Impacto y manejo emocional en las luchas contra represas

Revista Estudios Avanzados 31, julio 2019: 4-20. DOI 10.35588/idea.v0i31.4272 ISSN 0718-5014

 

 

 

Impacto y manejo emocional en las luchas contra represas

 

Emotional Impact and Management in Struggles Against Dams

 

 

Alice Poma*

 

 

Resumen

El objetivo es proporcionar herramientas analíticas que permitan entender la oposición a las represas, mostrando el impacto emocional generado por la construcción de estas infraestructuras así como las estrategias de manejo emocional de los habitantes que se oponen a la destrucción de su territorio. El artículo se basa en entrevistas en profundidad con afectados y afectadas que resistieron contra dos proyectos hidráulicos, en México y en España. La comparación de casos muy diferentes entre sí permitirá destacar la presencia de emociones del trauma como impacto que generan las obras, ya sea cuando estas inundan un territorio o cuando se les desestima. así como algunas estrategias de manejo emocional que se observaron en ambos casos de estudio.

 

Palabras clave: represas, impacto emocional, manejo emocional, emociones del trauma, emociones de la resistencia.

 

 

Abstract

The aim of this paper is to contribute with analytic tools that allow to understand the opposition to dams by showing the emotional impact generated by such infrastructures, as well as some strategies of emotion management of the people who oppose the destruction of their territory. The article is based on in-depth interviews with people who resisted against two dams, in Mexico and Spain. The comparison of this two very different cases permits highlighting of the emergence of emotions of trauma as an impact of these projects, both when they flood a valley and when they are dismissed, as well as some emotional management’s strategies observed in both cases.

 

Keywords: dams, emotional impact, emotion management, emotions of trauma, emotions of resistance.


Introducción

 

 

La construcción de obras hidráulicas como las represas y aquellas infraestructuras que se necesitan para su puesta en funcionamiento (tuberías, canales, carreteras, etc.) puede implicar la desaparición de pueblos y territorios y el desplazamiento de poblaciones que pierden, entre otras cosas, sus tierras, casas, estilos de vida, relaciones sociales y tejido comunitario. En otras palabras, el impacto de estas obras puede:

 

 

cambiar sustancialmente las vidas de los individuos afectados por una parte y alterar la estructura socio-espacial por otra. Esta dimensión que llega a convertirse en algo muy profundo en la experiencia vital colectiva de las comunidades afectadas, ha de ser tenida en cuenta, bien para desaconsejar una obra proyectada por su elevado coste social o para afrontarla con justicia y conocimiento de causa si su realización quedara a pesar de todo plenamente justificada. (Mairal Buil, 1993: 185)

 

 

Tomar en cuenta el impacto de las obras hidráulicas desde la perspectiva de los afectados que se oponen a ellas permite comprender el impacto emocional de la obra y el manejo de estas emociones en los sujetos que se oponen a la destrucción de su territorio. Con este objetivo, en el presente artículo se presenta un análisis de dos experiencias de oposición a represas en México y España, en el que se pondrá en evidencia la dimensión emocional de las mismas.

Para analizar el impacto emocional generado por la construcción de estas infraestructuras, analizaremos algunas de las emociones[1] más relevantes que las afectadas y afectados sienten desde el momento en que se enteran del proyecto y el manejo de dichas emociones (Hochschild, 1979 y 1983) por parte de los sujetos. Como muestra Jing (1999) al analizar el proceso de recuperación del trauma de una población desplazada a causa de una presa en China, poco sabemos de cómo se manejan las emociones en los colectivos y comunidades, por lo cual este artículo busca contribuir a colmar esta laguna.

Con base en la perspectiva sociológica constructivista cultural que considera las emociones como construcciones sociales y culturales (Hochschild, 1979 y 1983), y en la literatura sociológica que en los últimos años ha demostrado el papel de las emociones en todas las dinámicas de la acción colectiva,[2] junto con las aportaciones en este campo de estudio del manejo emocional (Gravante y Poma, 2018) y del papel del apego al lugar en los conflictos socioambientales (Poma, 2017 y 2019; Poma y Gravante 2017b, 2018), el análisis se fundamentará en entrevistas en profundidad realizadas con habitantes de dos pueblos que se opusieron a la construcción represas, ubicadas en México y en España.

El análisis cualitativo del material biográfico se realizará a partir de la aplicación de categorías de emociones que se han propuesto en la literatura de movimientos sociales por autores como Jasper (1997, 1998, 2012, 2018), Flam (2005) y Whittier (2001), permitiendo comprender el papel de las emociones en diferentes fases y dinámicas de la protesta.

 

Los casos de estudio

 

              La oposición a la presa de San Nicolás

 

La presa de San Nicolás tenía como objetivo represar el río Verde, y habría inundado los pueblos de San Gaspar de los Reyes y San Nicolás de las Flores, en el municipio de Jalostotitlán (Jalisco, México), así como muchos ranchos y tierras fértiles del municipio de Teocaltiche,[3] si la oposición de la población local no hubiera parado la obra.

El municipio de Jalostotitlán se encuentra aproximadamente a 130 km de la ciudad de Guadalajara, capital del estado de Jalisco, y se caracteriza por un clima semicálido subhúmedo, una economía agrícola y ganadera, y una alta vulnerabilidad social, ya que cuenta con un alto grado de intensidad migratoria a Estados Unidos (iiegi, 2017). Desde el año 2003 la población empezó a enterarse de la construcción de esta presa a través de “rumores”, como los afectados declararon, pero no fue sino hasta diciembre de 2004, en el pueblo de San Gaspar, cuando el entonces gobernador del estado de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, anunció que se construiría dicha obra. La oposición local que se organizó a partir de este momento, logrando que en mayo de 2015 el mismo Gobernador volviera a San Gaspar de los Reyes para anunciar la desestimación del proyecto. Más tarde se sabría que un nuevo proyecto para represar el río Verde se llevaría a cabo aguas abajo, amenazando las localidades de Temacapulín, Acasico y Palmarejo (Jalisco, México), donde persisten movilizaciones en contra del proyecto hidráulico, que al día de hoy todavía no se termina de construir.

 

              El conflicto contra el embalse de Riaño

 

El Valle de Riaño se sitúa en el norte de España, en la Comunidad Autónoma española Castilla y León, al sur de los Picos de Europa, a unos cien kilómetros de la ciudad de León y 390 kilómetros de la capital del país, Madrid. Este valle de montaña, que era conocido como meta turística, fue inundado en 1987 a causa de la construcción de una presa que había sido proyectada y construida durante la dictadura franquista desde los años sesenta del siglo xx, y que fue puesta en operación en los primeros años de la democracia, tras desalojar y derrumbar los ochos pueblos que finalmente fueron inundados: Riaño, Anciles, Burón, Éscaro, Huelde, Pedrosa del Rey, La Puerta y Salio.

La oposición a la construcción de la presa no fue posible a causa de la dictadura, pero sí hubo resistencia a la inundación a partir de 1984, cuando la población que aún vivía en el valle —pues mucha gente había emigrado a partir de las expropiaciones que empezaron en los años setenta— empezó a cuestionar la legitimidad democrática de tal obra. En particular fueron las personas pertenecientes a las generaciones que en los años ochenta estaban en sus veinte y treinta años quienes se opusieron y organizaron la resistencia, que contempló desde marchas en el valle y en Madrid hasta la resistencia en los tejados de las viviendas durante el desalojo forzoso. Cuando se cerró la presa y el valle empezó a inundarse los últimos habitantes que estaban viviendo en un campamento autoorganizado tuvieron que abandonar su territorio dirigiéndose hacia ciudades como León, Bilbao o Madrid. Esto implicó que no solo perdieran el territorio, sino también las relaciones sociales y los medios de (re)producción de la vida, como el ganado, la agricultura y otros factores, lo que significó también un cambio en su estilo de vida. Algunos de los jóvenes que resistieron en los años ochenta, en 2007 se rencontraron en un evento organizado por la Fundación Nueva Cultura del Agua para denunciar la construcción de una presa en la comunidad autónoma Principado de Asturias, y decidieron organizarse en la asociación para recuperar el valle, a través de la cual están pidiendo que en el breve periodo baje el nivel del embalse para poder recuperar tierras y volver a vivir en el valle, y que a largo plazo desaparezca el embalse.[4]

Como se muestra a continuación en la Tabla 1, los conflictos se caracterizan por ser muy diferentes en cuanto al país, época y resultado. La comparación entre casos distintos permite evidenciar dinámicas parecidas entre ellas, como el impacto emocional a nivel micro que se profundizará en el análisis.

 

 

Tabla 1. Los casos de estudio en comparación

 

 

San Gaspar de los Reyes

Riaño

País

México

España

Periodo del conflicto

2004-2005

1986-1987 y 2007 a la fecha

Duración

9 meses

2 años

Altura de la presa

65 metros

90 metros

Volumen del embalse

800 hm3

664 hm3

Uso del agua embalsada

Trasvase hacia la ciudad de León, Guanajuato, para regadío

Hidroeléctrico y regadío

Impacto de la obra

Dos pueblos inundados, más ranchos y tierras fértiles

Ocho pueblos inundados y tierras fértiles

Número de habitantes afectados

Diez mil para el Comité, tres mil para el gobierno

Alrededor de diez mil, de los cuales tres mil seguían viviendo en el Valle en 1986

Conclusión

Desestimación del proyecto

Inundación del valle

Unión de los afectados

No

Represión

Amenazas e intimidaciones

Varios lesionados y presos durante el desalojo

Promotor

Estado

Estado

Posición de las autoridades locales

A favor

Apoyaron el proyecto hasta que los habitantes que estaban en contra ganaron las últimas elecciones locales y el entonces alcalde fue detenido en el desalojo

Redes de solidaridad

Construidas durante la movilización

Construidas durante la movilización

Promotores de la oposición

Los habitantes de los territorios afectados

Los habitantes de los territorios afectados

Alianza con actores externos

Fuente: elaboración propia.

 

A pesar de las diferencias, lo que asemeja los casos es la experiencia de los habitantes de los territorios amenazados por dos grandes represas, desde cómo se enteran de los proyectos que les afectarían a la falta de involucramiento en el proceso de toma de decisiones sobre el destino de su territorio. También es parecida la respuesta emocional a la construcción de la presa, que reelaborada de forma colectiva pone las bases para la oposición (Poma, 2017).

Además de similitudes en los repertorios de la protesta, en ambos casos los afectados y afectadas criticaron el uso que se daría al agua embalsada, buscando alianzas con actores externos para proponer alternativas que no se tomaron en cuenta. Mientras en Riaño la construcción de la presa durante la dictadura creó las condiciones para que la comunidad se dividiera y no pudiera luchar desde el principio contra el proyecto que inundó el valle, entre las claves del éxito de la oposición en el caso mexicano destaca la existencia de una estructura comunitaria que permitió tanto la unión de la población como el control territorial, y la colaboración de actores externos, como el mapder (Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos); el comité c.a.s.a (Comité de Ausentes de San Gaspar en Acción), promovido por los hijos ausentes residentes en Estados Unidos; periodistas locales, algún político no comprometido con el proyecto y protagonistas de experiencias similares de otras partes del país, como Arcediano y Atenco que, como veremos a lo largo del análisis, “inyectaron valor” a los habitantes de la comarca, de acuerdo con las afirmaciones de los entrevistados y entrevistadas.

 

 

Metodología

 

 

El análisis que se presenta a continuación se basa en treinta entrevistas en profundidad y semiestructuradas que se realizaron a habitantes afectados por la construcción de las dos presas. Los entrevistados fueron seleccionados tanto a través de los informantes clave (estrategia de conveniencia) como bajo solicitud a los entrevistados y entrevistadas de compartir sus contactos (muestreo “bola de nieve”).

En cuanto a la elección de la técnica de investigación, corresponde a la entrevista en profundidad, para analizar la dimensión subjetiva de la afectación de las obras hidráulicas, dado que “es particularmente útil a la hora de analizar el significado que los individuos atribuyen al mundo externo y a su propia participación en él, la construcción de identidad y las emociones” (Della Porta, 2010: 16).

Las estancias en el valle de Riaño se llevaron a cabo entre agosto 2009 y 2012, siendo el mes de agosto periodo vacacional en España, lo que permitía encontrar a los y las integrantes de la asociación por la recuperación del valle en el territorio, y en México desde noviembre de 2010 y febrero de 2011, con dos retornos al pueblo de San Gaspar en 2013 y en 2015.

Mientras el empleo de la entrevista narrativa permitió explorar la reelaboración de la experiencia de lucha por parte de involucrados e involucradas, años después del fin del conflicto, los retornos tuvieron como objeto compartir con los sujetos de la investigación los resultados de la misma.

La recopilación de datos ha incluido diferentes estancias en los lugares afectados, así como entrevistas abiertas con algunos actores clave, intercambio de material, y paseos por el territorio para entrar en contacto con los actores en su ambiente, por ejemplo, acudir al río y subir las peñas, además de participar en la vida social. La recopilación de datos incluye también la observación, que “permite entrar en contacto con la realidad que se está investigando, conocer mejor el caso, y ajustar la teoría previa, el cuestionario y la guía de observación” (Coller, 2005: 85). En este caso, aunque no se pudo observar los conflictos porque ya habían sucedido, la observación demostró ser muy importante para comprender la relación de los sujetos con el entorno. La observación y la convivencia enriquecen los datos que emergen de las entrevistas porque es allí donde se corroboran los resultados y se verifica si se ha llegado a la saturación.

En cuanto al análisis de los datos, la investigación se apoyó en categorías de emociones que, como veremos a continuación, han sido propuestas por autores del campo de estudio de los movimientos sociales. La codificación de los datos cualitativos se ha llevado a cabo mediante la identificación de estas categorías de emociones en los relatos de los entrevistados, y al compararla entre sí, con el objetivo de encontrar patrones comunes en las dos experiencias.

           

 

Emociones y manejo emocional en la sociología de la acción colectiva

 

 

El marco teórico de la investigación se basa en la literatura sobre emociones y movimientos sociales (Goodwin et al., 2001; Jasper 1997, 1998, 2006, 2012 y 2018; Flam y King, 2005; Gould, 2009) que en los últimos treinta años ha demostrado que las emociones son “parte de toda acción, buena o mala, exitosa o sin éxito. Son una parte normal de la acción” (Jasper, 2018: 11) y que “son relevantes para cada fase de la movilización: reclutamiento, consolidación y disolución” (Flam, 2014: 315).

Esta literatura, entre otras cosas, permite analizar la dimensión emocional del impacto y oposición a la presa, al aplicar categorías propuestas en la literatura, como los conceptos de “emociones del trauma” y “de la resistencia” propuesta por Whittier (2001), las subversive y cementing emotions propuestas por Flam (2005), y “una tipología básica de sentimientos basada en su duración y la forma como se sienten” (Floam, 2012: 48) propuesta por Jasper y afinadas en su última obra (Jasper, 2018). Estas tipologías se diferencian por el grado de procesamiento cognitivo, el cual es mayor en las emociones morales, como el ultraje, la indignación o la rabia moral; por la duración, ya que las emociones reflejo o primarias —que son las emociones más estudiadas— son las más rápidas; y por ser o no dirigidas a un objeto, en este caso diferenciando los estados de ánimo de las demás emociones. La utilidad de apoyarnos en estas categorías se debe, como apunta Jasper, al hecho de que “la discusión sobre las emociones en política se quedará en un desorden si pretendemos que sean una categoría amplia y homogénea” (Jasper, 2006: 160).

Poder distinguir de este modo emociones que en el lenguaje corriente se nombran de la misma manera es un avance de gran relevancia si se considera que el objetivo del análisis de la dimensión emocional no es describir el conjunto de emociones que los afectados pueden llegar a sentir, sino discutir el papel que desempeñan las emociones que surgen en el proceso de oposición a la presa y cómo los sujetos manejan tales emociones.

El manejo emocional[5] es un concepto introducido por la socióloga norteamericana Arlie Hochschild, y ocurre cuando surge una divergencia entre los sentimientos de uno mismo y las reglas del sentir, o en otras palabras, cuando sentimos que hay un desequilibrio entre lo que estamos sintiendo y lo que deberíamos sentir. Dicho proceso se desarrolla también al interior de los grupos y colectivos que protagonizan las protestas y los movimientos sociales.

El trabajo emocional se puede analizar desde múltiples niveles de análisis: desde el micronivel, es decir, el manejo que hacen los individuos, que es donde reside la propuesta de Hochschild (1979 y 1983), hasta el macronivel, que incluye el uso estratégico de las emociones por parte del Estado (Perry, 2002) o del discurso hegemónico (Maney et al., 2009).

Hochschild (1979) indica dos tipologías de trabajo emocional: la evocación y la supresión, las cuales se pueden conseguir mediante técnicas, entre las que encontramos la actuación superficial y en profundidad, y las técnicas cognitiva, corporal y expresiva. La evocación consiste en generar emociones que pueden ayudar al sujeto en una determinada situación, mientras que la supresión consiste en suprimir emociones que podrían perjudicar al sujeto. En el estudio de los movimientos sociales, lo que nos interesa destacar son las técnicas cognitivas de manejo de las emociones, ya que las corporales y expresivas se limitan a la interacción entre sujetos, mientras que las cognitivas pueden ser el resultado de un esfuerzo colectivo y pueden emplearse tanto para evocar ciertas emociones como para canalizarlas. De hecho, si uno de los objetivos principales de las organizaciones de los movimientos sociales es evocar determinadas emociones, como la indignación o la solidaridad que puedan facilitar la acción colectiva o el reclutamiento de miembros, gran parte del trabajo emocional realizado en los contextos de lucha es el convertir las emociones sentidas por los sujetos como el miedo a la represión y el dolor, en otras que puedan movilizar, como la rabia o la indignación. En términos muy generales, podemos decir que se evocan aquellas emociones que en cada contexto pueden alentar la movilización, al tiempo que se manejan y limitan aquellas que desmovilizan.

Entre las diferentes técnicas de manejo destacan el compartir experiencias con el objetivo de reenmarcar la experiencia vivida, o redireccionar determinadas emociones hacia los enemigos, por ejemplo, transformando la vergüenza de estar luchando en vergüenza hacia quien no está luchando (Goodwin y Pfaff, 2001). Otro patrón de las reglas del sentir que Hochschild (1975) identifica está relacionado con la direccionalidad de los sentimientos. Por ejemplo, la autora hace hincapié en que los sentimientos más positivos suelen subir la cuesta sociopolítica siendo más probable que el enojo se dirija a personas cuyo poder es menor. Esa direccionalidad presupondría por ejemplo que las personas confiaran y sintieran confianza y admiración hacia los políticos o empresarios, cosa que en los casos analizados los entrevistados no sienten, ya que su experiencia les ha llevado a reelaborar esta direccionalidad. Las emociones así sentidas hacia el Estado, los empresarios y sus agentes, como el deprecio, el odio, la rabia, etcétera, son lo que la socióloga Helena Flam (2005) definió como emociones subversivas —subversive counter-emotions—, emociones que llevan consigo implicaciones específicas para los repertorios de la acción colectiva y para el proceso de identificación.

Así, en base a esta literatura, y con el objetivo de contribuir a la comprensión de la dimensión emocional de la oposición a represas, en este trabajo se analizará el impacto emocional que genera la construcción de la presa en los pobladores que decidieron oponerse a la misma y el trabajo emocional que estas personas tuvieron que hacer para sobrellevar tales emociones.

 

 

 

 

El impacto emocional que genera la construcción de una represa

 

 

Para comprender el impacto de una represa en la vida de los habitantes de los territorios afectados analizaremos cómo la información de la construcción de la infraestructura es transmitida a las ciudadanas y ciudadanos.

A pesar de que el acceso a la información en materia ambiental es un derecho de los ciudadanos, los conflictos socioambientales se caracterizan por una falta de información y transparencia, tal como confirman las palabras de la siguiente entrevistada mexicana:

 

 

Lamentablemente el gobierno cuando está sentado se olvida de todo, de dar explicaciones y de todo, y el pueblo sí que anda buscando la respuesta […] eso fue lo que nos pasó en lo de la presa, pues que todos sabían, menos nosotros. (ESgM5)[6]

 

 

En San Gaspar, de acuerdo con otra entrevistada, empezó “como en todos los pueblos pequeños, con rumores” (ESgM6). Las primeras informaciones se consiguieron gracias a un periodista local, que difundió las noticias entre conocidos y familiares, que a su vez empezaron a organizarse para conseguir más información. En el caso de Riaño, la noticia de la puesta en función de la presa llegó en 1984 a través de un periódico local.

En los dos casos, los afectados inicialmente recibieron la noticia sobre la construcción de la presa con sorpresa y escepticismo, a causa de los anteriores proyectos hidráulicos que nunca se llevaron a cabo en la comarca en el caso mexicano, y a causa del tiempo que había pasado desde que la presa había sido construida, en el caso de Riaño, como muestra el siguiente extracto:

 

 

Habían dejado pasar tiempo sin [hacer nada]… nadie pensaba [que lo iban a hacer]… ya que dejaron abrir el negocio [y que] la gente igual se ilusionara… [y decía] “el muro está hecho pero aquí no va a pasar nada” […] yo nunca pensé que llegarían a echarnos de aquí, pero llegó el momento y llegó el día y nos tuvimos que ir. (ERiH3)

 

 

A pesar del escepticismo, las noticias de los proyectos también generaron preocupación, angustia y miedo, dando lugar a lo que Jasper definió como un shock moral, es decir, “el vertiginoso sentimiento que se produce cuando un suceso o información muestra que el mundo no es lo que se esperaba, y que en ocasiones puede llevar a la articulación o el replanteamiento de los principios morales” (Jasper, 2012: 60).

El shock moral, entre otras cosas, anima a los afectados a buscar más información sobre el proyecto, como muestra el siguiente testimonio:

 

Nos enteramos y a partir de ese momento empezamos a indagar con el municipio qué estaba pasando, que no nos dieron mucha información, y empezamos a indagar a través de internet de los proyectos de conagua y efectivamente había este proyecto, sí existía. (ESgH1)

 

 

La búsqueda de información se convierte entonces en un problema prioritario para los afectados y afectadas, quienes al encontrar dificultad en acceder a la misma sienten ultraje e indignación. Estas emociones morales (Jasper, 1998 y 2018) se generan, como bien indica el extracto siguiente, por creencias donde “sentíamos que nos estaban ocultando el peligro” (ESgH1).

Ocultar la información acerca de los proyectos hidráulicos y la falta de diálogo previo con la población afectada por parte de las autoridades no solo alimentó las emociones morales sino también el proceso de redirección de las emociones que cimientan las relaciones de poder en una sociedad, es decir, las cementing emotions (Flam, 2005), generando lo que la autora denominó subversive counter-emotions. En particular, los casos de estudio muestran que los afectados experimentan un cambio en la relación con los actores institucionales involucrados en el conflicto que se observa en la pérdida de confianza y respeto hacia las autoridades, y en otras emociones como la rabia, como muestran los siguientes testimonios:

 

 

Yo [a los políticos] los veía como personas respetables, antes […] para mí fue una muy mala experiencia, en cuanto a eso, conocer gentes que consideras respetables, y decir “¿qué tienen de respetable?”. (ESgH7)

[Siento] mucha rabia y de mucho rencor hacia España, que nos estaba haciendo esto, hacia el Estado y todo lo que significa la corporación de un país, todo el mundo político, y lo sigo pensando igual, sigo pensando que son unos manipuladores y unos sinvergüenzas. (ERiH1)

 

 

Las emociones morales y las emociones que los sujetos sienten hacia las autoridades al tener dificultad para acceder a la información y al sentir que se la están ocultando pueden ser movilizadoras (Poma, 2017), de lo contrario prevalecen estados de ánimo como la resignación, el cinismo o la impotencia.

Al conseguir información sobre los impactos de la construcción de la presa en el territorio, y en particular al enterarse de la posible inundación de los pueblos, las emociones que predominan son tristeza y dolor, y están relacionadas con el vínculo afectivo con el territorio, ya que como señaló un entrevistado mexicano: “Cuando empezó este movimiento de la presa lo primero que te da es mucha tristeza, porque un terreno en donde tú estás viviendo, aprendes a quererlo” (ESgH7).

El dolor y la tristeza se sienten cotidianamente al vivir en un territorio destinado a desaparecer y se generan al vincular el territorio amenazado con la memoria individual y colectiva:

 

 

Estaba triste el ambiente, o sería porque uno estaba triste se le hacía triste. Triste salía uno, yo iba con mi mamá y volteaba y veía la peña allá en frente, [y lo imaginaba] al rato ya todo sepultado en agua. [Y] contaba las palmas de la plaza. Fue una cosa muy fea, muy dura. (ESgM10)

La comparación de ambos casos muestra que, si por un lado todos los entrevistados y entrevistadas sintieron dolor y tristeza desde el principio del conflicto, en el caso de Riaño, este dolor es aún más intenso, como denotan las palabras de estos tres entrevistados:

 

 

Es un vacío muy grande, es una sensación muy indignante y es como perder tu vida, […] te destruyen tu pueblo, tu tierra, tus vivencias, tu luz, tu infancia, pero luego también te digo que es como los que están fuera de sus tierras, lo vives con más intensidad, aunque siempre tienes ese pozo de tristeza y de amargura. (ERiH1)

Se te rompe el corazón, estás llorando dos años… y después de veinte sí te pones un poco sentimental, también. Esto está allí para toda la vida hasta que te mueras. (ERiH3)

Me quitaron de ser una persona feliz […] me quitaron una manera de ser, de vivir… me quitaron mucho. (ERiM5)

 

 

El dolor por la pérdida del territorio es tan intenso que la mayoría de los afectados de Riaño no quieren hablar del tema. Muchos nunca han vuelto al valle, y todos, aunque de manera diferente, han tenido que aprender a vivir con ese dolor, que como expresan las palabras de un entrevistado español es agravado por el hecho de que fue una imposición:

 

 

A mí me ha dolido más el pantano que la muerte de algunos familiares directos como mis padres o algunos hermanos […] porque lo otro lo aceptas porque es ley de vida, y sabes que tarde o temprano nacimos y vamos a morir, y lo aceptas, porque no te lo imponen […] pero eso del embalse jamás se me olvidará. (ERiH2)

 

 

Además del dolor, otro impacto emocional de la construcción de represas es el miedo que genera la posibilidad de perder la vivienda, las relaciones sociales, y también el estilo de vida que en los casos analizados dependía del campo y la ganadería:

 

 

Yo antes tenía ovejas… me planteé: “tengo mi ganado, vivo de ello”… ya que ya vivía de ello […] ¿Qué hago yo en León si la ciudad no me gusta? (ERiH3)

El cambio de vida a otro lado no va a ser igual, (…) si está aquí y le dicen “Oye, te vamos a cambiar a una colonia de Jalos”, [la gente] ya no se ubica igual, ya no va a vivir igual, a lo mejor mucha gente hasta se muere, de la desconformidad [pensando]: “¿Yo qué estoy haciendo aquí, tan a gusto que estaba en mi pueblo?”. Porque sí, hay gente que le agarra la depresión y le afecta mucho. (ESgH14)

 

 

Como expresaron las y los entrevistados, la presa generaba miedo a perder todo lo que habían construido a lo largo de sus vidas. A eso se añadía el miedo que genera la inseguridad de vivir en otro lado ya que, como indica una mujer mexicana: “en otro lugar no eres nadie, eres un ave que pasa y total... y aquí, para nuestra gente aquí, sí somos algo” (ESgM5), idea que expresa casi con las mismas palabras una afectada por el embalse de Riaño: “Es que aquí [en la ciudad donde ahora vive] no soy nadie […] ¿qué pinto yo aquí?” (ERiM5).

Estos testimonios permiten comprender por qué la idea de tener que abandonar el pueblo genera miedo, desesperación, impotencia, depresión y ansiedad, como nos comentó otra mujer mexicana: “era una tristeza que yo tenía, de día y de noche, yo cerraba mis ojos y me imaginaba en otros lugares por allá” (ESgM10).

Es así como el impacto emocional que genera la construcción de represas se caracteriza por ciertas emociones (Tabla 2) que podemos catalogar como “emociones del trauma” (Whittier, 2001).

 

 

Tabla 2. Emociones del trauma en las luchas contra represas

 

Contexto

Emociones

Recibir información acerca de la construcción de la presa

Preocupación

Angustia

Miedo (por la inseguridad)

Perder el pueblo

(posibilidad y realidad)

Tristeza

Dolor

Miedo (por perder el pueblo)

Desesperación

Impotencia

Depresión

Ansiedad

Fuente: elaboración propia.

 

 

A pesar de que la categoría “emociones del trauma” haya sido propuesta en el contexto de la acción colectiva contenciosa de víctimas de abusos sexuales, su aplicación en estas luchas permite comprender el íntimo y profundo impacto de las obras hidráulicas, que puede producir consecuencias de largo plazo en las personas. En los dos casos, por ejemplo, a lo largo de los años, hay personas que siguen tomando medicamentos para mitigar los trastornos producidos por la construcción de la represa.

Las emociones del trauma pueden incluso paralizar cuando están vinculadas con la impotencia y la resignación, es decir, cuando se piensa que cualquier acción no puede resolver la situación. Por ejemplo, Jing (1999) muestra que las comunidades desplazadas por la construcción de presas se caracterizan por un sentimiento de inutilidad (sense of futility, en inglés), asociado con la idea de tener que resistir al Estado, sensación que en los afectados de Riaño a veces se expresa con resignación y otras veces con impotencia, como muestran estos extractos:

 

 

Yo antes […] tenía ilusión… de todo, cualquier “cosina te ilusionaba, […] mirabas al futuro con otra perspectiva… es que ahora… nada… esperar que llegue el fin de semana para ir a dar una vuelta por el monte. (ERiM5)

Ahora lo ves, yo que sé… con resignación, porque es lo que hay […] no lo vas a cambiar. (ERiH3)

 

Si bien en el caso de Riaño la resignación y la impotencia son más intensas y se vieron alimentadas por la imposibilidad de salvar el valle, también es cierto que dichas emociones emergieron en los testimonios de los entrevistados del caso mexicano, en el cual los afectados decían: “la gente era escéptica, no creía que podíamos con el gobierno. ¿Qué andas haciendo? me decían, con el gobierno no se puede’” (ESgH7).

La impotencia ha sido escasamente analizada en la literatura de los movimientos sociales, por ser asociada a la no participación (Norgaard, 2011), pero puede ser sobrellevada colectivamente (Poma y Gravante, 2018), junto con las demás emociones del trauma. Comprender de qué forma los sujetos manejan dichas emociones es central para entender las luchas en defensa del agua y el territorio, como mostraremos en el siguiente apartado.

 

 

El manejo de las emociones del trauma

 

 

Mientras que ciertas emociones, como la indignación o la rabia, se han identificado como emociones movilizadoras (mobilizing emotions), las emociones del trauma pueden paralizar, si no son sobrellevadas por los sujetos.

El manejo emocional se puede hacer tanto individual como colectivamente, y en los movimientos sociales es donde podemos observar ejemplos de cómo ocurre de manera colectiva (Gravante y Poma, 2018).

Sin embargo, el manejo emocional muchas veces es espontáneo (Gould, 2009; Gravante y Poma, 2018) ya que los participantes de las luchas desarrollan estrategias para sobrellevar las emociones que pueden llevarlos a desistir sin darse cuenta de cómo lo están haciendo. En el caso del Comité Pro San Gaspar, por ejemplo, pude observar cómo los participantes canalizaban el dolor que producía la posible pérdida del pueblo y estilo de vida y la impotencia de estar luchando solos contra el Estado en energía y motivación a fin de salvar su forma de vida y territorio, como se puede apreciar en las palabras de un miembro del Comité:

 

 

En esos proyectos, cuando son muy grandes, sí se desbaratan muchas formas de vida de la gente. […] A mí en lo personal sí me afectó mucho, y a la mejor fue lo que me ayudó a sostenerme allí en el movimiento. Si no defiendo lo mío luego, ¿qué hago? Después si no tenía tiempo me va a sobrar tiempo, porque mucho alegan “Oye, no tengo tiempo [pero, yo les contestaba] “Vas a tener tiempo sobrado ya que nos quiten el terreno, entonces sí [tendrás] todo el tiempo del mundo. (ESgH7)

 

 

En el caso de Riaño, donde los pueblos fueron inundados y las emociones del trauma son aún más intensas y duraderas, el vínculo con el territorio ha sido un elemento clave para que algunos de los jóvenes que resistieron el desalojo y desaparición de sus pueblos hasta el final hayan podido superar el trauma y volver a organizarse nuevamente, luego de veinte, años para recuperar el valle. Como expresó uno de los entrevistados: “Mi territorio, un lugar en el que yo me manejaba bien […] por eso vengo y vuelvo, y ando por la montaña y me siento yo mismo otra vez (ERiH1).

Una primera estrategia de manejo emocional para convertir el dolor de perder los pueblos en un motivador de la protesta y superar la impotencia es evocar el apego al lugar, definido como “la relación simbólica formada por personas que otorgan significados emocionales/afectivos culturalmente compartidos a un espacio o terreno particular que proporciona la base para la comprensión y la relación con el medio ambiente del grupo y del individuo” (Low, 1992: 165). Si, como evidenciaron psicólogos sociales, el apego al lugar emerge cuando este se encuentra amenazado (Giuliani, 2004), la construcción de la presa hace que ciertas personas que sienten apego hacia su pueblo encuentren la motivación de luchar ——superando impotencia y resignación— para defender su territorio.

La evocación, a veces pública, del apego al lugar, es así una primera estrategia de manejo emocional para superar las emociones del trauma en las luchas contra represas.

Además de la evocación del apego al lugar, otras emociones que contribuyen a sobrellevar las emociones del trauma son las que Whittier (2001) define como las “emociones de la resistencia”. Estas emociones son las que se generan al participar en la protesta e incluyen las emociones recíprocas entre personas que comparten la lucha y los que aportan solidaridad, las emociones morales que los participantes comparten en la protesta y la energía emocional y el placer que genera la protesta (Jasper, 1997 y 2012).

En el caso de Riaño, además del apego al lugar, pude observar que los vínculos afectivos con las personas con las que compartieron la resistencia permitieron superar las emociones del trauma. Como muestran estos testimonios, hasta un evento traumático en el que ocho pueblos fueron inundados, las emociones recíprocas generan un recuerdo positivo: “La relación con los demás fue lo más positivo de todo […] eso sí es verdad, que eso fue lo más positivo de todo… encontramos una gente que tiene un corazón que vale lo que pesa (ERiM5).

El recuerdo de los momentos colectivos vividos durante el conflicto produce, incluso años después, orgullo y felicidad en la persona que los recuerda, como muestran estos testimonios:

 

 

El momento mejor fue el campamento… nos encontramos todos en la calle, ya después de todo […] fue lo mejor que podíamos hacer […] y nos llevábamos muy bien porque no nos faltó nunca de comer, siempre venía alguien y nos hacía un cocido para todos […] procurábamos hacernos unos a otros la vida lo mejor posible… fue una experiencia, la mejor. (ERiM5)

Tanta fue la emoción de ellos [los de Atenco] y el solidarizarse con nosotros que vinieron aquí... estuvieron aquí y bueno, fue un entusiasmo, la gente ese día se sintió tan apoyada, como dicen “prendió los ánimos, la presencia de este grupo dio mucho valor a la gente, que incluso ya sentía la causa perdida. (ESgH1)

 

 

Las emociones recíprocas entre quienes compartieron la lucha permite sobrellevar emociones del trauma, como la impotencia, al generar empoderamiento en los sujetos que no se sienten solos en sus luchas. Es más, los momentos colectivos generan energía emocional (Collins, 2012), que también permite sobrellevar las emociones del trauma. Además de las marchas, eventos como las comidas, los bailes y las fiestas generan satisfacción, orgullo y entusiasmo , los cuales permiten sobrellevar el dolor, el miedo, la impotencia y las demás emociones del trauma, como muestran las palabras de una entrevistada de San Gaspar que recuerda la preparación de una comida para recibir a los manifestantes de Atenco que llevaban su solidaridad al pueblo: “Nosotros hicimos un evento grande, que el pueblo se unió y los íbamos a esperar con comida, a toda esta gente [los de Atenco] yo hacía un mole, otra gente hacía sopa, otra hacía frijoles, otra hacía nopales (ESgM5).

Finalmente, si las emociones que se generan durante el conflicto en los momentos colectivos pueden ayudar a sobrellevar las emociones del trauma, aún más poderosas son las emociones generadas al recibir la noticia de la desestimación de la presa en San Gaspar de los Reyes, como muestra el siguiente extracto:

 

 

Ese mismo día se hizo una fiesta momentánea, se sacó a la virgen, se vinieron de todas la rancherías los afectados, hubo una misa allí en la plaza, la danza bailó, se hizo comida, se hizo una fiesta del pueblo. Porque para nosotros fue un milagro […] y para nosotros volvió la tranquilidad, volvió la armonía en el pueblo y volvió la gente a vivir. (ESgM5)

 

 

En San Gaspar de los Reyes, la fiesta patronal de la Virgen a finales de mayo permite la evocación de ciertas emociones como la alegría, la satisfacción, el orgullo, que contrarrestan las emociones del trauma, pues desde el 2005 todos los años se recuerda la victoria contra la presa. Por su parte, también en el valle de Riaño los afectados organizan eventos que se repiten anualmente para evocar la memoria colectiva y reencontrarse. Uno de estos momentos es la fiesta de uno de los pueblos inundados, Pedrosa del Rey, que se celebra el 23 de agosto de cada año en un terreno que los habitantes del pueblo inundado compraron arriba de lo que era su pueblo, y de donde se puede ver en verano el viejo puente romano que emerge en la estación estival por la retirada de las aguas, y la cruz que pusieron los habitantes de Pedrosa del Rey con una placa que indica la “fecha del genocidio”, es decir, la fecha en la que el pueblo fue destruido.

El análisis de las estrategias de manejo emocional que los afectados llevan a cabo permite comprender cómo algunos afectados de Riaño vuelven al valle y siguen organizados para conseguir su recuperación. Gracias a la evocación de emociones morales como la indignación y de vínculos afectivos hacia el territorio y su gente, consiguen sobrellevar el dolor y las demás emociones del trauma que paraliza a la mayoría, buscando los beneficios emocionales que les proporciona estar en su tierra y con su gente: “Me consuela ver las montañas, y sus vidas, andar por los valles […] porque el monte, cualquier flor, cualquier pájaro, me distrae (ERiH2).

 

 

Conclusiones

 

 

La aplicación de la literatura sobre emociones y protesta en los conflictos contra represas es muy reciente (Poma, 2017) y todavía falta mucho camino para comprender la dimensión emocional de estas luchas. Si Poma ha evidenciado las emociones que influyen en la movilización contra las represas y el cambio que viven los participantes de estas luchas, el presente artículo pretende contribuir al entendimiento del impacto emocional de la construcción de estas obras.

El artículo muestra así, por primera vez en la literatura sociológica, cómo la construcción de represas genera ciertas emociones del trauma que las y los habitantes que se oponen a la misma deben enfrentar para defender su territorio.

El análisis de dos casos comparados, que difieren en ubicación, temporalidad y resultado, muestra que las emociones del trauma afectan a las personas durante toda la vida, inclusive en el caso de desestimación del proyecto. Sin embargo, la energía emocional que produce la desestimación del proyecto hace que las emociones del trauma se conviertan en un recuerdo para la mayoría de los pobladores, mientras que en el caso de Riaño estas emociones son heridas aún abiertas para los afectados.

El análisis muestra además que estas emociones pueden sobrellevarse gracias a la unión, la solidaridad y los vínculos afectivos con el territorio y otras personas que se generan a partir de la experiencia de lucha. Los resultados pueden ser de interés no solo para los académicos interesados en analizar la dimensión emocional de estas luchas, sino también para los activistas, quienes pueden apropiarse de estas estrategias.

Finalmente, cabe resaltar que al analizar la dimensión emocional de la oposición a las represas emergen elementos que deberían contemplarse a la hora de hacer una evaluación de impacto de las obras hidráulicas. Como señala Mairal: “bien para desaconsejar una obra proyectada por su elevado coste social o para afrontarla con justicia y conocimiento de causa si su realización quedara a pesar de todo plenamente justificada” (Mairal Buil, 1993: 185).

 

 

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Versión original recibida: 29/01/19 Versión final recibida: 18/06/19

 

Aprobado: 06/11/19

 



* Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIS-UNAM), Ciudad de México, México, ORCID 0000-0001-8755-6893, alicepoma@gmail.com

[1] En línea con la propuesta de Arlie Hochschild (1983 y 1979), en este artículo no se efectúan distinciones entre emociones y sentimientos.

[2] Para una revisión de esta literatura, consultar Poma y Gravante (2017a).

[3] Para más información sobre este caso, consultar Poma (2017 y 2018) y Poma y Gravante (2016).

[4] Para mayor información sobre este conflicto en curso visitar el sitio <www.rianovive.blogspot.com>.

[5] Traducción del concepto de Hochschild (1979 y 1983) de emotion management y emotion work, utilizados por la autora como sinónimos.

[6] Las entrevistas están identificadas con siglas para garantizar el anonimato. ESg son las entrevistas del caso mexicano, mientras ERi, se refieren al caso español. H y M indican si la persona que habla es hombre o mujer.