanto en su estratificación interna como en la lógica de sociabilidad entre sus miembros y los integrantes de la sociedad civil. Otro antecedente latinoamericano lo constituyen los trabajos del capitán de fragata de la Armada de Chile Milán Marinovic Pino (1981), que indaga las diferencias estructurales de las carreras de oficiales de las distintas armas y el aporte de Sergio Vergara Quiroz (1993), cuyo análisis se centra en la historia social de la formación del cuerpo de oficiales chilenos.
La “crisis” interna que debía superar el Ejército luego del golpe de Estado de 1955 lo llevaron a modificar los temas de sus escritos: “siempre me habían intrigado ciertos problemas y características de nuestro medio ambiente al compararlos con lo que sucedía en el medio civil” (Rattenbach, 1972b: 101). Siguiendo ese deseo es que da comienzo a una saga de catorce años donde, si bien son otro tipo de estudios los que guían su pluma, la concepción de la estrategia y la íntima relación entre la guerra y la paz nunca desaparecen de sus representaciones.
Los libros publicados en 1958 y 1965 son muy similares. En ambos divide sus capítulos como los distintos “aspectos” que hacen a la naturaleza de la disciplina. De esta manera comienzan con un apartado destinado a sus atributos “metodológicos” que en el segundo texto Rattenbach nombra “Aspectos de estudio de la sociología militar”. En ambas entregas dedica secciones a revisar cuestiones políticas y económicas dentro de las FFAA. También analiza características organizacionales del sector militar. Mientras que a fines de los años cincuenta denomina al capítulo “Aspectos institucionales”, a mediados de la década siguiente lo llama “Aspectos sociológicos generales”. La cuestión moral también es incluida en el segundo texto, junto a “Aspectos psicológicos” y “religiosos”. Estos tres últimos apartados en 1958 habían estado sintetizados en una misma unidad titulada “Aspectos espirituales”. El último bloque de temas está dedicado a características “especiales del personal”, mientras que en 1965 incluye ciertas valoraciones históricas y de las FFAA en tiempos de guerra. Finalmente, en ambos libros analiza las peculiaridades del entorno jurídico de la sociología castrense. Las primeras páginas de la sección son utilizadas para desarrollar las condiciones del fuero militar; Rattenbach parte de los usos corrientes del término para afirmar que los aparentes privilegios legales del derecho que se imprime sobre las tres armas terminan por ser una carga más severa que la civil ya que por las condiciones y faltas que se juzgan las penas suelen ser más pesadas (Rattenbach, 1958: 89-96). Asimismo, indica que se suele juzgar a los militares por la aplicación del Código cuando su creación e implementación fue el resultado de un proceso llevado adelante por instituciones civiles y que por lo general no son responsabilizadas por la opinión pública (Rattenbach, 1965: 91). El cambio comenzaría a gestarse para 1972. Si bien el libro comienza con sus conocidos “Aspectos sociológicos generales” ya no diferenciaría al sector civil de la sociedad del castrense sino que los vincula en el llamado “sistema social-militar” (Rattenbach, 1972a: 21-26). El resto de la obra está separada en dos capítulos titulados “Aspectos internos del sistema social-militar” y “La interacción del sistema social-militar”. Si bien gran parte de la información incluida aparece en los textos previos este ejemplar presenta una metodología más rigurosa desde el punto de vista académico, un aparato erudito mejor constituido y comienza con una extensa aclaración sobre la terminología utilizada que hace pensar sobre el destinatario a un público mayor que en los momentos previos. En su conjunto el período 1958-1972 se constituye para Rattenbach en una unidad de trabajo con el objetivo de comprender los alcances del estudio de la sociología militar y sus particularidades para el caso argentino (Rattenbach, 1972a: 7-12).
En 1972 Rattenbach finalizó también con la escritura de un texto inédito titulado Recuerdos militares y políticos. Si bien única copia disponible hasta la fecha se encuentra incompleta,[9] sus páginas son muy reveladoras respecto a la trayectoria profesional del Tte. Gral., sus vínculos con sus compañeros de armas y con figuras relevantes de la política nacional como los expresidentes Arturo Frondizi y José María Guido. Tampoco se trata de un escrito específico sobre geopolítica, pero las nociones de estrategia, vínculo entre fuerzas militares en tiempos de crisis institucional y exaltación de la violencia política e impresiones sobre la interrelación entre el ámbito civil y militar en torno a la conducción de un país están presentes en toda su extensión. Por citar dos ejemplos, en 1956 durante el intento de contragolpe encabezado por el general Juan José Valle, Rattenbach se desempeñaba como jefe del Estado Mayor de Coordinación. En el fragor de los acontecimientos, el por entonces vicepresidente de facto, contraalmirante Isaak Rojas estaba a cargo de la represión del suceso. Al encontrar al Tte. Gral. en el Comando de Operaciones Navales (conformado en la Capital Federal, en el Ministerio de Marina) modificó su orden previa e indicó no proceder a fusilar sublevados sin la autorización de Rattenbach en cada caso.
Yo le advertí que en tierra no se podía ordenar así, porque si ya había dado antes la orden de fusilar, esta enmienda iba a llegar tarde, por las fricciones y retardos naturales en la transmisión de órdenes. Dicho y hecho. Al poco rato llegó la noticia que en la zona sur se había procedido a fusilar a algunos revoltosos que fueron encontrados con las armas en la mano. (Rattenbach, 1972b: 89)
La advertencia del teniente general demuestra su experiencia en el mando de las fuerzas de tierra. El conflicto se desarrollaba en múltiples frentes. El de la “zona sur” que figura en la cita no es el único, pero ese en particular, localizado en el barrio de Lanús, estaba a casi trece kilómetros de distancia del Comando de Operaciones. El otro foco que también estuvo vinculado a los fusilamientos, José León Suarez, en el oeste, quedaba a veintisiete kilómetros. Por tanto se advierte que el cálculo realizado por Rattenbach ponderaba tanto la distancia que separaba al centro de mando de las vanguardias como la capacidad de reacción de las tropas frente al incidente.
El segundo casó ocurrió durante el segundo enfrentamiento entre azules y colorados, en abril de 1963, mientras el Tte. Gral. se desempeñaba como secretario de guerra. Como ministro del arma Rattenbach estaba encargado de negociar el cese de hostilidades con la Marina y al punto de pactar la detención del avance de las columnas del Ejército sobre Puerto Belgrano, base de los sublevados, Onganía (comandante en jefe del Ejército en ese entonces), se negó a acatar la orden. La insubordinación de quien tres años después sería presidente de facto de la Nación debió ser atendida por el presidente Guido y por los ministros de las tres armas en reunión conjunta, de modo que Onganía no tuvo más que respetar la contraorden y poner fin a las operaciones.
Si yo no hubiera detenido el avance él no habría llegado a ocupar el sillón de Presidente de la Nación,[10] pues la Marina jamás lo hubiera aceptado después de la masacre que iba a producir en Puerto Belgrano. Sin duda los marinos se hubieran defendido en esa base con toda desesperación y a costa de mucha sangre. (Rattenbach, 1972b: 157-158)
La afirmación de Rattenbach denota su comprensión de las relaciones políticas hacia el interior de las FFAA y cómo estas influían en el devenir de la Nación. También refuerza cierta falta de previsión por parte de Onganía, al menos desde su punto de vista. Asimismo, todo el texto está empapado de una emocionalidad que hemos identificado como “desazón”. Las líneas con que Rattenbach finaliza estas memorias son: “Pobre país, que poca suerte ha tenido en los últimos años. Pero tengo fe en nuestro porvenir y espero que con las nuevas generaciones salgamos pronto de esta situación” (Rattenbach, 1972b: 168).
La emoción del “destiempo”
Anteriormente se afirmó que en torno a los años setenta la producción intelectual del Tte. Gral. Benjamín Rattenbach se ve teñida por la desazón, producto del estado en que ve al país y al Ejército. Para interpretar esta relación afectiva, la metodología desarrollada por William Reddy adquiere una dimensión esencial. A la hora de reconocer la experiencia emocional Reddy aporta un método de análisis discursivo basado en los actos del habla del lingüista John Austin (Reddy, 2004: 64). Según dicha conceptualización, los emotives serían traducciones verbalizadas de actos no verbales, es decir expresiones discursivas que manifiestan emociones sufridas por el emisor. Así, cuando un sujeto manifiesta (por escrito o en forma oral) que algo le genera “odio” se puede comprender que efectivamente eso es lo que siente, dentro del régimen emocional que lo compele, en lugar de que la expresión sea fruto de una arbitrariedad. Sin embargo, la experiencia en este tipo de análisis demuestra que muchas veces los emotives no aparecen de manera “pura”, es decir, que la experiencia afectiva del hablante debe ser interpretada en el contexto del discurso y siempre en función de la coyuntura en la cual es enunciado. En otros casos el emotive no revela una emoción en sí misma sino una “disposición emocional”.[11] Tal situación plantea otras dificultades porque difumina el complejo sentimental del sujeto analizado pero puede servir para obtener una información más adecuada del régimen emocional que lo afecta. Los típicos casos analizados por Ute Frevert son los del honor y la vergüenza. Ambas disposiciones se presentan como sistemas de sentimientos que “producen y estructuran prácticas sociales” (Frevert, 2011: 41).
En relación al tema específico del presente artículo resulta determinante registrar aquellos emotives que representan la desazón en el discurso de Rattenbach. Mas esto es imposible sin antes saber cómo funciona y qué caracteriza a esa emoción. Partiendo de la definición que aporta la RAE podemos entenderla como “Disgusto, pesadumbre, inquietud interior”;[12] más aún, siguiendo a Pablo Oyarzun, podemos comprender en ella un doble sentido:
quiere decir, por una parte, “incomodidad”,
“malestar”, “sinsabor”; por otra, “destiempo”. Entre las dos acepciones hay una
relación estrecha. Aquello que no sucede a su tiempo, en el momento que le está
prescrito por su misma naturaleza, en el instante de su madurez, sino que se
anticipa o se retarda notoriamente, adquiriendo por eso mismo un carácter irruptivo o abrupto, provoca un sentimiento de incomodidad,
de malestar. Este será tanto más acentuado, cuanto más extemporánea sea la
interrupción; será tanto más vago, inaprehensible, cuanto más problemático sea
definir el tiempo de la sazón. (Oyarzún, 2001: 9)
Malestar, pesadumbre y destiempo son las variables que regirían a este tipo de afecto. Es posible, empero, complejizar aún más el análisis si se busca la etimología de la palabra desazón. Desprovista del prefijo “de”, que significa separación, la palabra sazón indica el grado de madurez y plenitud de las cosas. Alguien que sufre de desazón está “privado de su pleno bienestar”; proviene de la palabra latina satio, sationis, que se corresponde con la siembra y el momento de maduración de aquello que fue sembrado. Pero si se busca más en profundidad, hasta la raíz indoeuropea del término, llegamos al conocimiento que de esa misma fuente procede el vocablo semen, seminis, que significa la semilla del varón. De modo que la desazón puede vincularse a un sentimiento de impotencia.[13]
En ese mismo sentido, llama la atención cómo en 1975 Rattenbach encabeza su capítulo sobre geopolítica con el título “Un lamentable atraso argentino” (Rattenbach, 1975: 9). Tal como indicaba la definición, para el Tte. Gral. hay un problema relacionado al tiempo. Al igual que en 1955, el apartado comienza remarcando la importancia histórica de la disciplina para ingleses, estadounidenses, suecos y alemanes, pero en este caso, la primera página ya contiene un juicio de valor sobre las consecuencias de su aplicación en el plan estratégico que guio la política nacionalsocialista:
Lástima grande que el régimen nefasto de Hitler le imprimiera una orientación torcida y la hiciera odiosa a todo el mundo, obligándole desde entonces a llevar una existencia oculta y en cierto modo vergonzante hasta que surgió plenamente en la época actual. (Rattenbach, 1975: 9)
La palabra “lástima” resalta en la cita anterior y puede reforzar la idea del “disgusto” o la “pesadumbre interior”. Pero también es interesante que Rattenbach eligiera justo esta publicación para hacer público su rechazo a Hitler. Como se viera anteriormente, el viaje a Alemania emprendido junto a su familia en 1933 lo puso en contacto directo con el régimen del dictador germano, por quién sintió un “absoluto desprecio” (Infobae, 2012). Tal postura fue confirmada por su hija, durante una entrevista realizada en julio de 2013.[14] Pero el hecho está en que pudiendo incluir sus sentimientos hacia el líder nazi en 1955, diez años después de su caída, elige por alguna razón hacerlo en 1975. Así redondea la idea aseverando que la ciencia no debe ser condenada por las decisiones de aquellos que la emplearon.
Luego continúa, al igual que veinte años antes, afirmando que las potencias nunca dejaron de aplicar la geopolítica, sino que la “enmascararon” con otros nombres para librarse del estigma que pesaba sobre ella. Sin embargo, en esta oportunidad aclara que fueron los Estados Unidos quienes se libraron con más rapidez de los prejuicios y publicaron manuales y textos informativos aludiendo directamente a la disciplina desde 1942 y de manera continua hasta 1953. El objetivo real del capítulo y la novedad aparece sobre el final del primer segmento, es decir, la relación entre la geopolítica y nuestro país. Nuevamente, comienza el punto dos proponiendo una nueva definición para esta clase de estudios. En ella se relacionan dos proposiciones: “(1) es una combinación de historia, geografía y política; (2) es una materia predictoria, es decir, que predice también los acontecimientos del porvenir” (Rattenbach, 1975: 13). La principal diferencia con el significado otorgado en el pasado recae en nuevamente la importancia que aquí se le da a la dimensión temporal. Al hablar de historia, el teniente general pone el foco en el pasado. A continuación habla de los alcances de la geopolítica y afirma que no solo se ocupa de atender al espacio por fuera de las fronteras de un país sino que también contempla los límites internos, y la experiencia de Rattenbach en esta dimensión de la materia ya ha sido revisada en las páginas anteriores. En el cuarto segmento del capítulo continúa hablando de la importancia que estos conocimientos revisten para el conjunto de las FFAA y que deberían impartirse en todas las casas de estudio dado que sus interrogantes interesan al total de la sociedad. A este respecto pondera:
(1) Dada la explosión demográfica mundial y su hambre creciente ¿cuál será la situación de nuestro país como productor de alimentos si a la vez su población se eleva a 40 millones de habitantes? (2) ¿Cuál será también para esa fecha su situación en energía eléctrica, teléfonos, transportes, escuelas y viviendas, si no se toman desde ahora medidas especiales (con planes a largo plazo) para conjurar la crisis que producirá ese aumento de población? (3) Dado nuestro bajo índice de natalidad (24) con respecto al resto de los países latinoamericanos, cuya media es de 40, ¿cuál será nuestra situación a fines de siglo dentro del conjunto latinoamericano? (4) ¿Qué importancia tiene para la Argentina la Cuenca del Plata? (5) ¿Cuál es el fundamento del litigio del Canal de Beagle, la posesión de tres islas, o hay algo más importante en ello? (Rattenbach, 1975: 18-19)
Es interesante el conjunto de inquietudes planteadas por el teniente general, sobre todo aquellas que años después realmente se convirtieron en un conflicto geopolítico a nivel local o regional. Pero también es notoria la continua preocupación por el tiempo, ya sea el pasado o el futuro, siempre en términos negativos o de crisis. Reconociendo que quienes están cursando sus estudios en colegios nacionales o universidades de la Argentina luego tendrán a su cargo la conducción del país, Rattenbach declara que la “nación se halla sensiblemente atrasada en la enseñanza” de la geopolítica (Rattenbach, 1975: 19). Para terminar la necesidad de educar a los jóvenes en una “conciencia mundial” que supere la “perspectiva provinciana y local en la que la tienen sumergida los actuales programas” (Rattenbach, 1975: 20) y abandonar la toma de decisiones influenciadas por la economía y la prensa extranjera para guiar el destino de la Argentina mediante los propios razonamientos (Rattenbach, 1975: 21). Siguiendo nuevamente a Bruno Fornillo, los planeos del Tte. Gral. Rattenbach también tienen sentido en vistas de las nuevas concepciones teóricas de los años setenta:
Hasta podría pensarse que las teorías sociológicas más importantes de Sudamérica son estructuras teóricas que no están exentas de una “imaginación teórica” soportada en dinámicas espaciales, geopolíticas y geoeconómicas: centro-periferia; dependencia-desarrollo y también: “imperialismo”, “sub-imperialismo”, “colonialismo”. (Fornillo, 2015: 121)
Resulta importante además comprender que las inquietudes de nuestro objeto de estudio proceden de una coyuntura y que eran compartidas por varios de sus colegas intelectuales del universo castrense. Un ejemplo que puede ser destacado corresponde al Alte. Issac Rojas que ya había comenzado a publicar en 1974 (y continuaría su trabajo durante los cinco años siguientes) informes evaluando el rol del Estado argentino en la construcción de represas hidroeléctricas que lejos de beneficiar a nuestra política energética terminaban por favorecer a Brasil (Covelli, 2016: 45). Otro caso de gran notoriedad y que reviste una tónica aún más cercana a la de Rattenbach es la producción del Gral. Juan Enrique Gugliallmelli. Sus artículos se encuentran radicados en la revista Estrategia (1969-1983), que él contribuyó a fundar. Su objetivo fue analizar los motivos que impidieron a la Argentina a abandonar el subdesarrollo en que se hallaba (Covelli, 2016: 47). En sus sucesivos trabajos habría buscado plantear su propio proyecto de Nación basado en una concepción nacionalista de tipo “territorialista”. Al igual que Rojas y otros pensadores del Ejército como el Gral. Osiris Villegas discutía el aprovechamiento que el Estado hacía de los recursos naturales fronterizos y tomaba partido de las disputas existentes con los países limítrofes (Di Renzo, 2020: 52-53).
Es probable que Rattenbach no pudiese desprenderse de esa desazón sobre el Ejército y la Nación hasta su muerte. La firma en disidencia de Rattenbach, presentada en foja aparte como corolario del Informe Final de la CAERCAS, es otra manifestación del choque de sensibilidades que se experimentó al finalizar el conflicto. No es solo la interpretación de las “transgresiones” o la cantidad de efectivos involucrados sino las atribuciones que la misma comisión debía arrogarse lo que estaba en discusión. Para el Tte. Gral. toda consecuencia que se dedujese más allá de cuestiones de conducción (política, estratégica, operacional, económica y psicológica), las responsabilidades ante la derrota y las medidas jurídicas estaban más allá del trabajo que debían realizar entre diciembre de 1982 y julio de 1983 (Rattenbach, 1983). El resto de los oficiales empeñados en la investigación buscaron dejar un documento que tuviese un sentido histórico y una utilidad que trascendiera los fines de la Junta Militar (Ottino, 1997: 18). Aunque finalmente triunfó la postura de la mayoría, Rattenbach no desaprovecharía sus últimas vacaciones pues cuatro meses antes de su fallecimiento pondría a resguardo del Gral. (R) José María Díaz un documento de cinco páginas con sus críticas detalladas sobre el Informe Final (Ottino, 1997: 30-31). La emoción que es objeto de este artículo está ausente en el texto, pero los motivos del Tte. Gral. para redactarlo son coherentes con el estado emocional que manifestó durante los últimos años de su carrera intelectual. Su hija afirma que el estrés de haber tenido que encarar esa última tarea fue lo que aprontó su fallecimiento, dado el dolor que le acarreó ver a las Fuerzas Armadas y al Ejército en particular en semejante posición de vergüenza.[15] El leitmotiv de mantener la dignidad personal a pesar de su malestar afectivo lo motivó a escribir hasta el último momento.
Conclusión
En las páginas anteriores buscamos comprender el particular punto de vista del Tte. Gral. Benjamín Rattenbach en materia de geopolítica. Asimismo, se pretendió analizar cómo su pensamiento estuvo mediado, sobre todo en los últimos años de su desempeño como crítico de su campo, por un estado emocional caracterizado por la desazón. Esa disciplina tan valorada por militares y altos dignatarios, llega a mediados del siglo XX siendo repudiada y vituperada por contribuir al expansionismo alemán durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de allí las potencias mundiales prefirieron hacer uso de sus saberes, pero camuflándolos con otros nombres. Sin embargo, conforme avanzaba el siglo se iría desprendiendo de su estigma fascista para volver a aparecer en manuales universitarios y documentos oficiales firmados por funcionarios del Estado.
Al igual que otros integrantes del universo castrense en el Cono Sur, Rattenbach se dedicó desde mediados del siglo pasado a fomentar aquellos conocimientos de las ciencias sociales que podían ser útiles para su entorno profesional. Primero la geopolítica y luego la sociología, ambas servirían para cultivar en él un particular punto de vista sobre el país, las FFAA, las relaciones políticas a nivel regional y la coordinación de fuerzas tendientes a ordenar el gobierno de un país como la Argentina. Conforme pasaba el tiempo su forma de escribir se iría tiñendo de una emocionalidad negativa, fruto de aquellos desaciertos observados por el Tte. Gral. tanto en el campo civil como en el militar. Producto de una coyuntura afectiva que era compartida por varios representantes de la intelectualidad militar la desazón dejaría su marca en las memorias de Rattenbach en 1972, en su libro de 1975 y en sus roces finales con sus compañeros de armas. A pesar del malestar íntimo y el sentimiento de atraso que evidenciaba en nuestro país mantuvo su leitmotiv de sostener la dignidad personal mediante el pensamiento, la palabra y la acción, aun con el distanciamiento que pudiese generarle respecto a sus camaradas de armas. Sostuvo el objetivo de velar por el prestigio institucional a ultranza hasta su muerte.
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Recibido: 01/11/2022
Aceptado: 16/06/2023
Publicado: 30/06/2023
[1] Universidad de Mar del Plata-CEHis, Mar del Plata, Argentina, ORCID 0000-0002-5651-1577, frmosi@gmail.com
[2] En la nota que Somos publica sobre el informe de la Guerra de Malvinas se afirma que sus libros han sido lectura obligatoria en los institutos de formación castrenses (Fernández Taboada y Vidal, 1983: 8-9).
[3] Ejército Argentino. Fojas de Servicios del Tte. Gral. D. Benjamín Rattenbach, Archivo privado de la familia Rattenbach.
[4] Ejército Argentino. Fojas de Servicios del Tte. Gral. D. Benjamín Rattenbach, Archivo privado de la familia Rattenbach.
[5] Había sido publicado un año antes en el Boletín del Centro Naval.
[6] Político sueco a quién se reconoce como fundador de la geopolítica.
[7] Ejército Argentino. Fojas de Servicios del Tte. Gral. D. Benjamín Rattenbach, Archivo privado de la familia Rattenbach.
[8] Véase Janowitz (1960) y Huntington (1964).
[9] La versión original no pudo ser hallada en el Archivo General de la Nación, donde Rattenbach afirma haberla dejado. En la copia utilizada falta el Capítulo 1, así también como varias páginas en diversos apartados del cuerpo.
[10] Subrayado en el original.
[11] Según esta categoría, las “disposiciones emocionales” no serían emociones en sí mismas sino habitus afectivos que engloban a un conjunto de emociones, prácticas y actitudes sociales relacionadas (Frevert, 2011: 41).
[12] Real Academia Española. En https://dle.rae.es/desaz%C3%B3n (consultado 30/06/2023).
[13] Diccionario etimológico. En http://etimologias.dechile.net/?desazo.n#:~:text=La%20palabra%20desaz%C3%B3n%20se%20compone,privado%20de%20un%20pleno%20bienestar (consultado 30/06/2023).
[14] Kiki Rattenbach. Entrevista realizada el 27 de julio de 2013 en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Entrevistador: Francisco Mosiewicki.
[15] Kiki Rattenbach. Entrevista realizada el 27 de julio de 2013 en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Entrevistador: Francisco Mosiewicki.